La transformación económica de Bolivia que continua en el 2021 es un fenómeno que despierta el interés de investigadores de la academia de EEUU y de Europa, tratándose de un país que en el pasado fue conocido como la “Escuela de Golpes Militares” y la reserva de plata más grande del planeta en el famoso cerro de Potosí.
Entre la gama de ensayos publicados, hemos escogido el trabajo de Andrés Arauz, Mark Weisbrot, Andrew Bunker y Jake Johnston, del Center for Economic and Policy Research, Washington y otras fuentes que recuerdan la muerte del Che Guevara, el trágico 9 de Octubre de 1967, en manos de tropas contrasubversivas.
La economía del país altiplánico, ha experimentado una transformación estructural durante la presidencia de Evo Morales. El PIB real (ajustado a la inflación) per cápita creció en más de un 50% en los últimos trece años desde 2005. Esta cifra equivale al doble de la tasa de crecimiento de la región de América Latina y el Caribe.
Aún cuando la economía regional latinoamericana sufrió una desaceleración en los últimos cinco años, Bolivia tuvo el mayor crecimiento del PIB per cápita en América del Sur.
Durante la mayor parte de los últimos 13 años, Bolivia ha tenido superávit en la balanza de pagos, lo que ayudó a mantener la estabilidad macroeconómica. El sólido crecimiento económico ha contribuido sustancialmente a la reducción de la pobreza y la pobreza extrema. La tasa de pobreza ha caído por debajo del 35% (estaba por debajo del 60% en 2006) y la tasa de pobreza extrema en de 15.2%.
La transformación de Bolivia fue posible gracias a un conjunto de amplias transformaciones políticas, incluyendo una nueva Constitución con directrices esenciales como:
Nacionalización y propiedad pública de recursos naturales y de algunos sectores estratégicos de la economía: Inversión pública redistributiva y políticas salariales. Coordinación de políticas entre el Banco Central y el ministerio de Economía y Finanzas. Y políticas monetarias y cambiarias dirigidas a desdolarizar el sistema financiero boliviano.
La renacionalización de los hidrocarburos en 2006 fue vital para el progreso económico y social de Bolivia. En los primeros ocho años del Gobierno nacional los hidrocarburos aumentaron casi siete veces, pasando de $731 millones a $4.95 mil millones; y aunque parte de esto fue consecuencia del aumento de precios, la mayoría fue el resultado de la nacionalización y de los cambios de política relacionados.
Estos ingresos fueron fundamentales a la hora de permitir que el Gobierno lograra una estabilidad macroeconómica (por ejemplo, evitar problemas en la balanza de pagos, mantener un tipo de cambio estable, aumentar enormemente la inversión pública), además de financiar el gasto social.
Esta capacidad del Gobierno, de elegir un camino más productivo, le permitió después de liberarse de las limitaciones de los acuerdos del FMI vigentes desde 20 años atrás. Su PIB per cápita era inferior al que tuvo en 1980.
FOTO. En Bolivia, reserva de litio más grande del mundo rodea el Lago Titicaca. Foto.Jorge A. Figueroa 2018..
Un poco más de historia. En diciembre de 2018, casi la mitad (44%) del balance del Banco Central se invirtió en activos nacionales (frente al 12% en 2010). El dinero creado por el Banco Centra pasó a ser destinado a contribuir con el programa de inversión en los gastos de capital de sus empresas estatales estratégicas.
El conjunto de la inversión (pública y privada) también ha sido sustancialmente más alta que en el pasado, Ha habido aumentos sustanciales en el consumo de los hogares (4.7% de crecimiento anual promedio real entre 2006 y 2018).
En Bolivia empezaron importantes inversiones en políticas de soberanía alimentaria, para convertirse en una potencia agrícola y diversificar su economía. Como parte de la Agenda 2025, Bolivia También alentó las inversiones para industrializar sus materias primas. Ha llegado a conquistar el liderazgo mundial en la exportación de baterías de litio.
En 2005, Bolivia tenía un PIB per cápita inferior al que había tenido en 1980. En 2018, el PIB real per cápita había aumentado en un 50%, por encima de su nivel en 2005.
Este crecimiento ha continuado incluso cuando la región experimenta una desaceleración. Desde una perspectiva macroeconómica, el coronavirus, acompañado de las medidas de aislamiento internacional, ha provocado un shock de oferta como de demanda. Sin embargo, dadas sus varias repercusiones microeconómicas –demanda y oferta de diversos bienes y servicios y quiebra de las interacciones de los agentes en la mayoría de los mercados– cabe resumir el efecto como un “colapso del sistema económico”.
Bolivia en estos últimos meses atraviesa una situación muy delicada, por la trágica emergencia sanitaria, y también porque paralizó su economía, cerró sus fronteras, priorizando la salud y la vida de sus ciudadanos.
La dificultad que atraviesa hoy la población boliviana incide en una suerte de “descapitalización” al interior de las familias. Aquellos núcleos familiares que medianamente pueden plantarle cara a la crisis disponen de sus ahorros para el día a día. Aquellos que no cuentan con estos dineros, tienen que recurrir a sus herramientas, equipos o vehículos para afrontar el momento.
La caída del precio y la demanda del petróleo, minerales y otras materias primas reducen los recursos del país y los ingresos de las familias se contraerán.
CEPAL, en su informe 2020, prevé una contracción regional promedio de -7,7% para ese período, la mayor en 120 años, y un rebote de 3,7% en 2021. En el caso de Bolivia, cerró el 2020 con -8%, pero se proyecta una recuperación de 5,1% para el presente año, además de señalar que es uno de los tres países que registrarán un mayor crecimiento en la región en 2021.
Solos contra el coronavirus, uno de los objetivos a lograr, una vez decretada la cuarentena total para contener la propagación del SARS-CoV-2, era aumentar las capacidades de atención del sistema sanitario boliviano. Si bien, la mayoría de la población boliviana, exceptuando a algunos grupos marginales, ha cumplido su parte quedándose en casa, lo evidente es que ni el gobierno nacional ni las gobernaciones ni los municipios han cumplido las tareas necesarias para el logro de dicho objetivo.
El l coronavirus no sería la mayor desgracia vivida, por lo que se la contextualiza en medio de otras críticas de la modernidad y del capitalismo, mostrando que acumulativamente, junto con la depresión económica, la degradación ecológica ambiental y el calentamiento global, de manera integrada y sistémica, representar un panorama de la catástrofe de la civilización, como un nuevo tiempo, propicio para deconstruir la economía y el desarrollo….