Otero Saraiva de Carvalho, el último héroe portugués

25 de Abril de 2024
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Otero Saraiva

Otelo Saraiva de Carvalho es uno de los grandes mitos de la historia reciente de Portugal. Y como todos los mitos, su figura despierta pasión, crítica y controversia. Héroe del movimiento revolucionario que derrotó y sepultó a lo que quedaba de la dictadura salarazista, que encarnaba Marcelo Caetano, y líder de aquella operación, un golpe de timón conocido como la Revolución de los Claveles, que se gestó en apenas unas horas de un lejano 25 de abril de 1974.

Su figura, a pesar de algunos errores en el camino, como haber apadrinado a un grupo político que defendía la lucha armada -Fuerzas Populares 25 de Abril-, nunca pasó desapercibida en la sociedad portuguesa y ya ha entrado en la historia con mayúsculas por su papel protagónico en los hechos que cambiaron el curso de Portugal para siempre. Otelo, siempre fiel a esos versos de la canción de José Afonso (Grándola, vila morena) emitida por Radio Renascençacomo aldabonazo del golpe, siempre creyó que “el pueblo es quien más ordena”. Los ideales de la Revolución de los Claveles, como las nunca marchitas flores sobre las bocas de los fusiles de los humildes soldados que acaban de derribar a una larga dictadura, siempre estuvieron presentes en la vida y obra del capitán Otelo, fallecido casi en el olvido y la desmemoria de una sociedad que quizá no supo honrar a su último héroe. Descanse en paz. 

¿Cómo ve a Portugal hoy? ¿Ha cambiado o se estancó tras la Revolución de los Claveles? ¿En qué momento se encuentra según su opinión? 

Veo a mi país con una sensación de disgusto. Nosotros, cuando creamos y pusimos en marcha el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) que llevó adelante el 25 de abril, un acontecimiento conocido mundialmente, nuestra ambición era tornar, caminar hacia un país diferente al que habíamos conocido durante 48 años de fascismo, elevando tras el movimiento un mayor nivel de vida a todos los niveles: social, cultural, político y económico. Esa era nuestra gran esperanza para este país. 

No olvidemos que entonces el 40 por ciento de la población portuguesa era analfabeta, la mortalidad infantil era enorme, era un país muy atrasado con respecto al mundo, carecíamos de industria y teníamos una agricultura paupérrima, muy atrasada, incluso teníamos que importar productos del exterior para garantizar la alimentación de los portugueses. 

Y, por tanto, era un país muy subdesarrollado; quizá solo funcionaba por el aspecto turístico, ya que teníamos grandes atractivos y muchas playas. Pero el nivel de vida era muy bajo y, precisamente, los turistas venían porque nuestros precios también lo eran. 

Nuestra esperanza era que después del 25 de abril, con la democracia que traería el movimiento, que respondía a los anhelos de todo el pueblo portugués, teníamos que trabajar por modernizar y desarrollar el país. Esperamos que con esta democracia que poníamos en marcha nuestros anhelos y esperanzas para el pueblo portugués se pusieran en marcha. 

Sin embargo, ahora vemos que con la nueva crisis financiera Portugal se vuelve a encontrar en una situación muy difícil. Se generó una crisis que ha traído pobreza y ha llevado al 15 por ciento de la población activa al desempleo. Muchas empresas, además, han cerrado en un proceso de destrucción de nuestra economía imparable y una clase media que se formó tras el 25 abril está en peligro, incluso pasando necesidades, hasta el hambre ha aparecido. 

Esta situación tan compleja, tan preocupante, finalmente acabó con un sueño que teníamos para este país que no se ha concretado, me atrevería a decir que hasta evaporado. Estos hechos explican por qué el país está disgustado, enfadado con su clase política. 

España y Portugal han vivido un momento muy parecido en lo político, ¿cómo juzga esa situación? 

La izquierda que consideramos tradicional ha decepcionado, eso está meridianamente claro. Aquí en Portugal las cosas  se encuentran en una situación muy difícil. Los partidos impidieron un proyecto distinto del que tenemos ahora mismo.

Aquí en Portugal las cosas estaban claras, pues contábamos con una democracia de corte occidental, parlamentaria, en la que jugaban con verdaderas opciones de gobierno los socialistas y los socialdemócratas, mientras que los comunistas obtenían unos pobres resultados. La izquierda revolucionaria, por ejemplo, tampoco tuvo éxito en Portugal y existió fugazmente un partido, la UDP, que repetía cada elección su único escaño, pero nunca llegó a ser una fuerza determinante en la escena portuguesa. 

