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El relativismo neoliberal comenzó en la música

Santiago Aparicio
Santiago Aparicio
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Contador de realidades. Guitarrista de rock en mis tiempos libres. Y cazador de doxósofos.
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análisis

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Mucho se habla de relativismo moral, de relativismo político, de hibridación, de wokismo, de neoliberalismo, de sociedad líquida… elijan el término que más les guste para hablar de la evolución del sistema. Especialmente acelerada esa evolución en los años que se llevan del siglo xxi. Decía, en relación a esto último, Anthony Giddens que lo que se veía a finales del siglo xx no era una época líquida, ni una postmodernidad, sino el cambio en los parámetros de tiempo y espacio inherentes a la propia modernidad (Consecuencias de la modernidad, Alianza Editorial). El cambio en la base del propio sistema económico algo influye, siempre en última instancia, para que hoy todo sea relativo.

Que el sistema esté girando sobre una base etérea —acaso ¿no son etéreos  lo digital o las finanzas?—, muy distinta de la fábrica y donde ya no es sencillo observar cómo el capital extrae la plusvalía de la clase trabajadora, tiene consecuencias sociales. Muchos jóvenes de hoy aspiran a tener un perfil digital y ganar mucho dinero (millones de tiktokeros son unos “muertos de hambre”); tomar los ahorros de otras personas para especular (en bolsa o criptomonedas) llevándose la parte del león; o ser funcionario.

La cultura, a la que están abonados hunos y hotros, nada tiene que ver con ese agricultor que se pasa doce horas en el campo; ni esa madre que aún acude a una fábrica a comerse turnos cambiantes; ni al currito que se sube al andamio y que tiene un alto riesgo de acabar estampado contra el suelo; ni ese abogado que monta su bufete para salir adelante como se puede; ni esa médico o enfermera que se comen guardias de veinticuatro horas. Emprendimiento digital o montar una tienda de chuches en un pueblo perdido de Jaén, eso es lo que ofrece el sistema —si no se lo creen miren los cursos de formación que se vienen ofreciendo. Y si no se avanza la culpa es del propio individuo que no ha sabido “emprender” o no se sabe vender bien.

Joseph Ratzinger también fue un crítico profundo del relativismo, aunque se quedaba corto al analizar que se derivaba tan solo de ciertas ideologías humanas y que podría revertirse volviendo el cuerpo y la mente a la Verdad. Sin un cambio en ambas esferas (material y espiritual) no es posible revertir o avanzar por otra senda. Cuando algunos pensadores expresan que, ante la situación existente en el Occidente (porque hablamos del Occidente), lo mejor es retirarse a pequeños grupos, o volver a formas del pasado, o dejarse llevar intentando tocar algunas tuercas, se quita la esperanza a todo el mundo. No parece que haya más camino que el relativismo en todos los aspectos del ser humano —¿qué es lo queer sino relativismo? ¿qué es el neoliberalismo sino relativismo? ¿qué es el engranaje cultural sino relativismo?— cerrando la puerta a toda esperanza.

Todo esto se puede ver perfectamente ejemplificado en el Rock & Roll Hall of Fame. En la evolución que ha ido teniendo con los años hasta convertirlo en un pastiche de parte de la industrial musical, con algún que otro momento sentimentaloide. Ahí se comenzó a notar esta deriva social, moral, cultural, política y económica en la que hoy está todo el mundo metido de lleno. El Rock como forma musical es amplio, no es algo cerrado, dogmático, pero tiene unas bases constitutivas claras. Todo el mundo sabe lo que es y no es rock. Da igual que sea jazz-rock, rock progresivo, hard rock, rock sureño, AOR, pop-rock, blues-rock, country-rock, heavy metal, punk o grunge. El sistema dice que ya no, que ahora el rock es relativo. Si cualquier grupo de reaggetoneros se sienten rock, lo son. Si David Bisbal se siente rockero, lo es.

