La ofensiva de Netanyahu ignora la ley y sepulta la paz

Israel intensifica los bombardeos en Gaza pese a las denuncias de crímenes de guerra y la catástrofe humanitaria

18 de Agosto de 2025
Actualizado a la 13:18h
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La ofensiva de Netanyahu ignora la ley y sepulta la paz
Un palestino y sus familiares lloran la muerte de una niña asesinada por Israel en un ataque aéreo en Gaza | Foto: Unicef

Mientras el ejército israelí anuncia una nueva etapa de la Operación ‘Carros de Gedeón’, el mundo asiste impotente a un castigo colectivo que viola el derecho internacional y profundiza la fractura moral global. La Franja está colapsada. La dignidad, también.

Israel prepara una nueva fase de exterminio mientras crecen las voces que exigen paz

Con la Franja devastada, más de 60.000 muertos y la población civil atrapada entre bombas y escombros, el gobierno de Netanyahu redobla la ofensiva sobre Ciudad de Gaza. El primer ministro desprecia las leyes internacionales mientras ignora a su propio pueblo.

Ni la presión internacional, ni la catástrofe humanitaria, ni las masivas protestas en Israel logran frenar a Netanyahu. El ejército israelí ha anunciado este domingo que "pronto" comenzará una nueva fase de su operación en la Franja de Gaza. Esta vez, el foco será Ciudad de Gaza, la más densamente poblada del enclave, donde viven cerca de un millón de personas desplazadas, atrapadas, exhaustas, sin refugio posible.

Según el jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, Israel desplegará “todas sus capacidades por tierra, mar y aire” para continuar lo que llama "la derrota definitiva de Hamás". Pero tras ese eufemismo bélico se esconde lo que ya nadie puede negar: un proceso sistemático de destrucción, desplazamiento forzado y muerte. Un castigo colectivo sin justificación posible.

El saldo humano es insoportable. Solo el sábado, 38 personas murieron en nuevos bombardeos, entre ellas 14 que trataban de llegar a centros de ayuda humanitaria. Desde octubre, según las autoridades sanitarias de Gaza, más de 61.900 personas han muerto por bombardeos, hambre o desnutrición. De ellas, más de 110 eran niños que simplemente no tenían qué comer.

El Estado israelí, rehén de su gobierno más radical

Mientras los tanques avanzan y los drones bombardean, la calle israelí se levanta contra el gobierno de Netanyahu. Este domingo, una huelga general bloqueó carreteras, cerró universidades y vació edificios públicos. Cientos de miles de personas salieron a las calles de Tel Aviv para exigir un alto el fuego y la liberación de los rehenes. Quieren un acuerdo, no más sangre.

El Foro de Familias de Rehenes fue claro: “Si Israel sigue matando en Gaza, también está condenando a nuestros seres queridos”. Algunos exrehenes mostraron vídeos donde apelaban directamente a Joe Biden y a la comunidad internacional para frenar la ofensiva. “Cada día que pasa, es un día más cerca de su muerte”, dijo una de ellas.

Netanyahu, sin embargo, no escucha. Ni al pueblo palestino, ni a su propio pueblo. Su única hoja de ruta es la prolongación de la guerra, aferrado al poder como única vía de supervivencia política. Mientras miles lloran a sus muertos y otros miles temen convertirse en los próximos, el primer ministro endurece el ataque y prepara más desplazamientos forzosos hacia el sur de la Franja.

Desde la oposición, desde la sociedad civil e incluso desde sectores del ejército, crece el rechazo a esta política suicida y cruel. Pero Netanyahu sigue gobernando como si fuera invencible. Como si el crimen no tuviera consecuencias. Como si la memoria no existiera.

El precio de la impunidad: matar con luz verde internacional

Los ataques sobre Gaza no son nuevos. Pero lo que diferencia esta guerra es su escala, su brutalidad y el silencio cómplice que la rodea. Estados Unidos continúa enviando armas. Europa mira hacia otro lado. Y Netanyahu lo sabe. Por eso sigue. Por eso mata. Porque puede hacerlo.

Israel ha bloqueado durante meses la entrada de ayuda humanitaria, ha bombardeado campos de refugiados, hospitales, panaderías y centros de distribución de alimentos. Ha obligado a una población entera a huir, una y otra vez, hacia ninguna parte. Y cuando los gazatíes llegan al sur, como exige el ejército, también son bombardeados allí.

Las cifras no son cifras. Son niños enterrados bajo los escombros. Son madres recogiendo restos humanos. Son abuelos caminando con sus nietos hacia campamentos sin agua, ni pan, ni protección. Esto no es defensa. Esto es barbarie.

Netanyahu habla de seguridad, pero con cada bomba garantiza más odio, más trauma, más generaciones condenadas a la violencia. Habla de justicia, pero su justicia solo apunta a un lado. Habla de libertad, pero la suya exige la sumisión del otro.

No se puede seguir matando en nombre del dolor. Israel tiene derecho a existir, a defenderse, a vivir en paz. Pero ese derecho termina donde empieza la negación sistemática de la humanidad del pueblo palestino. Y ese límite ya ha sido cruzado muchas veces.

Netanyahu no está construyendo un futuro para su país. Está cavando la tumba del diálogo, del respeto, de la convivencia. La historia no olvidará. El mundo no podrá decir que no sabía.

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