Aparecen los primerosresultados del estudio epidemiológico auspiciado desde el Ministerio deSanidad. Un 5% de la población española ha pasado ya la COVID-19, con unavariabilidad muy importante, que va desde el 1,4% de Murcia a multiplicarse por10 en Soria, que llega hasta el 14,2%. Comparadas con las cifras de paropodríamos deducir que mientras a unos les toca sufrir la enfermedad, otros,Andalucía o Extremadura muy inferior a la media, en torno al 2-3%, pagan susconsecuencias económicas con tasas de paro que llegan sobrepasan con claridadel 20%, de siete a nueve puntos más, un 50% superior a la media nacional.
Más allá de que estosdatos muestren las costuras de nuestro país supongan toda una radiografía, unametáfora de cómo está estructurado en cuanto a igualdad, toca alegrarse. Almenos por una vez a lo largo de la pandemia, porque el confinamiento ha sido unéxito. Sí, ha habido muchos errores por parte de una civilización europea quese creía inmune a los males de otros, una soberbia que ha costado miles demuertos. Pero el confinamiento como medida de atajar la propagación, ha sido unéxito. Al menos como media de unos datos que reflejan, mal que les pese aquienes persistirán en la negación de toda evidencia científica, que lasmedidas emprendidas fueron las correctas, y la actuación de los españoles que lasaceptaron, también. Unas medidas dicen los negacionistas, contrarias a laeconomía, aunque más bien lo sean a sus intereses, al modelo económico queseguimos (porque hay otros) y que nos ha traído hasta aquí, pues cada vez haymás evidencia científica, y lo siento otra vez, de que el origen real de lapandemia está en la agresividad medioambiental de dicho modelo y en los dramáticoscambios que ha originado en el planeta, que ha decidido defenderse de nuestraespecie. Vamos, que el virus es un mandao, nada más, del planeta, el primerescuadrón de ataque contra nosotros.
El confinamiento halimitado el contagio al 5% y, lógicamente, no hemos conseguido alcanzar lainmunidad de grupo que pretendía lograr a pelo Boris Johnson y que tantamortalidad está provocando en el Reino Unido. La vacuna, por tanto, siguesiendo necesaria, y en ausencia de tratamientos eficaces para combatir laCOVID-19, digan lo que digan las empresas farmacéuticas con intención de moversu cotización en bolsa, hasta que no se obtenga un remedio efectivo,farmacológico o inmunológico. Volver a la casilla de salida en las medidas deprevención nos obligaría a regresar a medidas de confinamiento estrictas o atener que apostar por una economía mortal, al estilo anglosajón o brasileño quetantos devotos tiene en el madrileño barrio de Salamanca.
Que el 5% de la población haya sufrido la infección nos indica que su capacidad de contagio es muy elevada, pero también que la mortalidad real del virus está en torno al 1,1%. Otro dato, tranquilizador por un lado en cuanto a mortalidad, y preocupante por contagiar en dos meses a casi tres millones de personas. Una vez más se demuestra que el distanciamiento social es preciso mantenerlo. Porque el riesgo real era y es que el sistema sanitario salte por los aires. Un sistema sanitario público que ahora alabamos y nos acordamos de él, pero que ha sido debilitado durante años, una vez más, por políticas neoliberales que lo han infradotado, que han rebajado nuestro derecho a la salud y están engordando los bolsillos de intereses particulares. Ahora que se propone blindar en la Constitución a la sanidad pública, sería bueno reflexionar acerca de ella. Sin duda, merece un capítulo aparte.