Por encima de los execrables hechos que han caracterizado los mandatos de Daniel Ortega al frente del Gobierno de Nicaragua desde que llegó al poder en 1985, y especialmente los acontecimientos que han rodeado el circo electoral de estos días, existe un capítulo en la vida del pequeño caudillo que él y su entorno más cercano han intentado silenciar a lo largo de todos estos años, al estilo en que las alimañas esconden la carroña.
Sólo quienes más críticos se han mostrado ante la "desdemocratización" del país, perpetrada junto a su esposa Rosario Murillo (algunos de ellos ex-dirigentes del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) ahora encarcelados o exiliados) han salido en ciertos momentos a airear los asuntos domésticos del hombre que prometía una Nicaragua en paz tras la derrota de la dictadura de Anastasio Somoza.
Habría que remontarse a la primavera de 1998. Por aquel entonces, Zoilamérica Narváez Murillo, hija del matrimonio entre Jorge Narváez Parajón y Rosario Murillo, explica, a través de una carta publicada por varios medios de comunicación, que su padrastro Daniel Ortega le había sometido a abusos sexuales y agresiones físicas desde la edad de 12 años. En junio de ese mismo año presenta una denuncia contra Ortega ante el Juzgado I del Distrito de lo Penal de Managua por abusos deshonestos, violación y acoso sexual. Incluso, sin éxito, pidió que fuera desaforado como diputado de la Asamblea Nacional.
A los pocos días de la sonora denuncia, Daniel Ortega responde al Juzgado I de Distrito del Crimen, pidiéndole al juez que rechazara la querella para lo que alegó la inmunidad por su condición de diputado. No sólo eso, sino que negó las imputaciones y alegó la prescripción dado que los hechos denunciados habían sido presuntamente cometidos entre 1978 y 1982.
Zoilamérica Narváez Murillo no halló apoyo en la titular del Juzgado I del Crimen que, el 17 de junio, decide no admitir a trámite la querella. Es más, la jueza remite la actuación a la propia Asamblea de Nacional para que se procediera conforme a la ley de inmunidad teniendo en cuenta las pruebas que supuestamente acusaban a Daniel Ortega.
De las diversas solicitudes de desafuero que Zoilamérica Narváez Murillo y sus representantes legales presentaron no recibieron resolución alguna hasta que el caso llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Así, el 27 de octubre de 1999, esta comisión recibiría la petición de la afectada y su abogada Vilma Núñez de Escorcia, presidenta a su vez del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, contra del Estado de Nicaragua, en la que alegaba que “además de haber sido violada y aguantado por tantos años esa situación”, el Estado había violado también su derecho a ser oída por un juez o tribunal competente.
Y a pesar de que el 15 de octubre de 2001 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos admite que se habían infringido varios artículos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el 19 de diciembre de 2001, la juez del Juzgado I de Distrito del Crimen, Juana Méndez, dio como prescrita la acción penal librando de las acusaciones a Daniel Ortega. Como consecuencia, Zoiloamérica se vio obligada a exiliarse en Costa Rica.
Pero, ¿qué papel jugó en todo el proceso Rosario Murillo? Lejos de defender a su primogénita, denunciar los hechos y llegar hasta las últimas consecuencias, prefirió tapar a su esposo y, como moneda de cambio, convertirse en la vicepresidenta del Gobierno de Nicaragua.
“Les digo con toda franqueza, me ha avergonzado terriblemente que a una persona con un currículo intachable se le pretendiera destruir y fuese mi propia hija la que por esa obsesión y ese enamoramiento enfermizo con el poder quisiera destruirla cuando no vio satisfecha su ambición”, llegó a afirmar. Pero quien, en realidad, ya había enfermado de poder era ella misma, como han condenado en repetidas ocasiones quienes han sido defenestrados por Ortega.
Uno de ellos, el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, padre de la Teología de la Liberación, primer ministro de Cultura de Nicaragua y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2012). Hasta su fallecimiento en 2021, y aún de cuerpo presente, fue perseguido por el régimen con disturbios, durante su funeral, por parte de los partidarios de Ortega. Y es que a Cardenal le fue impuesta, en 2008, una sanción económica de 584.200 dólares en concepto de indemnización por daños y perjuicios por supuesto incumplimiento de pago a Nubia del Socorro Arcia Mayorga durante el manejo de la sociedad Asociación para el Desarrollo de Solentiname, por la administración del Hotel Mancarrón. Cardenal, que siempre defendió que este asunto era “una sentencia política sin ninguna base jurídica” y “una venganza de Daniel Ortega”, tuvo que soportar, entre otros despropósitos, que “unos desconocidos” desvalijaran su oficina en Solentiname, donde había creado un proyecto de poesía para niños con cáncer.
La Fundación para la Promoción del Amor
Llama poderosamente la atención la carrera meteórica de Rosario Murillo en todos estos años, primero a la sombra de Daniel Ortega y más tarde como jefa de prensa y vicepresidenta. Se desconoce si los nueve hijos con el presidente de Nicaragua han afianzado sus deseos de poder, tanto o más que las acusaciones de Zoilamérica Narvaez. Como dato curioso del culebrón que envuelve al tándem Murillo-Ortega cabe citar la “Fundación para la Promoción del Amor” de la que ella misma fue artífice, ¡oh, casualidad!, en 1998, año en que su hija denunció a Daniel Ortega.
El objeto de la institución -contradicciones de la primera dama o la desvergüenza de tener la cara más dura que el cemento armado-, no es otro que "contribuir al autoconocimiento humano, el desarrollo de la autoestima individual y colectiva, el respeto, el amor, la comprensión y la tolerancia, la armonía y la solidaridad en todos los niveles de las relaciones humanas; el respeto, amor y armonía en las relaciones con la naturaleza y el universo; la salud física, mental y espiritual de los seres; el crecimiento y la evolución cultural y espiritual de las personas y de la sociedad en general”.
Algo que esconde ese tránsito del cristianismo guerrillero del FSLN a una concepción ultracatólica de la vida propia y la ajena que hace tiempo la pareja aplica como si de una pátina se tratara a todo cuanto acontece en el país. Una suerte de maquillaje de todos esos valores que los nicaragüenses defendieron con uñas y dientes frente a la dictadura y que en manos de la pareja feliz ahora caen en saco roto, porque mientras la comunidad internacional pone en entredicho la validez de los recientes comicios electorales en el país, las extravagancias varias de los susodichos continúan y las amistades peligrosas crecen. Entre ellas, se incluyen los cárteles de la droga que habrían convertido a Nicaragüa en uno de los corredores más activos para el transporte de estupefacientes a México y Estados Unidos.
Y entretanto, Zoilamérica Narváez ha seguido todo este tiempo denunciando su causa en los medios de comunicación, la única opción en sus manos frente a todo el aparato del estado a merced de Murillo y Ortega.
¡Ay, Nicaragua, Nicaragüita! ¡Quién te ha visto y quién te ve!