Si se revisan las incorporaciones al salón de la fama del rock a lo largo de los años, este rock sentido (muy queer, woke y neoliberal) ha ido incrementándose constantemente. El primer año, en el cual se premiaba a los pioneros o primeras influencias, ya iba a dar muestras de ese cierto relativismo. Ahí tienen a James Brown, el padrino del Soul, o Sam Cooke. Dos geniales artistas pero, especialmente el segundo, rock lo que se dice rock no son. El segundo continuó por esa senda de premiar a gigantes del Soul como Aretha Franklin, Marvin Gaye, Smokey Robinson o The Coasters. El tercer año The Supremes o The Drifters. Luego vendrían, durante los 1980s y 1990s, Otis Redding, Bessie Smith, The Soul Stirrers, The Temptations, Stevie Wonder, Louis Armstrong, Bobby Darin, The Four Seasons, The Four Tops, The Platters, Simon & Garfunkel, The Impressions, Wilson Picket, Sly and the Family Stone, Bob Marley, Al Green, The Shirelles, Bee Gees, The Jackson 5, Joni Mitchell, Parliament-Funkadelic, The Mamas and the Papas, Dusty Springfield o The Staples Singers.

Nadie duda de la calidad de todos esos escogidos, pero rock no son. Ni han tenido una enorme influencia en el rock. Para que no se asusten en esos años sí se incluyeron The Beatles, Cream, CCR, Eagles, Neil Young, Bruce Springsteen, The Who, The Kinks, The Doors, Jimi Hendrix… pero no estaban ni ACDC, ni Deep Purple, ni ninguno de los grupos del rock progresivo. Hay que decir que tanto el Country como el Soul tienen sus propios salones de la fama, no vayan a pensar que sería excluirles por minucias con argumentos woke.

En el nuevo siglo siguieron con gentes del Soul, algunos que no los conoce ni el que les grabó el disco (como The Monglows), pero ampliaron ese no discriminar. ¿Qué pintan Earth, Wind and Fire? ¿Leonard Cohen es rock and roll? ¿Madonna? ¿Run DMC? ¿Abba? ¿Jimmy Cliff? ¿Neil Diamond? ¿Donovan? ¿Laura Nyro? ¿Donna Summer? ¿Cat Stevens? ¿Bill Withers? ¿NWA? ¿Joan Baez? ¿Tupac Shakur? ¿Janet Jackson? ¿Depeche Mode? ¿Whitney Houston? ¿Notorius BIG? ¿The Go-Go’s (aunque esto sorprende más por la falta de calidad e impacto)? ¿Jay-Z? ¿LL Cool J? ¿Duran Duran? ¿Eminem? ¿Dolly Parton? ¿Lionel Richie? ¿Kate Bush? ¿Chaka Khan? ¿Missy Elliot?

No están ni Slade, ni Supertramp, ni Iron Maiden, ni Kansas, ni Blackfoot o Redbone (que son nativos americanos), ni Molly Hatchet, ni Rory Gallagher, ni Bachman Turner Overdrive, ni The Guess Who, Mountain, ni Blue Öyster Cult, ni Boston, ni todos esos grupos de rock que se asemejan a cierta clase social. En el Salón de la Fama del rock están todos los souleros, los rockeros más clásicos. Y a la madre del rock, Sister Rosetta Tharpe, la incluyeron ya entrados los 2000s. El rock clásico está eliminado. El rock sureño casi. Pero raperos, poperas y melódicos todos. Relativismo total en favor del buen rollo. Aquí estaba una primera piedra y no se supo ver a tiempo. Normal que cuatro adolescentes con ganas de comerse el mundo no compren unos instrumentos, se esfuercen por sacar el mejor partido de ellos y compongan rock… si en el máximo exponente del mismo hay de todo menos rock… Apliquen esto a otros ámbitos donde el esfuerzo no sirve de nada.

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