La elección de León XIV como nuevo papa ha caído como un jarro de agua fría entre los sectores más conservadores de la Iglesia. Y, nuevamente, vuelven los rumores sobre un posible cisma en el catolicismo. La posibilidad no es descabellada. El bloque ultra ha expresado su preocupación por la posibilidad de una división si el pontífice adopta una línea más reformista. Así, el cardenal Gerhard Müller, por ejemplo, ha advertido de que la Iglesia podría fracturarse si el próximo papa no mantiene la doctrina tradicional en temas que se consideran inamovibles.
Históricamente, los cismas han ocurrido cuando surgen profundas diferencias doctrinales o disputas sobre la autoridad eclesiástica, como el Cisma de Oriente en 1054 o la Reforma Protestante ocurrida en el siglo XVI. En la actualidad, las tensiones dentro de la Iglesia se centran en temas como el papel de las mujeres, la bendición de parejas del mismo sexo y la transparencia financiera. La elección de León XIV ha generado expectativas sobre cómo abordará estos desafíos y si logrará mantener la unidad dentro de la Iglesia.
En julio de 2024, la sombra del cisma asomó por las colinas vaticanas. El dicasterio de Doctrina de la Fe del Vaticano condenó a la excomunión por un delito de cisma al arzobispo italiano Carlo Maria Viganò, de 83 años y titular de una sede honorífica sin jurisdicción, según informó la Santa Sede en un comunicado. Viganò fue considerado como uno de los principales críticos del pontificado del papa Francisco. En una carta, aseguró: “Francisco está abdicando del mandato que Cristo dio a Pedro de confirmar a sus hermanos. Es más, con acción los ha dividido, los induce en error, anima a los lobos a seguir destrozando a las ovejas de la grey de Cristo. En este momento extremamente dramático para la Iglesia universal tiene que reconocer sus errores y, en coherencia con el proclamado principio de tolerancia cero, el papa Francisco tiene que ser el primero en dar ejemplo a los cardenales y obispos que han encubierto los abusos de McCarrick y tiene que dimitir con todos ellos”.
Y en marzo de 2021 publicó otra misiva denunciando los intereses ocultos de la pandemia del covid19 (a la que calificó de pseudopandemia). “Lo que hemos aprendido hasta ahora sobre la pseudopandemia nos da la imagen de una realidad perturbadora y de una conspiración criminal aún más inquietante urdida por mentes extraviadas. Esta realidad, sin embargo, no es tomada en cuenta por aquellos que, hipnotizados por el adoctrinamiento de los medios de comunicación, persisten en considerar una gripe estacional grave como un flagelo pandémico, como ineficaces las curas conocidas, y las llamadas vacunas, que son ciertamente inútiles y dañinas, como nada menos que milagrosas”. El órgano disciplinario católico terminó abriendo, de forma fulminante, un proceso penal canónico contra el rebelde.
Un cisma supone una “división” o “separación” en el seno de una Iglesia o religión, o en un grupo o comunidad. Por antonomasia, se habla del Cisma de Oriente refiriéndose a la ruptura del año 1054 y al de Occidente o de Aviñón del periodo comprendido entre 1378 y 1417, fechas en que hubo una fractura de las Iglesias oriental y occidental, respectivamente. Según publica El Periódico de Cataluña, esa posibilidad es cierta. “Era de esperar una reacción del ala más conservadora de la Iglesia católica cuando en el horizonte ya se vislumbra la celebración de un nuevo cónclave. Finalmente, el primero en hacer oír su voz ha sido Gerhard Ludwig Müller, antiguo responsable de Congregación de la Fe y cardenal elector (tiene 77 años), quien incluso ha evocado el riesgo de un cisma si el cónclave elige a otro papa con un perfil similar al de Francisco”.
Los cardenales ultras han debatido en secreto sobre el temido cisma. Si Francisco no daba marcha atrás a la reforma, los duros se irían para formar otra confesión. Müller, uno de los rostros más visibles del bando tradicionalista, ha hablado públicamente sobre ese asunto. “Sostuvo incluso que el próximo papa no debería buscar los aplausos del mundo secular que ve a la Iglesia como una organización humanitaria que hace trabajo social, según dijo, en una sutil crítica (ya manifestada en el pasado) a una supuesta falta de preparación intelectual de Francisco”.
Por eso, dijo, “estoy rezando para que el Espíritu Santo ilumine a los cardenales, porque un papa hereje que cambie cada día según lo que dicen los medios de comunicación sería catastrófico”. Muchos conservadores consideran a León XIV un continuador de las políticas reformistas de Francisco y no están dispuestos a tragar con un papado progresista que podría durar todavía más que el anterior, dada la relativa juventud del sucesor. ¿Es Prevost el papa hereje para el sector ultraconservador trumpizado, podría ser el desencadenante de un nuevo cisma en el catolicismo como el que separó a católicos y protestantes? Solo el tiempo lo dirá.