En nuestro primer artículo sobre Antienvejecimiento planteábamos la necesidad de gestionar bien la salud como gesto elemental. Y en esta gestión está claro que la dieta es un elemento esencial. Por dos razones: por la hipocrática de “somos lo que comemos” y por la de Linus Pauling de “somos lo que absorbemos”. Así que atención a lo que comemos, pero también a la personalidad de nuestro intestino, más cómodo con unos alimentos que con otros o quizá intolerante con algunos componentes.
En este sentido, habrá que hacer especial atención a la lactosa y a las proteínas de leche y suero lácteo, así como al gluten. Las primeras, porque se da la circunstancia que los mamíferos estamos diseñados para dejar de fabricar lactasa al dejar de ser amamantados. La lactasa es la enzima que digiere y metaboliza la lactosa. Así que si dejamos de tomar leche un tiempo, el hecho de que nuestro organismo deje de fabricar lactasa no es una anomalía, sino un hecho planificado. Lo que sucede es que casi siempre seguimos tomando leche de una u otra procedencia y seguimos fabricando lactasa. Y las intolerancias al gluten, antes de origen genético y familiar, ahora han aumentado con la aparición de los transgénicos.
Dicho esto, la tercera cuestión respecto de la dieta estaría en la cantidad. Porque está probado científica y sociológicamente, que la restricción calórica alarga la vida. El grupo de investigación de la doctora María Blasco, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, ha trabajado muchos años en la investigación del rol de los telomeros y la telomerasa en el envejecimiento y en el cáncer. Los telomeros son las puntas de los cromosomas que son como el símbolo de la edad porque son muy largos cuando nacemos y muy cortos en las personas de edad avanzada. De modo que hoy en día se puede hacer un análisis que nos diga nuestra edad biológica, que puede no ser la misma que nuestra edad cronológica. La telomerasa es la sustancia activa con capacidad de alargar estos telomeros. Pero está ligada al cáncer, de manera que si se confiere a las células la capacidad de inmortales, al activar la telomerasa, esta capacidad la tienen las cancerígenas. Hecho que pone en evidencia que la activación de la telomerasa, hoy posible, es un tema polémico y delicado. Sin embargo, el mercado, hoy en día, ya nos ofrece esta posibilidad a través de un producto denominado TA-65, el cual para impedir efectos negativos, solo permanece activo durante 48 horas. Cuestión que permite una pequeña elongación de los telomeros, evita el peligro cancerígeno y además, el producto ha de repetirse en el tiempo, algo que suprime el riesgo y aumenta sus posibilidades de mercado.
En uno de tantos experimentos, el grupo aludido alimentó a ratas de laboratorio divididas en tres grupos. Uno comió lo que le apeteció durante un tiempo. Otro grupo tuvo racionada la comida. Y un tercer grupo, no solo la tuvo racionada, sino menguada. Y este tercer grupo vivió más. De modo que quedó demostrado a nivel de laboratorio que la restricción calórica aumentaba la longevidad. Pero es que el resultado de esta experiencia coincide con las aportaciones hechas a nivel epidemiológico por los grupos de poblaciones centenarias del mundo. Sally Beare, en su libro “Los secretos de la eterna juventud” recoge una serie de estudios realizados en grupos de población centenaria, como los de la isla de Okinawa en Japón, o los del valle del Hunza en Pakistán, y en Italia, los de Campodimele, entre otros. Y al serles preguntado qué tipo de vida hacen y qué dieta siguen, todos coinciden en que toman solo lo necesario y que siempre comen menos de lo que comerían. Son, además, gente sencilla, con una vida social activa y que se ayudan unos con otros. Incluso hay que remarcar que los viejos ayudan en el campo o en la pesca a los jóvenes y no dejan de estar activos. Su dieta es de mucha verdura que casi siempre cultivan ellos mismos, y pescado, unos de mar (Okinawa) y otros de río (Valle del Hunza). Estos últimos aseguran que toman muchos albaricoques, que es una fruta que forma parte de su cultura. Pero de ella toman inclusive las almendras contenidas en sus semillas. Y se ha comprobado que estas semillas almendradas contienen vitamina B17, denominada asimismo amigdalina o laetril, una substancia formada por dos unidades de glucosa, una de benzaldehído y una de cianuro. Tiene muchas propiedades, entre ellas que puede prevenir la aparición de células cancerígenas.
Pero, además la restricción calórica tiene otras ventajas: menor producción de radicales libres, lo que se traduce en antienvejecimiento, menor daño celular, menor riesgo de cáncer, aumento de los niveles de enzimas protectoras de SOD (super óxido de dismustasa -), los cuales neutralizan los radicales libres.
Pero también hay que considerar que cuando un individuo restringe su ingesta, en el momento que las células tienen hambre inducen a funcionar la sirtuina (SIRTI) una enzima que contribuye a la regulación celular. En realidad, eso lo explica de un modo muy práctico y comprensible, el doctor Hirosmi Sinhya en “La enzima prodigiosa” y dice que es como si la célula hambrienta sacara a pasear las sirtuinas que califica como de “barrenderos celulares” que limpian el espacio intercelular, el cual cometido es muy necesario para evitar toxinas innecesarias. De hecho, él aconseja que el ayuno sea intermitente cada día, cenando antes de las siete y no más tarde de esta hora, de manera que el organismo pueda descansar sin digestión más de doce horas cada día. Y en este tiempo, que las sirtuinas hagan su trabajo.
Esta teoría enlaza con la del doctor Alberto Martí Bosch sobre el origen del cáncer, ya que él opina que, precisamente, este se origina cuando el espacio intercelular está sucio y abigarrado, de manera que la célula no puede respirar y no le llega oxígeno y se convierte en célula anaerobia o cancerígena para sobrevivir.
A todo ello, últimamente, vienen a sumarse las investigaciones del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres que ha establecido que el ayuno intermitente es también un buen medio para mejorar la retención de la memoria y generar nuevas neuronas en el hipocampo. Los investigadores han realizado esta experiencia en ratones. Han publicado su estudio en Molecular Biology asegurando que una dieta restringida en calorías a través de un ayuno intermitente que puede ser de cada dos días, es un medio eficaz para promover la expresión del gen de la longevidad denominado Klotho. Y se ha demostrado que este tiene un rol primordial en la producción de nuevas neuronas en el hipocampo, las cuales son definitivas para la formación de la memoria y se sabe que su producción se reduce con la edad, por lo que esta práctica impediría el deterioro cognitivo. Recordemos que el hipocampo es la región cerebral situada en el lóbulo temporal de la corteza cerebral. Forma parte del sistema límbico o emocional, pero también funciona como archivo de la memoria.
La evidencia de estas teorías sitúa la restricción calórica y el ayuno intermitente como una bendición para alcanzar una longevidad saludable.