Una amistad con acento europeo: Sánchez y Starmer sellan una alianza de futuro

España y Reino Unido consolidan su nueva etapa de cooperación con un memorándum estratégico que supera viejas heridas del Brexit y marca una agenda compartida en defensa del progreso, la igualdad y el multilateralismo

04 de Septiembre de 2025
Actualizado a las 12:15h
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Una amistad con acento europeo Sánchez y Starmer sellan una alianza de futuro. Foto: Flickr Moncloa

Pedro Sánchez ha viajado a Londres con una agenda clara: reforzar el vínculo político y económico con el nuevo Ejecutivo británico y escenificar la sintonía entre dos gobiernos alineados en lo esencial. En su primer encuentro bilateral, Keir Starmer y el presidente español han firmado un memorándum de entendimiento que, sin ser vinculante, deja negro sobre blanco una voluntad compartida: convertir la relación hispano-británica en un pilar de estabilidad, modernización y cooperación internacional en tiempos inciertos.

Gibraltar, más cerca de Europa y más lejos del ruido

En medio del ruido que suele envolver cualquier cuestión relacionada con Gibraltar, la visita de Sánchez a Downing Street ha servido para enviar un mensaje diametralmente opuesto: es posible el acuerdo si se impone la voluntad política sobre el tacticismo. La desaparición de la verja en enero, prevista tras la ratificación del texto final del acuerdo entre la UE y Reino Unido, marcará un antes y un después en las relaciones entre La Línea y el Peñón.

Lejos de los viejos reflejos de confrontación —alimentados durante años por una derecha anclada en la nostalgia imperial—, el acercamiento actual se asienta en el pragmatismo, el entendimiento mutuo y la conciencia de que la cooperación transfronteriza es la única vía sensata. Así lo ha reconocido Sánchez al felicitar a Starmer por su papel facilitador en la negociación sobre Gibraltar, aún pendiente de su formalización definitiva pero con un impulso político sin precedentes desde el referéndum del Brexit.

En un gesto poco habitual en diplomacia, el presidente español elogió explícitamente la contribución del primer ministro británico, no solo al desbloqueo del dossier gibraltareño, sino también al tono de reencuentro entre Londres y Bruselas. Porque si algo distingue a Starmer de sus antecesores inmediatos es su voluntad de reconstruir puentes, no de volarlos. Y eso, para España, no es irrelevante: más de 300.000 británicos residen en territorio español y Reino Unido sigue siendo un socio comercial clave.

Una alianza progresista para un mundo cambiante

Más allá de Gibraltar, el contenido del memorándum de entendimiento deja poco espacio a la ambigüedad. España y Reino Unido apuestan por una asociación “dinámica, estratégica y de progreso” que aborde desafíos compartidos: desde el cambio climático hasta la estabilidad global, desde la igualdad de género hasta la digitalización, pasando por la transición energética y la defensa de un orden multilateral justo.

Es una hoja de ruta que rompe con el lenguaje vacío de tantas cumbres y pone sobre la mesa compromisos concretos, aunque no vinculantes jurídicamente. Entre ellos, la promoción de un crecimiento económico inclusivo, la lucha contra las desigualdades y la defensa de los derechos de las mujeres y las niñas. No son palabras menores, ni gestos ornamentales: en tiempos de reacción y retroceso, afirmar principios universales desde gobiernos alineados es también una forma de hacer política internacional.

Keir Starmer, líder laborista que ha devuelto al Reino Unido una cierta credibilidad institucional tras los años de caos conservador, ha agradecido el gesto de Sánchez con tono de aliado y no de rival. Ambos líderes comparten generación política, visión europeísta —a pesar del divorcio formal— y una convicción común: que el progreso solo se garantiza con instituciones fuertes, compromiso con lo público y defensa firme de los valores democráticos frente al autoritarismo creciente.

La imagen de ambos dirigentes en Downing Street, sonrientes, con las banderas cruzadas de fondo, no es solo protocolo. Es el retrato de una Europa que no se resigna a la irrelevancia, que quiere ser sujeto político en el nuevo orden global. Y es también la prueba de que, con voluntad política, es posible superar traumas recientes como el Brexit y construir nuevas alianzas basadas en lo que une y no en lo que separa.

En un momento en el que la derecha europea agita fantasmas, recurre a discursos apocalípticos y resucita el viejo recurso del enemigo exterior, acuerdos como este reivindican la política útil, el reformismo ambicioso y la cooperación entre Estados como motor de transformación. Frente a los que se empeñan en levantar muros, Sánchez y Starmer han optado por abrir puertas. Y, por una vez, la política ha sonado a futuro.

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