“Milei defiende un modelo similar al de los dueños de los grandes grupos mediáticos”

El escritor y periodista Eduardo Bravo desgrana en esta entrevista los entresijos que mueven la personalidad y objetivos del polémico presidente ultraliberal argentino

05 de Octubre de 2024
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Eduardo Bravo Milei

Eduardo Bravo es escritor y periodista, experto en política argentina, colaborador y cofundador de la revista Viernes Peronistas,y más recientemente del libro AAA. Del Peronismo mágico al caso Almirón (Autsaider), donde, entre otras cosas, desgrana el origen del grupo terrorista de ultraderecha La triple A, y las conexiones de esta banda con el partido Alianza Popular en España. Hablamos con él a su regreso de Argentina a raíz de las curiosas similitudes entre los momentos políticos que se viven entre los reflejados en su libro, los años setenta del siglo pasado, y la actualidad, tanto en Argentina como en España.

En su reciente visita a Argentina, ¿cómo ha encontrado el país? ¿El desastre económico está afectando al ciudadano de a pie? Si es así, ¿a qué cree que se debe?

Argentina es un país maravilloso que, como ya ha demostrado en el pasado, se sobrepondrá al desastre que Javier Milei está provocando en la ciudadanía, en el tejido productivo y en la riqueza del país. En todo caso, nunca como en esta última visita he visto tanta gente durmiendo en las calles, buscando en las basuras, pidiendo en la calle o acudiendo a las casas de cambio clandestinas para obtener más pesos por sus dólares que, por mucho que afirmen los miembros del Gobierno, no dan para comprar nada porque la inflación sigue subiendo más de lo que ellos reconocen. También he visto cómo la policía multaba a vendedores callejeros que intentaban sacar algunos pesos vendiendo aguacates y, no contentos con ello, les pisoteaban la mercancía en un claro ejemplo de abuso policial. A todo eso se suma que el tiempo que Milei lleva en el gobierno, el consumo de carne ha bajado drásticamente, la venta de medicamentos ha descendido un 15%, el taxi ha subido de un día para otro un 50% porque la gasolina también ha subido, el metro está tan caro que hay gente que casi no se puede permitir ir a trabajar, los inquilinos han perdido todo tipo de protección estatal y han quedado a expensas de unos caseros que han subido las rentas sin límite —y que además han empezado a exigir el pago en dólares—, los enfermos de cáncer no reciben sus tratamientos, a los jubilados se les han recortado las pensiones y, cuando han reclamado las subidas que les corresponden, han sido reprimidos con extrema violencia. Por si esto no fuera suficiente, numerosos comedores populares ya no reciben los alimentos —que como no se reparten se están pudriendo en los almacenes estatales—, porque Milei considera que, a diferencia de él, los que tienen que recurrir a esos servicios no son más que vagos que no han sabido prosperar sin recurrir a paguitas y subsidios estatales. Lo que se le olvida al presidente es que su familia amasó una fortuna en el sector del transporte con una empresa de autobuses que recibió numerosas subvenciones públicas o que él mismo modificó una ley para poder nombrar  a su propia hermana asesora de la presidencia. En definitiva, nada que no se pudiera prever habida cuenta de que Milei es un fanático cuya política económica se basa en fantasías como que el mercado se autorregula y que el progreso de la humanidad se consigue pisando al de al lado y no con el apoyo mutuo, como demuestra la historia.

¿Es cierto que hay importantes protestas en la calle que apenas están llegando, al menos, a los medios españoles?

Es asombroso cómo los medios de comunicación españoles han comprado el discurso de Milei casi de forma inmediata y han perdido su capacidad crítica. Un personaje que ha generado conflictos diplomáticos con varios países, que ha ofendido a presidentes constitucionales, a sus familias e incluso a los ciudadanos que los han votado solo porque no comparten su ideología o su visión del mundo, en lugar de ser rechazado y señalado, es acogido por otros políticos y por los medios de comunicación como si solo fuera un personaje excéntrico y no un sujeto con responsabilidades políticas a escala nacional e internacional. A pesar de la gravedad de la situación, los medios están mirando a otro lado porque, en el fondo, Milei defiende un modelo económico y un posicionamiento ideológico muy similar al de los dueños de esos grupos mediáticos. En todo caso, también me sorprende cómo las asociaciones civiles, como partidos políticos, sindicatos o ONG como Amnistía Internacional, no están actuando de manera más contundente contra lo que está haciendo Milei en Argentina. En mi opinión es tan escandaloso como decepcionante, pero también lo es, por ejemplo, el apagón informativo en los medios convencionales sobre lo que sucede en Gaza y la falta de decisiones políticas destinadas a condenar y detener el genocidio que el gobierno de Netanyahu está ejecutando contra la población palestina.

Su libro, entre otros temas, trata las conexiones de la ultraderecha argentina y española, principalmente durante la transición. ¿Esta ligazón sigue tan activa como entonces?

