La noche del domingo ha dejado en Europa del Este un mensaje claro: la batalla entre europeísmo y ultranacionalismo está más viva que nunca. Rumanía ha dado un golpe de efecto al elegir como presidente al independiente y proeuropeo Nicusor Dan, quien ha derrotado al ultraderechista George Simion con un 53,81% de los votos en una segunda vuelta histórica. Al otro lado del continente, Polonia aún mantiene la incertidumbre: la primera ronda de sus elecciones presidenciales ha concluido sin vencedor definitivo, dejando a Rafał Trzaskowski, liberal y europeísta, frente al nacionalista Karol Nawrocki en una segunda vuelta decisiva.
La victoria de Dan no solo representa un alivio para el Gobierno rumano y sus socios europeos, sino también un rechazo contundente a la ola populista que amenazaba con instalarse en el Palacio Cotroceni. “Os habéis enfrentado a olas de odio”, declaró emocionado ante miles de seguidores que celebraban entre banderas rumanas y de la Unión Europea. El exalcalde de Bucarest ha prometido diálogo, justicia y una coalición amplia para estabilizar un país que atraviesa una crisis institucional sin precedentes.
La jornada electoral en Rumanía ha sido también notable por la movilización ciudadana: una participación superior al 64%, la más alta desde que hay registros. La diáspora rumana ha desempeñado un papel fundamental, especialmente en España, donde más de 180.000 personas acudieron a las urnas. Un récord absoluto desde la caída del régimen comunista en 1989.
Polonia se prepara para una segunda vuelta
Dan, matemático de formación y activista anticorrupción, ha construido su ascenso sobre un perfil técnico, sin estridencias, contrapuesto al discurso inflamado de Simion, quien prometía restaurar la “grandeza perdida” de Rumanía al estilo Trump. El ultraderechista, apoyado por el partido AUR y con una fuerte presencia entre jóvenes y rurales, ha denunciado sin pruebas un supuesto fraude electoral, en una estrategia que recuerda a la empleada por otros líderes nacional-populistas en el continente.
Pero la batalla por el alma de Europa no ha terminado. En Polonia, el pulso sigue abierto. Rafał Trzaskowski, actual alcalde de Varsovia y símbolo de la línea liberal y pro-UE impulsada por el primer ministro Donald Tusk, ha ganado por estrecho margen la primera vuelta frente a Karol Nawrocki, nacionalista independiente apoyado por la ultraderecha y el expresidente Andrzej Duda.
“Estamos solo a medio camino”, ha advertido Trzaskowski tras los primeros resultados. Nawrocki, por su parte, ha tildado las elecciones de “las menos justas de los últimos 35 años” y ha llamado a unificar a toda la derecha radical para “salvar Polonia”.
Este choque entre visiones irreconciliables se libra en un contexto internacional tenso: la guerra en Ucrania, el avance de la extrema derecha en Europa occidental y la amenaza rusa sobre las democracias del este. El regreso de Donald Trump a la escena global ha reactivado discursos antieuropeos que ahora encuentran eco en figuras como Simion y Nawrocki. Incluso líderes extranjeros, como el español Santiago Abascal, han intentado influir en la diáspora rumana, animándola a apoyar al candidato ultranacionalista.
Por ahora, Europa respira con alivio: el bloque proeuropeo suma una victoria clave en Rumanía. Pero los comicios en Polonia, cuya segunda vuelta se celebrará el 1 de junio, serán determinantes para el equilibrio político del continente. De ganar Trzaskowski, Tusk tendrá vía libre para reformar el país; de imponerse Nawrocki, Varsovia podría volver a una senda aislacionista que pondría en jaque los consensos comunitarios.
La Europa del Este, cada vez más influyente tiene que decidir seguir avanzando en la integración democrática o sucumbir a los cantos de sirena del nacionalismo populista. Por ahora, en Rumanía, ha ganado Europa. En Polonia, aún está todo por decidir.