La izquierda revolucionaria, la no alineada y que no estaba ligada a los grandes partidos tradicionales, solamente tuvo un momento de gloria, de éxito, cuando participé en una campaña presidencial, en 1976, en que alcanzamos el 16 por ciento de los votos, que fue un hecho muy importante y de una gran transcendencia. Fue un momento en que se produjo la aglutinación del voto tradicional de izquierdas, de los partidos socialista y comunista, en un candidato que venía de la izquierda revolucionaria. Pero después este movimiento se diluyó, al tiempo que yo fui consciente, con el paso de los años, que esta democracia de carácter occidental y parlamentario no atendía ni entendía los anhelos que tenía el pueblo de cambio y avance. 

Yo percibía, sobre todo desde los acontecimientos que se sucedieron tras el 25 de abril, que quizá había que desarrollar otro modelo de democracia directa, más participativo, en que contasen más los ciudadanos y menos los partidos. Pero claro los partidos tradicionales de izquierda y de derecha tenían miedo y decían que este discurso no era democrático; estas formaciones querían el poder político y el económico, atendían a sus propias lógicas para conseguir influencia y cargos. Y, por tanto, los partidos tradicionales se convirtieron en grupos que luchaban por el poder y beneficios para sus direcciones. Así comienzan a ocurrir las cosas que todos conocemos, como la corrupción, el clienteismo, el reparto de los cargos y prebendas que se otorgan desde el poder. 

Muchos llegaban al poder y lo primero que hacían era repartir los cargos entre sus amigos y familiares, contribuyendo al desprestigio de los partidos políticos, y a que estas formaciones acabaran corrompidas y no atendieran a las demandas de la gente. 

Por mi parte, nosotros atendíamos a ese modelo de democracia directa que quiere entender las necesidades del pueblo, pese a que somos una clase media no tan golpeada por la crisis, pero que creemos entender las necesidades del país. Pero no podemos olvidar que hay una clase trabajadora, en el campo, en la industria, en las oficinas, que está en una situación muy difícil, diría que hasta pasa momentos de angustia.

Nadie sabe a ciencia cierta qué empresa va a cerrar, qué trabajador va a ser despedido, vivimos unos tiempos muy difíciles. La democracia directa no interesaba a estos grupos políticos que monopolizaban el poder y no lo querían compartir. 

Luego también para Occidente, incluidos los Estados Unidos y el Reino Unido, Portugal fue una suerte de laboratorio de un país que salía de una dictadura y que amenazaba con crear un régimen peculiar que podía poner en tela de juicio a los modelos de democracia parlamentaria y occidental. Se respiraba un ambiente que no presagiaba nada bueno. 

Portugal fue un laboratorio de un país que salía de una dictadura y que quería crear un régimen peculiar que dudaba del modelo democrático occidental  propiciando algo nuevo, se estaba gestando algo que respondía a los deseos del pueblo, muy distinto al modelo occidental. En mi visión, el camino podría ser la democracia directa, pero los que ocuparon el poder no querían perderlo y acabaron con la revolución, ya que el programa del MFA que había puesto en marcha el 25 de abril fue traicionado. Luego llegaron las elecciones generales y presidenciales, para que los partidos tradicionales se hicieran con el poder. 

Parece que vamos hacia un modelo político en que en Europa nos dominan los burócratas y los economistas, ¿no es así? 

Vemos Grecia, Italia, Alemania, España y Portugal, con gobiernos trabajando para hacer reformas impopulares. La política fue dejada a un lado y muchos economistas, incluso algunos responsables de la crisis que padecemos, son los que dictan las decisiones que afectan a nuestra vida y llevan a cabo medidas muchas veces, la mayoría, impopulares. Muchos de estos responsables de la crisis ahora la hacen frente generando grandes sacrificios a la ciudadanía. ¿Cómo es posible? 

La ciudadanía ante la crisis social y política

¿Y qué respuesta se puede dar desde la ciudadanía ante lo que está ocurriendo?

Se están creando movimientos, algo se mueve en la ciudadanía, para buscar alternativas. Hace falta un liderazgo para estos nuevos movimientos, y también la conciencia de que no se está haciendo lo que se debería hacer. El movimiento del 25 de abril trabaja todavía en esa dirección. También la izquierda tiene que dar alternativas a la crisis más allá de la austeridad, ya que las hay. 

Se ha impuesto una política de austeridad brutal que impone grandes sacrificios a los ciudadanos, se han impuesto nuevas cargas fiscales que ahogan a los países y, en definitiva, se está abocando a las capas medias y a las más desfavorecidas a pagar una crisis que no provocaron. Gente con sueldos muy pequeños tiene que hacer grandes esfuerzos para vivir. Hay que buscar alternativas desde la ciudadanía, como las grandes movilizaciones que se han dado en España y en otros países, para buscar respuestas a lo que estamos viviendo, que es una situación crítica que genera malestar social. Un buen ejemplo de estos nuevos movimientos de contestación a los que me refiero los tenemos en las manifestaciones mineras que se dirigen a Madrid. No podemos seguir aceptando estos ajustes fiscales tan duros que recaen en los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Estamos en manos de los mismos que han provocado la crisis. 