Esas conexiones existieron, existen y, lejos de desgastarse, están más fueres que nunca. De hecho, en los años 70 y 80, la relación ente la ultraderecha internacional era algo que discurría en las sombras, de manera clandestina, no solo porque muchos de sus métodos eran ilegales y delictivos, sino porque eran pocos los que se enorgullecían de mostrar su adscripción ultraderechista, habida cuenta del dolor que había provocado en España, Italia, Alemania o los países que sufrieron la Operación Cóndor. Ahora, sin embargo, personajes como Miguel Ángel Rodríguez admiran e imitan a un criminal como Steve Bannon, Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal compadrean con Milei y Bolsonaro, numerosos empresarios españoles dan su apoyo a esos políticos y muchos jueces caminan por esa fina línea que separa la actuación diligente de la prevaricación para apoyar a esos políticos y grupos mediáticos de ultraderecha, poniendo en marcha procesos judiciales que, aunque posteriormente no se sustenten, acaban en ocasiones con los políticos de la oposición en prisión preventiva o provocando su dimisión, allanando así el camino a los políticos más reaccionarios.

“Argentina es un país maravilloso que, como ya ha demostrado en el pasado, se sobrepondrá al desastre que Javier Milei está provocando en la ciudadanía”

La curiosa coincidencia de la afición de Perón y Milei por lo sobrenatural y dejarse asesorar desde el más allá, resulta entre inquietante y cómica. ¿Cómo es posible tal cosa en pleno siglo XXI?

Antes de responder, quisiera matizar que la afición por las ciencias ocultas, lo sobrenatural y la magia no era tanto una afición de Perón como de José López Rega, su edecán, e Isabel Martínez de Perón, la tercera esposa del General. López Rega e Isabel realizaban ceremonias y rituales mágicos para intentar que los astros, el azar o las fuerzas de la naturaleza se pusieran de parte de ellos y del líder. Ante semejantes comportamientos, creo que Perón reaccionaba con cierta condescendencia y dejándolo pasar porque ya tenía suficientes preocupaciones intentando reorganizar el peronismo desde el exilio. Dicho esto, sí que resulta curioso que, en pleno siglo XXI, alguien siga creyendo que su triunfo político y económico no va a depender de medidas terrenales, sino de que las fuerzas del cielo estén a su favor, como sostiene Milei que, todo sea dicho, también habla con su perro muerto, pero no como el que habla con un ser querido fallecido sino creyendo que está vivo. De hecho, según él mismo afirmó, fue su perro Conan el que, desde el más allá, le dijo que se presentase como candidato a las elecciones.

Aunque este comportamiento podría ser medianamente comprensible si se piensa que la altísima responsabilidad que supone ser gobernante de un país hace que cualquiera se sienta inseguro y busque apoyo allá donde pueda —de hecho, no son pocos los políticos a lo largo de la historia que han confiado en magos, brujas, videntes, chamanes new age y expertos en lo sobrenatural—, en el caso de Milei no es una cuestión de inseguridad o de responsabilidad. En su caso se trata únicamente de los delirios de un iluminado que realmente cree que es el elegido para sacar a la Argentina de su crisis, para lo cual cuenta con el apoyo de las fuerzas del cielo, sean esas las que sean, y con fórmulas mágicas en el sector económico que ya se han demostrado falaces en su planteamiento y fallidas en su aplicación. Lo más bochornoso de todo es que, ese sujeto que se considera apoyado por las fuerzas del cielo no para de quejarse de que sus políticas no funcionan porque la oposición no le deja. Ante esa situación solo se pueden deducir dos cosas: que las fuerzas del cielo que asisten a Milei son muy cutres o que él es un trilero y un mentiroso que no tiene ningún plan político ni económico más allá de enriquecer a la oligarquía o como él dice, la casta, de la que él forma parte, evidentemente.

Del mismo modo que el peronismo, con la distancia geográfica y temporal, resulta aparentemente contradictorio y difícil de entender, desde aquí sucede algo similar con Milei y esa etiqueta de liberal - libertario ¿Tiene algo que ver una cosa y otra?

Uno de los rasgos que hace fascinante al peronismo es justamente su contradicción porque, a diferencia de otras doctrinas políticas que aparentemente son perfectas y sin fisuras, es esa contradicción la que lo convierte en un movimiento muy humano. Es algo semejante a lo que sucede con los dioses griegos y el monoteísmo cristiano. Los dioses olímpicos son celosos, vengativos, contradictorios, pero también virtuosos y generosos para con los hombres, por lo que resultan cercanos y afables; el Dios católico, sin embargo, es todo perfección, sin rasgos que lo humanicen, por lo que resulta ajeno e inaccesible para los hombres. Milei no es una persona que acepte las contradicciones aunque no deje de caer en ellas constantemente, empezando por su autopercepción política o ideológica. Por mucho que se empeñe en repetirlo, Milei no es libertario. Libertarios eran señores que en el siglo XIX y XX luchaban por una sociedad mejor, más justa y en la que el Estado no ejerciese su poder represivo contra los ciudadanos. Utilizar la palabra libertario para disfrazar las políticas autoritaristas y fastistoides de Milei es una burla a esos luchadores utópicos e idealistas. De hecho, esos reclamos de Milei para restarle poder al Estado no son más que una falacia que lo que busca es que el Estado renuncie a su papel de redistribuidor de la riqueza mientras que aumenta su poder represivo. Con Milei, al mismo tiempo que se quitan subsidios, financiación a la escuela y la universidad pública o la sanidad, se aprueban aumentos en el presupuesto para compra de armas o contratar más policías. Por eso, Milei no es un enemigo del Estado, sino defensor de un Estado más fuerte en su faceta represiva para defender mejor a las élites y machacar con mayor intensidad a los más débiles. De hecho, ni siquiera es un liberal en lo económico porque, cuando le interesa, aprueba aranceles, limita la cotización de divisas o impide la compra de moneda extranjera. En definitiva, Milei es un farsante con mucha cara dura, que crispa la convivencia, que no tiene ningún sentido del ridículo y que, aunque propugna un comportamiento virtuoso, solo busca su propio beneficio. Lo curioso es que en lugar de aceptar esa falla y reconocerse contradictorio, se empeña en negarlo y sigue haciendo gala de una honestidad de la que carece.

