Alto el fuego en Gaza: Israel y Hamás sellan un pacto tras 15 meses de devastación

El acuerdo, respaldado por Estados Unidos, Egipto y Catar, contempla la liberación de 33 rehenes y la retirada parcial de tropas israelíes, mientras Gaza intenta sobrevivir a más de 46.700 muertes y una crisis humanitaria sin precedentes

15 de Enero de 2025
Actualizado el 16 de enero
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Ruinas del bombardeado hospital Al-Shifa en Gaza a manos de Israel | Foto: UNFPA/Dominic Allen
Ruinas del bombardeado hospital Al-Shifa en Gaza a manos de Israel | Foto: UNFPA/Dominic Allen 

Después de 15 meses de una guerra brutal que ha dejado más de 46.700 muertos en Gaza, siendo optimistas, pues la cifra real puede ascender a varios cientos de miles, Israel y Hamás han alcanzado un principio de acuerdo de alto el fuego. Este pacto, negociado con la mediación de Estados Unidos, Egipto y Catar, busca frenar temporalmente el conflicto, pero deja interrogantes sobre su efectividad y duración. La primera fase del acuerdo contempla la entrega de 33 rehenes por parte de Hamás, de los cuales se estima que al menos un tercio han fallecido, e Israel comenzará una retirada progresiva de sus tropas del norte de Gaza, además de liberar a presos palestinos. Sin embargo, la paz sigue pareciendo lejana.  

Este alto el fuego se produce en un momento de máxima presión internacional y cuando la Franja de Gaza vive una de las crisis humanitarias más graves de su historia. Los meses de enfrentamientos han arrasado infraestructuras, destruido hospitales y desplazado a miles de personas que luchan por sobrevivir sin acceso a servicios básicos. La firma de este acuerdo llega tarde para muchas víctimas y deja un paisaje devastado, donde la reconstrucción social y material será un desafío mayúsculo.  

Presión internacional y un acuerdo forzado

El acuerdo no surge de la voluntad de las partes, sino de la presión internacional. Catar, Egipto y Estados Unidos han sido claves en este proceso, logrando acercar posturas entre dos bandos irreconciliables. La investidura inminente de Donald Trump ha acelerado el proceso, reactivando una propuesta similar a la que Joe Biden presentó en mayo y que Netanyahu rechazó en su momento. La nueva coyuntura ha obligado a Israel a replantearse su estrategia, aunque no sin reticencias.  

El ministro de Exteriores israelí, Gideon Saar, ha calificado el pacto como “doloroso”, especialmente por la liberación de presos palestinos, a quienes ha tachado de “terroristas y asesinos peligrosos”. Esta declaración evidencia la tensión interna en el Gobierno israelí, que se debate entre la necesidad de recuperar a sus ciudadanos secuestrados y el coste político de ceder ante Hamás. Saar, quien acortó su gira europea para participar en la votación del acuerdo, dejó claro que el pacto no cuenta con un respaldo unánime dentro del Ejecutivo de Netanyahu.  

El pueblo palestino al borde del colapso

Mientras tanto, la población gazatí vive sumida en el miedo y la incertidumbre. Los intentos anteriores de alcanzar un alto el fuego han terminado en fracaso, lo que alimenta el escepticismo. A ello se suma la destrucción de infraestructuras básicas, el colapso sanitario y la escasez de alimentos y agua. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA) ha alertado de la imposibilidad de asistir a las miles de familias desplazadas que han perdido todo.  

La liberación de presos palestinos podría aliviar tensiones internas, pero también podría ser utilizada por Hamás para reforzar su narrativa de resistencia. La fragmentación política entre Hamás y la Autoridad Palestina complica aún más la posibilidad de una reconciliación y de un proceso de paz duradero. La población civil, atrapada entre las bombas y las decisiones políticas, sigue pagando el precio más alto.  

Un acuerdo con fecha de caducidad

El pacto se articula en tres fases, pero solo la primera tiene detalles claros. Durante las primeras seis semanas, Hamás entregará a 33 rehenes, mientras Israel comenzará a replegar sus tropas y liberará a presos palestinos. Sin embargo, los detalles de las siguientes fases permanecen vagos, lo que genera dudas sobre la viabilidad del acuerdo a largo plazo.  

Donald Trump no ha tardado en atribuirse parte del mérito, anunciando en Truth Social: "Tenemos un acuerdo para los rehenes en Oriente Próximo. Serán liberados en breve. ¡Gracias!". Este mensaje refleja la intención del nuevo presidente estadounidense de proyectar liderazgo en política exterior, aunque también revela la fragilidad del pacto, al depender de actores externos más que de un compromiso real entre las partes enfrentadas.  

El riesgo de que la violencia resurja

A pesar de la firma del acuerdo, las tensiones persisten. La desconfianza entre Israel y Hamás es profunda, y el menor incumplimiento de los términos podría desatar una nueva espiral de violencia. La liberación de presos palestinos es vista por algunos sectores de la sociedad israelí como una concesión inaceptable, mientras Hamás podría interpretar la retirada parcial de tropas como un logro que justifica su estrategia militar.  

Además, el hecho de que se liberen rehenes fallecidos incrementa el dolor de las familias israelíes, que esperaban el regreso de sus seres queridos con vida. Esto podría desencadenar protestas internas y aumentar la presión sobre Netanyahu, cuyo liderazgo se ha visto erosionado por la prolongación del conflicto.  

Una paz incompleta

Este alto el fuego es, en el mejor de los casos, un parche temporal. No aborda las causas estructurales del conflicto ni ofrece soluciones duraderas. La ocupación israelí, el bloqueo a Gaza, la expansión de los asentamientos en Cisjordania y la falta de reconocimiento mutuo siguen siendo obstáculos insalvables. Sin un proceso de paz inclusivo que involucre a todas las partes, la tregua está condenada a fracasar.  

Mientras tanto, la comunidad internacional celebra tímidamente el acuerdo, consciente de que su éxito es incierto. Los próximos días serán decisivos para comprobar si ambas partes cumplen con lo pactado o si este alto el fuego es solo una pausa antes de que estalle una nueva oleada de violencia.  

Un alto el fuego que sabe a poco

El principio de acuerdo entre Israel y Hamás supone un respiro, pero no una solución. La guerra ha dejado miles de muertos, familias destrozadas y un territorio devastado. El pacto es frágil y sus términos, insuficientes para garantizar una paz duradera. La retirada parcial de tropas y la liberación de presos palestinos son medidas que pueden aliviar tensiones momentáneamente, pero no resuelven el conflicto de fondo.  

La comunidad internacional debe ir más allá de la mediación de treguas temporales y presionar para retomar un proceso de paz real, basado en el respeto de los derechos humanos y el fin de la ocupación. De lo contrario, Gaza seguirá atrapada en un ciclo interminable de violencia y destrucción.

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