Steven Spielberg buscó exteriores en varios continentes para ‘El Imperio del Sol’. Eligió la luz de Trebujena para rodar una película que lo puso en el mapa del mundoSteven Spielberg, el cineasta más creativo y demandado de Hollywood, buscó exteriores en varios continentes para la versión cinematográfica de la novela ‘El Imperio del Sol’ (1987). Eligió la luz de Trebujena para rodar una película que lo puso en el mapa del mundo sin que sus gentes pierdan el horizonte de sacar adelante trabajos, empresas y sus familias. Este pueblo no deja indiferente a nadie.Vemos que Trebujena tiene polígonos industriales, bodegas, buenos servicios y esa calma de la Andalucía profunda que trabaja silente y celebra con alborozo las tradiciones con esa alma obrera de sus vecinos, los mismos que votan en las urnas a la izquierda desde hace décadas para designar su gobierno municipal.El último Guadalquivir, antes de entregarse al Atlántico, es parte de la médula trebujenera. Sus pescadores se sienten furtivos porque les prohíben sacar angulas y camarones de tan turbias aguas, las mismas que también navegan mercantes y cruceros Río arriba y abajo hasta Sevilla o Sanlúcar, o esas lanchas del narco con alijos que envenenan a nuestros jóvenes. Los pescadores se sienten agraviados, pues esa pesca es legal en otras comunidades españolas menos cicateras.Pero vayamos a lo positivo. Las crías de anguila en Trebujena son un tesoro gastronómico. Hasta el más tozudo comensal no deja de emocionarse tras zamparse una cazuela aunque sus precios hacen que sólo gourmets con el bolsillo lleno puedan darse ese banquete. Nada que ver con el bodrio sintético (surimi) e imitaciones de frutos de mar que manosean el nombre de las anguilas precoces para vender química bien comercializada.
La geografía gastronómica española es infinita. Descubrimos tesoros y joyas en cualquier rincón. El Bajo Guadalquivir es una esquina a la que hay que ir ex profeso pues las dos únicas provincias patrias incomunicadas por carretera son Huelva y Cádiz. No cae de paso para el viajero esta zona, aunque parece entrañar una ruta del buen yantar que exige visita.Trebujena está frente al Coto Doñana, es ribera de ese Guadalquivir lángido inundado por meandros que arrastran limo desde el valle que arranca al poco de nacer el río en la provincia jiennense. Las mareas llevan hasta allí el mejor fruto de mar y fluvial. El maridaje es perfecto por la relativa salinidad del agua por la zona trebujenera.Sus moradores saben que viven en lugar importante. El pueblo, con casi 8.000 habitantes, linda con Lebrija, Sanlúcar de Barrameda y Jerez. No se pierde en sus tierras las características de la albariza. Ni de las marismas del Guadalquivir que enterraron el lago Ligustinus y hasta una Atlántida que dormita allí según el arqueólogo germano Adolf Schülten.La quintaesencia de Trebujena son sus fértiles campos, vides enfiladas, ganado con marca y buenos caldos. Trebujena tiene santo y seña con sus incontables emprendedores comprometidos con el desarrollo local y la economía sostenible. Desde fuera es un pueblo que invita por su encanto.El microclima de la zona, atardeceres mágicos y una paz que respiran sus calles con casas encaladas son sus argumentos. Encontramos en Trebujena el merecido descanso y relax del urbanita harto de bloques-hormiguero, calles llenas de autos contaminantes y prisas por llegar tarde a toda cita.
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