En un hecho sin precedentes, la Asamblea General de la ONU ha aprobado este jueves, por 149 votos a favor y 12 en contra, una resolución impulsada por España que reclama un alto el fuego inmediato en Gaza, la liberación de rehenes y el acceso sin restricciones de ayuda humanitaria. La contundencia del texto y su tono inusualmente crítico con Israel marcan un punto de inflexión en la diplomacia internacional sobre el conflicto palestino-israelí.
La resolución, copatrocinada por más de 70 países y respaldada por potencias occidentales tradicionalmente cercanas a Israel, como Alemania, Canadá, Japón, Australia y Reino Unido, señala de forma explícita el uso del hambre como arma de guerra por parte del ejército israelí, así como la obstrucción sistemática de la ayuda humanitaria a la población civil de Gaza.
En una votación que ha dejado en evidencia el aislamiento diplomático de Israel, solo una docena de países, entre ellos Estados Unidos, Hungría, Argentina e Israel, se opusieron al texto. Washington, aliado incondicional de Tel Aviv, criticó duramente la iniciativa, calificándola de “sesgada” y acusando a la ONU de “premiar a Hamás”.
La voz de Palestina se escucha
Lejos de los pasillos cerrados de la retórica diplomática, la resolución ha sido recibida con alivio y gratitud por parte del pueblo palestino y sus representantes. El embajador palestino ante la ONU, Riyad Mansour, elogió “el sentido de urgencia y responsabilidad” demostrado por España y destacó el uso del “lenguaje más firme hasta la fecha” para exigir cuentas a Israel por sus acciones en Gaza.
En efecto, la iniciativa española rompe con la tibieza habitual de los organismos internacionales al señalar con claridad la necesidad de “rendición de cuentas” ante las posibles violaciones del derecho internacional humanitario cometidas por Israel, algo que durante años fue omitido en nombre del consenso.
La sesión no estuvo exenta de confrontación. El embajador israelí, Danny Danon, arremetió contra su homólogo español con tono airado: “¿De verdad era tan difícil condenar a Hamás?”, recriminó, acusando a España de promover una resolución que “recompensa a los terroristas”.
Por su parte, la representante estadounidense, Dorothy Shea, reiteró el argumento de que el texto “no hace nada por avanzar hacia la paz”, ignorando que el bloqueo de Gaza, las muertes masivas de civiles y la crisis humanitaria sin precedentes no pueden formar parte de ninguna solución duradera.
Una esperanza frágil
El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, celebró la adopción de la resolución con palabras firmes: “Reafirmamos el compromiso con la solución de dos Estados. Es urgente aliviar el sufrimiento en Gaza”. La próxima conferencia internacional sobre Palestina, prevista para la semana entrante en Nueva York, podría beneficiarse del ímpetu generado por este resultado inesperadamente amplio. Con más de 55.000 muertos en Gaza y una población al borde de la inanición, la comunidad internacional ya no puede permanecer en silencio. El paso dado por España ha demostrado que la diplomacia puede, y debe, actuar con valentía cuando la dignidad humana está en juego.
El mensaje es claro: no es posible una paz real sin justicia, y no hay justicia sin asumir responsabilidades. Lejos de “premiar a Hamás”, como alegan algunos, la resolución española restituye la centralidad del derecho internacional y reconoce el sufrimiento de un pueblo sometido durante décadas. Frente a la narrativa dominante, esta resolución recupera un principio básico: la vida de los palestinos también importa.