El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, ha confirmado que no dimitirá tras los resultados de las elecciones parciales al Senado celebradas este domingo, en las que el Partido Liberal Democrático (PLD) ha cosechado su peor revés parlamentario en décadas. La coalición de gobierno pierde la mayoría en la Cámara Alta, mientras la oposición se consolida y el partido ultraderechista Sanseito protagoniza un ascenso inesperado. Ante el temblor político, Ishiba opta por resistir: apela al compromiso con la estabilidad nacional, la necesidad de cerrar un acuerdo comercial con EE.UU. y, sobre todo, a la ausencia de una alternativa clara dentro de su propia formación.
El fin de una hegemonía: el PLD, sin mayoría en las dos cámaras por primera vez desde 1955
El resultado de los comicios al Senado marca un punto de inflexión. Con 121 escaños frente a los 125 de la oposición, el Partido Liberal Democrático y su socio Komeito pierden por primera vez el control de ambas cámaras del Parlamento japonés desde su fundación. Aunque el PLD sigue siendo la fuerza más votada, con 35 escaños, su retroceso es innegable. No se trata solo de cifras: se erosiona el mito de su invulnerabilidad electoral, forjado durante más de seis décadas como columna vertebral del sistema político nipón.
La reacción de Ishiba ha sido inmediata. En declaraciones a la cadena pública NHK, reconoció “la gravedad de una situación que hay que asumir con humildad y con sinceridad”, pero descartó cualquier salida anticipada. Su prioridad declarada es la culminación de un acuerdo comercial con EE.UU. antes del 1 de agosto, fecha límite impuesta por la administración Trump antes de aplicar nuevos aranceles. “Evitar un vacío político y que la confusión empeore” es, en sus propias palabras, otra de las razones para permanecer en el cargo. Afirmaciones que revelan un enfoque de continuidad institucional en tiempos de debilidad partidaria.
Ishiba también dejó entrever la posibilidad de ampliar la coalición de gobierno mediante negociaciones con partidos menores, pero insistió en la necesidad de preservar el eje PLD-Komeito. “Tenemos que apretar los dientes y seguir en el poder, aunque sea difícil”, afirmó, invocando una mezcla de deber político y resistencia personal.
Una oposición reforzada y una ultraderecha en auge
Los comicios han fortalecido de manera significativa al opositor Partido Constitucional Democrático (PCD), liderado por el ex primer ministro Yoshihiko Noda, que interpreta los resultados como una moción de censura directa al Gobierno. “El pueblo japonés ha entregado al primer ministro una moción de censura, y si quiere mantenerse en el poder debe dejar bien claro por qué”, declaró.
Pero el foco no está solo en la izquierda moderada. El gran beneficiado en términos de narrativa y atención pública es el partido Sanseito, que ha triplicado las estimaciones previas y consolida su posición como una fuerza ultranacionalista y revisionista, con un discurso basado en el rechazo a las vacunas, la defensa de la soberanía cultural y una retórica abiertamente populista. Su líder, Sohei Kamiya, ha insinuado su disposición a cooperar con el PLD en cuestiones de “interés nacional”, sin integrarse en el Gobierno. El ascenso de Sanseito introduce un nuevo eje ideológico en la política japonesa, más polarizado, más impredecible.
Desde el otro extremo del arco político, la presidenta del Partido Comunista de Japón, Tomoko Tamura, ha instado a las fuerzas de la oposición a unirse contra el PLD. Pero también ha advertido que Ishiba podría intentar recomponer su mayoría con partidos menores, lo que podría desdibujar las líneas ideológicas y prolongar la inestabilidad.
Una sociedad que vota con mayor intensidad y demanda respuestas
La participación electoral ha superado el 58 %, seis puntos más que en los anteriores comicios parciales. Este dato revela un electorado movilizado, probablemente más indignado que ilusionado, que reclama respuestas a problemas estructurales como la inflación, la precariedad laboral o el envejecimiento demográfico.
En ese contexto, Ishiba ha reconocido que “los precios siguen subiendo más que los salarios y la gente no entiende que tenemos que tomar medidas para dar apoyo rápidamente y con generosidad a las familias que están en graves dificultades”. Aunque estas palabras buscan mostrar sensibilidad social, llegan tras años de políticas económicas que han favorecido la estabilidad macroeconómica a costa del poder adquisitivo real de amplias capas de la población.
El mensaje del electorado, traducido en cifras y en consecuencias, es claro: se agota la paciencia. Y aunque Ishiba evite la dimisión inmediata, la legitimidad de su mandato ya no se sostiene por la fuerza de los votos, sino por la inercia del sistema y la falta de alternativas estructuradas dentro del PLD.