Diego Carcedo es uno de los periodistas más conocidos de España. Ha viajado por medio mundo y ha sido testigo de una buena parte de los grandes acontecimientos del siglo pasado. También conoció el Portugal revolucionario que mutaba segundo a segundo tras la revolución del 25 de abril y el democrático, cuando la transición política pendía de un fino hilo y los portugueses soñaban con la gran transformación de su país.
La semana que viene se cumplen los 50 años de la Revolución de los Claveles, un momento histórico, un movimiento revolucionario liderado por los militares para acabar con la dictadura salazarista, la más longeva de Europa en 1974.
Ese fue un acontecimiento clave, no sólo para la evolución democrática de Portugal, sino que también fue muy importante para lo que sucedería en España un año y medio después, tras la muerte de Franco.
En estos días ha publicado el libro La Revolución de los Claveles. Portugal, 25 de abril de 1974, publicado por la editorial Almuzara.
¿Cómo vivió aquellas jornadas del 25 de abril de 1974 en Portugal, era algo inesperado?
Yo no estuve en Portugal el 25 de abril, ni siquiera había estado en el país vecino hasta después de esas fechas. El 25 de abril de 1974 estaba en Buenos Aires, acababa de entrar en Televisión Española, llevaba un mes en la empresa o quizá algo menos; me habían mandado a la capital argentina a hacer una entrevista a Perón, que llevaba unos días como presidente y murió enseguida. Yo estaba esa tarde en el diario Clarín y cuando estaba en la redacción de ese periódico llegaron unos teletipos de que había un golpe de Estado en Portugal. Entonces, como yo era español me preguntaron por lo qué pensaba acerca de esa situación que se estaba dando en Portugal y yo inicialmente pensé que sería un golpe de extrema derecha contra Marcelo Caetano, que tenía fama de ser innovador y que quería hacer cambios que los extremistas no aceptaban. Luego vine a España y me enviaron a Portugal nada más llegar para que hiciera una entrevista al nuevo primer ministro. Estuve una semana y después me marché a otros trabajos en Asia y otras partes del mundo. Luego volví a Portugal para hacer turismo político un tiempo después, en plena revolución.
Cuando realmente me fui para conocer Portugal fue a finales de 1977, cuando me mandaron de corresponsal a Lisboa y ahí fue cuando comencé a relacionarme con todo el mundo, en pleno proceso revolucionario y conocí a todos los líderes políticos de entonces. Me hice amigo de casi todos ellos, de Ramalho Eanes, de Vasco Lourenço, de Francisco Sa Carneriro, de Mario Soares, de Otello Saraiva Carvalho, de Cunhal…y de tantos otros que ahora no recuerdo. Estuve seis años, conocí mucho el país y después fui enviado a los Estados Unidos. Fue una época intensa de muchos contactos y relaciones con Portugal, que dieron como fruto un libro que se llama Fusiles y Claveles.
¿Cómo reaccionó España ante el 25 de abril portugués?
Con muchísima expectación, con mucha sorpresa, pues nadie esperaba que en Portugal iba a haber un golpe de Estado de esa naturaleza, ya que la gente pensaba que el régimen portugués era mucho peor en muchos aspectos y que era más duro. No debemos olvidar que aquí estábamos en los meses finales de la dictadura de Franco y ya se veía que el régimen tenía fecha de caducidad, que el dictador tenía que morirse. Aquellos días fueron contemplados por la dictadura y la extrema derecha española con mucha preocupación, se daban cuenta que aquello podía influir y se mostraban preocupados claramente. Y, por parte, de los demócratas y la izquierda también había mucha expectación, curiosidad e interés. Se hicieron grandes colas para ir a Lisboa y ver qué estaba pasando, nació, en cierta medida, el turismo político, un nuevo género de viajes.
¿Este proceso portugués de cambio del que habla tuvo influencia en la Transición española?
Claro que sí, permanentemente estuvo influyendo. Hubo una parte de la derecha española, por ejemplo, que se dio cuenta de que aquí en España se corría el mismo peligro y que se pusiera en marcha un contagio en este sentido y que se vaya a un proceso revolucionario. Se dieron cuenta, por tanto, de que había que buscar fórmulas de transición y de cambio. Por otra parte, la situación portuguesa creó una gran alarma internacional al ser un país de la OTAN y que estuvo durante unos meses bajo un régimen casi de corte comunista. La reacción de los Estados Unidos, lógicamente, fue la de acabar con ese régimen y se volcaron masivamente para acabar con esa situación. Otros países europeos, como Francia, también vieron el peligro de que la Península Ibérica se convirtiese en una región comunista y que el poder recayese en la extrema izquierda.
Así fue posible que para evitar esos riesgos se le prestase una gran ayuda al Rey antes de que diese a conocer sus intenciones democratizadoras. El Rey heredó todas las jefaturas, no lo olvidemos, y tenía un gran poder militar y político, siendo el verdadero depositario del poder tras la muerte de Franco. El Rey, al asumir la Corona. asumió todo el poder del dictador. Luego nombró un primer ministro, fue soltando todos los poderes hasta quedarse como un Rey constitucional y dar paso a los cambios que demandaba el país. Creo que esa ayuda internacional al Rey, por ejemplo de Francia, se debió a que no se quería que España cayera en el mismo camino que el de Portugal, que en aquellos días vivía una suerte de revolución de corte comunista o izquierdista. Adolfo Suárez, incluso, visitó Portugal en aquellos días y le pidió ayuda a Mario Soares para democratizar España; los socialistas, entonces, decidieron apoyar el proceso de Transición español y dieron al proceso una importante ayuda.
Eanes fue una figura fundamental en estos cambios que vivió Portugal, ¿fue así?
Claro que sí, tuvo un papel protagónico. Eanes había sido uno de los militares que había participado en el golpe de Estado, pero no era un hombre de izquierda radical, su perfil, sin embargo, era muy bajo y después, en un momento determinado, cuando vio que la situación se había ido de las manos y se estaba radicalizado, dio una suerte de contragolpe para enderezar la vida política del país. Se hizo con el control de la situación, pero no para implantar una dictadura, sino para profundizar y consolidar el sistema democrático en el sentido parlamentario.
¿Qué balance de estos años de la revolución portuguesa, han sido beneficiosos para el país?
Ha sido muy positivo, pues trajo la democracia al país. Quizá en un principio se generaron unas expectativas exageradas que se propugnan desde el propio poder o los aledaños. En el caso de Portugal se crearon varias expectativas y se consiguieron buenos resultados, como sacar al país del ostracismo en que vivía, por ser un apestado internacional al tratarse de una potencia colonialista. El país vivía en una guerra permanente por los sucesos en sus colonias. Portugal era una nación cada vez más aislada en la escena internacional y casi no había embajadas de países democráticos en Lisboa, había apenas dictaduras, nadie quería saber nada de ese país. Por ejemplo, en aquellos días tenía relaciones con países tan impopulares como Rodesia (o Rhodesia) o la Sudáfrica del apartheid. Es decir, primero salió del ostracismo y del aislamiento gracias al 25 de abril. En segundo lugar, la gente recuperó la libertad, que es lo más importante para un pueblo. Y, en tercer lugar, consiguió la democracia tras décadas de dictadura. Luego, como cuarto factor positivo, volvió a la escena europea y se adhirió a la Unión Europea (UE), algo que hubiera sido impensable bajo la dictadura anterior derribada el 25 de abril por el golpe de Estado. Portugal fue un país que regresó a la escena internacional, pero iría más allá y también diría que recuperó la alegría por la libertad, abandonó una cierta tristeza y un sentimiento de inferioridad.