Las emociones

08 de Diciembre de 2020
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El mundo emocional que llevamos dentro es tremendamente rico y variado. En diversas tradiciones se ha comparado con un mono, un tigre, un buey o un cisne, pero es difícil abarcarlo con  un solo símbolo, porque éstas, las emociones, van de la ira a la ternura, algunas las compartimos con los animales y otras son estrictamente humanas.

Se ha hablado mucho sobre ellas, sobre si hay que conducirlas, reprimirlas, racionalizarlas, o expresarlas de una manera o de otra.

Son un enigma, porque en parte proceden de procesos bioquímicos en el cerebro, y en otra son fruto de la imaginación, la interpretación conceptual del mundo, las cosas, las personas y los fenómenos que ocurren.

Hay personas que enferman por la vivencia reiterada de las de tipo negativo durante un largo periodo, o en un momento de mucha intensidad. Otras que se proponen altas y ambiciosas metas por ellas y llevan a cabo grandes proyectos.

En realidad somos un ente que tiene tres tipos de input: los intelectivos (razón, imaginación e intuición), las sensaciones (dolor, frio, placer, etc) y las emociones. Y todo nuestro trabajo en mundo está motivado por tener vivencias agradables en estos órdenes. Todo lo que percibimos es mental, de una clase o de otra.

Las emociones son como el agua, en estados más o menos sutiles, pueden ser sólidas, y entonces la vivencia es muy intensa, o liquidas y gaseosas en cuyo caso se notan más sutilmente.

Y sin duda es bueno  darles salida, el arte es  una manera, y el mismo, es emoción sublimada, aliada con una expresión bella y armónica nos conmueve y nos provoca. Pero también un abrazo y una carta, y mil expresiones humanas son una exteriorización de la emoción.

Habríamos hecho muy poco sin las emociones, con la sola y fría razón, la imaginación sin sensación, o la intuición sin motivación.

Pero hay que tener cuidado porque hay entidades y personas expertas en manipulárnoslas,  para que respondamos de una determinada manera, casi sin darnos cuenta.

La reina de las emociones es la paz, que es más que una emoción, es el reflejo de la conexión con uno mismo a un nivel profundo, y signo de armonía interior, porque ellas nos dicen como estamos por dentro, que estamos pensando de nosotros mismos y del mundo, aunque algunas vienen de lugares muy profundos, nos hacen a veces cambiar de vida totalmente y en gran medida nos llevan a donde quieren, aunque previamente nosotros las hayamos incentivado en una dirección o en otra.

Dicen que: “la mente es un buen sirviente pero un mal amo”, pero las emociones son un tipo de mente un tanto especial, con ellas nuestro maestro interior nos advierte y nos estimula. Reflejan deseos perdidos, anhelos insatisfechos, grandes alegrías, duras frustraciones y un abanico inmenso y colorido de tonalidades, a veces simultáneas de sabores interiores.

Para sanar las emociones hay que utilizar la consciencia, la aceptación, el perdón y la paz. Y aprender a vivir en presente con amor a uno mismo y a los demás como decía Cristo, ésta es una breve y buena receta de salud psicológica. Claro que a veces el mar es bravío, pero si uno se mantiene al timón firme, y percibe la belleza de la tormenta, ella termina por pasar.

Tenemos una gran necesidad de aprecio, valoración y significado porque no nos amamos lo suficiente, y lo buscamos en los demás, pero el nuestro está siempre disponible no así el de otros, amemos además de la forma que tenemos en el mundo, el alma que es la base de él, esto nos mantendrá siempre en la luz, aun en la noche más tenebrosa.

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