El número de víctimas del terremoto que devastó la región central de Myanmar sigue aumentando, según ha advertido este domingo el personal humanitario de la ONU, lo que aumenta la presión sobre las casi 20 millones de personas que ya necesitaban ayuda.
Según informes de prensa que citan al líder militar de Myanmar, se han confirmado unos 1.700 muertos por el terremoto de magnitud 7,7 del viernes, unos 3400 heridos y cientos de desaparecidos.
En la capital tailandesa, Bangkok, también sacudida por el seísmo, 76 trabajadores de la construcción siguen desaparecidos tras el derrumbe de un rascacielos inacabado. El número de muertos asciende ya a 17.
Las labores de búsqueda y rescate en Myanmar se centran en las grandes ciudades de Mandalay y la capital, Nay Pyi Taw.
Se sigue sacando a algunos supervivientes de entre los escombros y varios equipos de ayuda internacional han llegado a las zonas afectadas, aunque las labores de ayuda se están viendo obstaculizadas por los daños sufridos por los aeropuertos.
Refugio, medicinas, agua
«La gente necesita urgentemente refugio, atención médica, agua y saneamiento. Esta catástrofe aumenta la presión sobre unas personas ya de por sí vulnerables que se enfrentan a una crisis alarmante», ha declarado en X la oficina de Coordinación de la Ayuda Humanitaria de la ONU en la región, OCHA.
Los civiles birmanos también están atrapados entre las fuerzas de la junta militar y numerosas milicias armadas que luchan por el control del país desde el golpe de febrero de 2021. Más de tres millones de personas se han visto desplazadas por los combates.
El Gobierno de Unidad Nacional, que representa a la administración civil elegida democráticamente y derrocada por el golpe, ha pedido a los combatientes rebeldes que respetaran un alto el fuego de dos semanas para permitir que la ayuda humanitaria llegara a los necesitados. Sin embargo, según los informes, el régimen militar sigue llevando a cabo ataques aéreos, incluso en zonas cercanas al epicentro del terremoto.