Matan a Charlie Kirk, la bala que golpea al trumpismo millennial

El activista conservador muere víctima de la violencia que tantos se niegan a ver como un problema estructural

11 de Septiembre de 2025
Actualizado a las 9:31h
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Matan a Charlie Kirk, la bala que golpea al trumpismo millennial

Charlie Kirk, uno de los rostros más conocidos del trumpismo juvenil en Estados Unidos, murió este miércoles tras recibir un disparo en el cuello durante un acto público en la Universidad del Valle de Utah. Tenía 31 años y estaba en el escenario cuando, en medio de una pregunta sobre violencia armada y personas trans, una bala silenció su voz y alteró aún más la ya crispada política estadounidense.

El asesinato de Kirk  no ocurre en el vacío. Su muerte estalla en un país donde la proliferación de armas y la polarización extrema han convertido cualquier acto político en una ruleta rusa.

Una víctima en el epicentro del trumpismo mediático

Fundador de Turning Point USA, Kirk fue durante años el rostro más visible de la ofensiva conservadora en los campus universitarios. Con un discurso ultraconservador envuelto en marketing juvenil, logró articular una red de influencia que llegó a movilizar decenas de miles de estudiantes en apoyo a Trump.

Su papel fue clave en las elecciones de 2024, donde el actual presidente logró consolidar una mayoría con apoyo joven, especialmente masculino y blanco, gracias en parte a la estrategia desplegada por su organización. Kirk hablaba como ellos, se vestía como ellos y señalaba con la misma vehemencia a los enemigos del nuevo conservadurismo: feministas, inmigrantes, comunidad LGTBIQ+, y toda la izquierda política.

No fue un ideólogo, sino un agitador. Un orador eficaz, agresivo, con una visión del mundo binaria: “ellos o nosotros”. En sus mítines, convertidos en espectáculos de identidad política, se respiraba una mezcla de entusiasmo militante y hostilidad cultural. Era más influencer que periodista, pero su eco mediático superaba al de muchos congresistas. Su influencia era real y su mensaje, polarizante.

Un país que juega con fuego armado

Estados Unidos es una nación enferma de sí misma, donde el acceso ilimitado a las armas se cruza con discursos incendiarios y una creciente desafección democrática. No es solo que la violencia política se normalice; es que se ha estetizado, instrumentalizado y trivializado, hasta el punto de que tiroteos y atentados son tratados como fenómenos climáticos: inevitables, recurrentes y previsibles.

El asesinato de Kirk ocurre  en un país al límite, donde cualquier discurso puede interpretarse como una incitación, y cualquier ciudadano armado puede sentirse juez y verdugo. Apenas conocida la noticia, Trump declaró duelo oficial hasta el domingo, ensalzando a Kirk como "legendario". El victimismo del trumpismo encontrará en su muerte una bandera, otro mártir con el que galvanizar a su base electoral. Pero lo urgente no es más mitología. Lo urgente es detener el ciclo de violencia que amenaza incluso a quienes lo alimentaron.

La pregunta que muchos temen hacerse en voz alta es si la violencia política en EE.UU. ha dejado de ser una excepción y se ha convertido en una estrategia. Un lenguaje de última ratio en un sistema institucional paralizado por el odio y la incapacidad de diálogo.

No se trata de lamentar una muerte y pasar página. Se trata de preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí. Porque en Estados Unidos, ya no basta con saber quién dispara. Hay que empezar a preguntarse quién carga el arma y quién aprieta el gatillo con la palabra.

 

 

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