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“He conocido a hombres que han tenido ideas perturbadoras que pasaron por sus cabezas como nubes negras y, en muchos casos, se alejaron”

Antonio Soler retrata en ‘Yo que fui un perro’, bajo el formato del diario personal, el perfil de libro de un joven maltratador en ciernes a través de sus propias reflexiones íntimas

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análisis

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Introducirse literalmente en el cerebro de un ser atormentado desde su más tierna juventud, que ya comienza a evidenciar síntomas de maltratador en ciernes, no es fácil, pero el escritor malagueño Antonio Soler (1956) lo ha logrado de un modo detallista, preciso y sin ambages. En este logro ha tenido mucho que ver, además de su estilo depurado y limpio, el formato narrativo empleado, el diario personal, donde el protagonista, un joven estudiante universitario de Medicina, cuenta en primera persona lo que hasta ayer mismo se denominaba sin rubor una “relación tormentosa” con su pareja y hoy ya se ve claramente como una relación tóxica de maltrato psicológico creciente e imparable.

El germen de esta novela lo halló casualmente allá por 1991, fecha en la que también transcurre la acción, en unas cuartillas manuscritas “de procedencia incierta”. ¿Por qué tanto tiempo hasta convertirlas una obra de ficción?

En aquel tiempo tenía otros proyectos literarios, y aunque el tono de aquellas páginas me impresionó mucho, el hecho de tener otras ideas sumado a la falta de seguridad en mí mismo a la hora de poder abordar en ese momento una novela a partir del texto me hicieron dejar en un cajón aquellas cuartillas. Fue pasando el tiempo, fueron surgiendo nuevas ideas y novelas y solo hace un par de años decidí volver a leer aquel fragmento de diario para comprobar si me producía el mismo efecto, la misma perturbación. Y como efectivamente fue así, decidí planificar el modo en el que podía contar esa historia.

¿Mantener la perspectiva narrativa del dietario en primera persona para su novela ha sido una forma de otorgar cercanía y credibilidad a su eje argumental?

Entre otras cosas, sí, exactamente. Lo que más me interesaba era centrar la historia en ese personaje, en su trasfondo y en sus contradicciones. Y para eso nada mejor que dejarlo hablar, que nos dé su idea del mundo y de los demás. Porque a medida que va dibujando el perfil de las personas que lo rodean lo que realmente está llevando a cabo es un autorretrato, mostrando su propio perfil psicológico.

Vaya de entrada que el protagonista, un joven estudiante de Medicina, es un ser despreciable sin paliativos, se mire como se mire. Usted, como autor, no sólo no busca la complicidad para exculparlo en cierto modo hacia el lector sino que aumenta lo rechazable de una personalidad tan atormentada como acomplejada y llena de nubarrones negros.

Yo creo que no se trata de un personaje en blanco y negro. Tiene bastantes grises. Desde luego es un manipulador, pero también es alguien atormentado. Esto no es un eximente ni una justificación de su conducta, pero creo haber conocido a bastantes hombres que en su juventud o en sus inseguridades han tenido pensamientos, celos, ideas perturbadoras que pasaron por sus cabezas como nubes negras y, en muchos casos se alejaron. En el caso de mi personaje esas nubes son más densas y persistentes.

Ningún manipulador o maltratador nace manipulador ni maltratador, se hace. ¿Dónde y cuándo se tuerce el camino de una persona así?

Supongo que cada caso es diferente y que hay condicionantes de todo tipo. Educación, entorno familiar y social, genes, personalidad. Al final eso es lo que somos todos, una suma de factores. De esa suma y del control que sepamos tener podremos llegar a un puerto o a otro.

¿Hasta qué punto todos somos víctimas de nuestras circunstancias?

Creo que las circunstancias, siguiendo el dicho de Ortega, son una parte fundamental de cada uno. Pero luego está el Yo, el sumando que unido a las circunstancias determina lo que somos y nuestros actos. Y lo vemos siempre. Las circunstancias condicionan, pero bajo unas mismas circunstancias hay reacciones muy distintas, a veces radicalmente contrarias. En momentos decisivos se puede actuar de modo generoso o miserable. Incluso una misma persona en un momento determinado puede tener una actitud ejemplar y en otro mostrar su lado más oscuro.

La novia del protagonista es el eje tanto de su diario como de su propia vida, una víctima de libro de un manipulador y maltratador sin discusión ni blanqueamiento posible. ¿Por qué aún es tan difícil detectar y rechazar este tipo de personalidades altamente tóxicas en nuestras vidas?

Porque, si no se trata de un tipo burdo, su comportamiento puede ser aparentemente normal mientras que sus pensamientos pueden ir por otro camino, alimentándose en silencio, cargando su batería de frustración y resentimiento hasta que estallan y se manifiestan a la luz del día. El animal sale de la cueva. Aunque bien puede ocurrir que se quede allí dentro para siempre. En esa tensión vive el protagonista de mi novela.

“Las circunstancias condicionan, pero bajo unas mismas circunstancias hay reacciones muy distintas, a veces radicalmente contrarias”

El joven estudiante de Medicina lee El árbol de la ciencia, la aclamada novela de Baroja, más como una excusa obligatoria que como una devoción que le sirva para iluminar su atormentada existencia. ¿Qué ha buscado simbolizar con este paralelismo?

Quería que el personaje tuviera una cierta ilustración, que leyese, aunque no fuese un experto en literatura. Esas lecturas y su formación justificarían que se exprese con cierta desenvoltura. El caso de El árbol de la ciencia me era especialmente útil. Primero porque su protagonista también es un estudiante de Medicina, un ser solitario, que cuestiona el mundo que le rodea. Y aunque su trayectoria en la novela de Baroja es diferente a la de mi personaje, en determinados momentos le sirve de espejo al mío, lo lleva a reflexionar sobre sí mismo. Y no siempre le gusta lo que ve ni lo que encuentra.

Si un psicólogo analizara en profundidad este diario de ficción, qué duda cabe que realizaría un exhaustivo diagnóstico clínico. ¿No cree?

Sí, de hecho he tenido ocasión de hablar con un par de psicólogos que han leído la novela una vez publicada y me han comentado que este personaje corresponde al perfil de un manipulador, de un individuo con determinadas carencias afectivas y sociales idénticas a las de pacientes que ellos han tratado en casos de violencia de género, ya sea física o psicológica, y también al de jóvenes que presentan las mismas características que mi personaje y que no han cruzado la línea del maltrato aunque se hayan movido muy cerca de esa línea.

Pese a ello, aún hoy nos empeñamos en calificar a los maltratadores y manipuladores como enfermos, cuando no lo son en absoluto, sino seres malvados en toda su dimensión, con todas sus facultades mentales intactas, como lo fueron Stalin, Franco o Hitler, sin ir más lejos. ¿Por qué este afán de blanqueamiento, simple desconocimiento?

Creo que si se ahonda en la mente de todos esos dictadores habrá un punto en el que se encuentre la gran falla, la gran quiebra emocional, psicológica o traumática que los llevaron a ejercer el autoritarismo, la crueldad y la falta de empatía. Puede resultar un trabajo científico interesante. Solo que de cara a la sociedad sus hechos, como los de los maltratadores, nunca estarán justificados. De ser así, cualquier criminal, del tipo que fuere, estaría exento de sus responsabilidades sociales y penales.

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