¿Parece el final de la clase media, no cree?

Pues sí, porque ya el proceso de descomposición se está extendiendo desde Grecia hasta Italia, España, Irlanda y la misma Portugal, es decir, toda la periferia de Europa. Europa sufre una profunda crisis y parece que vamos a continuar por este camino de la austeridad al coste que sea; vivimos un mundo más complejo en donde emergen nuevas economías, hay mayor competencia y nadie sabe cómo hacer frente a esta coyuntura realmente adversa en todos los sentidos. 

Portugal está inmersa en esa crisis, pese a que tiene gente muy cualificada y buena trabajadora, y tengo dudas con respecto de sí se están dando las respuestas adecuadas. Somos un país pequeño, de una economía limitada y que exporta poco, tenemos muchas dificultades para salir adelante. La coyuntura internacional es muy adversa para países como nosotros, mientras emergen unos nuevos mercados, como Rusia, China y Brasil, que compiten directamente con Europa. 

¿Por qué abandonó la política portuguesa?

Nunca me consideré político ni me interesó como tal la política. Participé en el 25 de abril para poner este movimiento al servicio de millones de portugueses y que tuvieran una vida digna, gozando de la vivienda, la educación y la salud; teníamos unos objetivos básicos para llevar la dignidad a Portugal y mejorar las condiciones de vida. Esa era para mí la política: luchar contra el fascismo. Teníamos que modernizar la industria y la agricultura para que el nivel de vida subiese. Nuestro objetivo era que el país estuviese al nivel de todos los países europeos. 

Después del 25 de abril tomé conciencia de que había que hacer más cosas y participe en dos elecciones presidenciales, incluso tenía previsto participar en otras elecciones, pero el Partido Comunista Portugués (PCP), que controlaba numerosos resortes de la vida política del país, tenía miedo de que el electorado de nuevo se uniese a mi candidatura, a mi aspiración presidencial; los comunistas, entonces, prepa- ron una operación para que fuera encarcelado. Así se organizó una gran pesquisa policial contra mí y contra un supuesto grupo revolucionario. Era una historia que venía de lejos, ya que yo estaba trabajando en un proyecto popular y revolucionario alternativo al que representaba la izquierda tradicional. 

Este movimiento, obviamente, incomodaba a muchos, pero especialmente a los comunistas. La consecuencia fue que nos pusieron fuera de la Ley y fui detenido por mi intención de seguir participando en varios procesos electorales como cabeza de lista del Frente de Unidad Popular (FUP). Los comunistas se habían hecho fuertes en la policía judicial e impidieron que me presentara, que siguiera adelante, mediante ese proceso, esa es la verdad de toda esta historia. Así fue posible que fuera encarcelado durante años de una forma injusta acusado de ser el mentor intelectual de algo de lo que no era. 

Portugal y el 25 de abril

¿Fue justa la sociedad portuguesa con el movimiento que representaba el 25 de abril?

No, no fue justa, definitivamente. Se han realizado homenajes, inauguraciones, discursos y placas, pero no ha sido un reconocimiento general, diría. Todos los años recordamos el 25 de abril, pero el poder muchas veces se resiste a pensar que está realmente ahí porque existió este movimiento de los militares dentro de las Fuerzas Armadas de entonces. Muchos políticos olvidaron que esta democracia que tenemos hoy fue fruto del movimiento del 25 de abril. Los mismos políticos, por cierto, que son hoy responsables del actual estado de cosas caracterizado por la corrupción y la grave crisis económica. Nosotros teníamos una idea distinta del país que queríamos, luchábamos por un cambio, por tener un Portugal distinto y después las cosas no fueron como pensábamos. 

¿Fue la izquierda de entonces la responsable de que se truncara ese espíritu de cambio al que se refiere? 

Hubo un claro rechazo de los comunistas porque saben que el movimiento no provenía de su lucha durante la dictadura, sino del interior de unas Fuerzas Armadas que estaban descontentas con el estado de cosas que vivía el país. Los comunistas se adhieren al 25 de abril porque comprenden que el movimiento tiene un gran apoyo popular y lo pretenden capitalizar claramente. En lo que respecta a los socialistas, hay muchos cuadros y militantes que siguen teniendo mucha simpatía por lo que representó este espíritu del 25 de abril entonces y ahora también, ya que significó un combate por la libertad. 

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