El 7 de la mañana marcó el inicio de un éxodo inverso en Gaza. Tras más de un año de desplazamientos forzados, miles de palestinos emprendieron el regreso al norte de la franja. Caminaban entre restos de casas destruidas, con colchones al hombro y bolsas improvisadas, desafiando un contexto que no les garantiza nada. Este retorno, aunque simbólico, tiene lugar bajo un alto el fuego que pende de un hilo y pone de manifiesto la devastación provocada por un conflicto que ha dejado una de las zonas más densamente pobladas del mundo convertida en un páramo inhabitable.
En este escenario de tragedia humana, las declaraciones de Donald Trump resuenan con un eco que indigna. Durante su mandato, el expresidente estadounidense describió Gaza como una "zona problemática" que debía ser "limpiada". En su lógica, la solución pasaba por trasladar a los 2,1 millones de palestinos que habitan este territorio a países vecinos como Egipto o Jordania, bajo la premisa de que podrían "vivir en paz" en otro lugar. “La gente está muriendo, y tenemos que empezar de nuevo”, dijo Trump, como si los lazos históricos, culturales y familiares de los gazatíes con su tierra fueran un obstáculo prescindible en su cálculo geopolítico.
A historic day: Over a million Palestinians return to northern Gaza after the destruction of their homes and the failure of Israel’s attempts at forced displacement. pic.twitter.com/iodNUeXq2J
— Ramy Abdu| رامي عبده (@RamAbdu) January 27, 2025
La resistencia de Egipto y Jordania
Egipto y Jordania rechazaron categóricamente el plan de Trump, calificándolo de inadmisible. “Nuestro rechazo es firme e inquebrantable”, declaró Ayman Safadi, ministro de Exteriores jordano. La propuesta del expresidente ignoraba no solo la historia, sino también la realidad política de la región. Desarraigar a millones de personas de Gaza no solo contraviene el derecho internacional, sino que consolida un esquema de limpieza étnica que organizaciones de derechos humanos han denunciado desde el inicio de los bombardeos israelíes.
El plan de Trump de “limpieza” de Gaza no solo es moralmente indefendible, sino que también representa un peligroso precedente en la política internacional.
El ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, un ultranacionalista conocido por sus posturas extremas, celebró el plan como "una oportunidad divina". Estas palabras no hicieron sino subrayar el respaldo que Trump recibió de ciertos sectores de la política israelí. Mientras tanto, el resto del mundo observaba con incredulidad cómo el discurso de la “limpieza” se convertía en un proyecto viable a ojos de la administración estadounidense.
Una catástrofe humanitaria sin precedentes
Desde el inicio de la guerra en octubre de 2023, el 90% de la población de Gaza ha sido desplazada debido a los bombardeos masivos. Familias enteras han vivido durante meses en campamentos improvisados, sin acceso a agua potable, alimentos suficientes ni atención médica adecuada. Los desplazados regresan ahora al norte, pero lo que encuentran no son hogares, sino escombros. La infraestructura ha sido completamente destruida, y el acceso a servicios básicos sigue siendo una utopía.
— الشؤون العالمية (@mjrdzayr337191) January 27, 2025
Trump, sin embargo, describió este escenario como una oportunidad. "Podemos construir casas nuevas en lugares diferentes", afirmó, como si la solución fuera borrar el pasado y redibujar el mapa a su conveniencia. Este enfoque ha sido ampliamente criticado por expertos internacionales, que lo consideran una excusa para perpetuar la ocupación y la expulsión de los palestinos de su tierra.
— Rula Alqawasmi (@Alqawasmi_Rula) January 27, 2025
El precio de las políticas de Trump
El legado de Trump en Oriente Medio no se limita a declaraciones polémicas. Su plan de “limpieza” ha agravado la percepción de que Estados Unidos no es un mediador neutral en el conflicto. Durante su mandato, Trump trasladó la embajada estadounidense a Jerusalén, reconociendo a la ciudad como capital de Israel y rompiendo con décadas de consenso internacional. Además, recortó fondos destinados a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), dejando a millones de personas en una situación aún más precaria.
Estas acciones, lejos de traer estabilidad, han intensificado el sufrimiento del pueblo palestino. Ahora, con la tregua vigente, miles de familias regresan a una Gaza que ha sido devastada por las bombas y por políticas que priorizan los intereses de unos pocos sobre los derechos de millones.
Un pueblo que se niega a desaparecer
A pesar de las adversidades, los gazatíes no se rinden. “Este es nuestro hogar, aunque esté destruido”, decía Nour Qasim, de 22 años, mientras caminaba hacia lo que quedaba de su barrio en Jabalia. Como ella, miles de personas han decidido regresar, incluso sabiendo que encontrarán ruinas. Este acto de resistencia es un recordatorio de que ningún plan de desarraigo, por ambicioso que sea, puede borrar la conexión entre un pueblo y su tierra.
La historia de Gaza es una historia de resistencia. Y aunque Trump y otros líderes hayan intentado reducirla a un “problema” que debe ser eliminado, las imágenes de familias regresando a su tierra son un testimonio del fracaso de estas políticas. Gaza sigue siendo Gaza, con su gente, su historia y su dignidad intactas, a pesar de la desolación.
El plan de Trump de “limpieza” de Gaza no solo es moralmente indefendible, sino que también representa un peligroso precedente en la política internacional. Pretender que el desarraigo masivo de un pueblo es una solución viable es ignorar los principios básicos de la humanidad y del derecho internacional. Gaza necesita reconstrucción, no deportaciones. Y el pueblo palestino, a pesar de las bombas, las políticas discriminatorias y los intentos de borrar su existencia, sigue siendo un símbolo de resistencia frente a la opresión.