¿Se está generando en Argentina alguna alternativa política “libre de cargas” con visos de opción real frente a Milei?

Una de las razones del triunfo de Milei es que los que estuvieron antes que él no lo hicieron bien. De hecho, parte de la inacción de la oposición es que algunas de sus decisiones políticas podrían ser constitutivas de delitos de corrupción o, por lo menos, no ser actitudes excesivamente éticas. Eso es lo que está provocando que, ante la amenaza de tirar de la manta y descubrir sus miserias, los políticos de la oposición estén de perfil, acomplejados, temerosos y esperando que no les pase nada. Que el expresidente Alberto Fernández esté ahora mismo implicado en una causa por violencia de género es, evidentemente, algo que impacta directamente en la línea de flotación del peronismo. No obstante, a diferencia de lo que sucede con Milei y los genocidas, a los que pretende excarcelar y cuyas acciones criminales justifica, los militantes peronistas no se han puesto del lado de Fernández. Todo lo contrario. Han mostrado su desagrado y han pedido que actúe la justicia. Por eso, sin obviar todo lo malo que se ha podido hacer en el pasado, creo que la oposición, al menos desde la militancia de base, debería perder los complejos, reconocer las cosas que se hayan hecho mal, condenarlas y, al mismo tiempo, reivindicar todo lo mucho bueno que se ha hecho en materia social, de derechos humanos o de liberación de la mujer como, por ejemplo, la aprobación del aborto, para, a continuación, plantarle cara a Milei en las calles, en las escuelas, en los medios de comunicación o donde sea. Mientras esto no suceda, Milei seguirá desmantelando el Estado para empobrecer a las clases más desfavorecidas, regalar las riquezas del país a gente como Elon Musk, animar a la evasión de capitales de las clases adineradas o, como afirmó recientemente, gobernar para «llenarles los bolsillos» a los empresarios.

Una cosa terrible de su libro, discúlpeme el spoiler, es la impunidad y las escasas, casi nulas consecuencias legales o penales de los delitos cometidos por la extrema derecha argentino-española. ¿Vamos por el mismo camino en esta secuela?

Me considero una persona optimista. Tanto que, en ocasiones, rozo lo iluso y lo ingenuo. Por tanto, me gustaría pensar que esa impunidad que ha hecho que muchos de esos criminales murieran sin ser detenidos o, habiéndolo sido, fallecieran sin sentencias firmes de culpabilidad porque no llegaron a ser procesados, finalizase de una vez por todas. No obstante, y perdón también por el spoiler, la realidad parece empeñarse en desmentirme. El gobierno de Milei, especialmente la facción liderada por su vicepresidenta, Victoria Villarruel, está preparando una ley para liberar a los genocidas condenados por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura de 1976. Una situación que hace que, en términos de acabar con la impunidad, el futuro no parezca muy halagüeño. Pero el problema no es solo argentino, en España no estamos para dar lecciones, precisamente. Más de 80 años después de la Guerra Civil, hay familias que no pueden desenterrar a sus familiares asesinados que están enterrados en fosas comunes o en cunetas porque los gobiernos de la ultraderecha, incluyendo en esa ultraderecha al Partido Popular, dificulta las exhumaciones. Cómo será la cosa, que ni siquiera se están pidiendo responsabilidades penales sino cuestiones de mera humanidad y ni aún así lo aceptan los miembros de la ultraderecha española. En todo caso es comprensible: muchos de los fundadores del Partido Popular o Vox o los padres de los actuales líderes de esos partidos (y alguno del PSOE, todo sea dicho) han podido tener responsabilidades de tipo criminal en la postguerra o la dictadura y, claro, nadie quiere tener que ir a visitar al abuelo o al tío en la cárcel en Navidades. Y no estamos hablando de personas anónimas, sino de familias principales, como la de Manuel Fraga, Martín Villa o Alberto Ruiz Gallardón, cuyo suegro fue despedido en su funeral por sus amigos cantando el Cara al sol mientras hacían el saludo romano a las puertas de una iglesia en pleno centro de Madrid.

 

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