La esperada reaparición de Donald Trump en Nueva York, celebrada en el icónico Madison Square Garden, fue anunciada por su equipo como un acto de poder y unidad, pero rápidamente se convirtió en un espectáculo bochornoso que ha escandalizado incluso a sus propios seguidores y a miembros prominentes del Partido Republicano. Lejos de ser el golpe de efecto que su campaña pretendía para afianzar su posición en los días previos a las elecciones, el evento dejó una secuela de críticas que han sacudido la escena política estadounidense.
Comienzo explosivo con un comediante racista
La velada comenzó con un número cómico del presentador Tony Hinchcliffe, quien, lejos de provocar risas, generó una oleada de indignación al lanzar comentarios de corte racista contra latinos, afroamericanos y otras comunidades, incluyendo una burla contra Puerto Rico, al que llamó “una isla flotante de basura”. Sus palabras encontraron eco en el público del evento, que rió y aplaudió, pero también despertaron una reacción inmediata de rechazo en redes sociales y en el propio Partido Republicano.
Figuras relevantes del partido, como la representante María Elvira Salazar y el senador Rick Scott, manifestaron su desaprobación enérgica. Salazar no escatimó en palabras, calificando los comentarios como “repugnantes” y asegurando que no reflejan los valores de su formación. “Este tipo de retórica no representa al Partido Republicano. La valentía de los puertorriqueños merece respeto”, añadió, remarcando que miles de puertorriqueños sirvieron en la Guerra de Vietnam. Scott, por su parte, tachó el "chiste" de Hinchcliffe de “poco gracioso y completamente falso”. Otros, como el congresista Anthony D'Esposito, fueron igual de tajantes, defendiendo el orgullo y la dignidad de Puerto Rico frente a la vulgaridad del espectáculo.
Una escalada de insultos y ataques personales
A lo largo del evento, desfilaron otros rostros afines a Trump, quienes no dudaron en lanzar improperios y ataques personales que elevaban el tono del odio. Sid Rosenberg, locutor de radio, se refirió a Hillary Clinton como “una enferma” y lanzó duras palabras contra el Partido Demócrata, al que describió como un refugio para “odiadores de judíos y gentuza”. Estas palabras apenas fueron una muestra de la escalada de insultos que protagonizó la noche.
Para cerrar, el propio Trump se sumó a esta retórica hostil con una intervención que remarcó su elocuencia antiinmigrante y misógina. Retomando su agenda de deportaciones masivas, que en su momento ya suscitó críticas por la dureza de sus propuestas, Trump dejó en claro que busca "limpiar" el país de "enemigos internos". En medio de aplausos, incluso sugirió la pena de muerte para inmigrantes que cometan delitos graves, provocando un coro de "devuélvanlos" entre los asistentes.
El discurso incendiario de Trump
A pesar de los intentos de la campaña por distanciarse de los comentarios de sus propios simpatizantes, alegando que no reflejan la visión de Trump, la atmósfera en el Madison Square Garden dio una muestra clara de la dirección hacia la cual se dirige el movimiento MAGA.Lejos de matizar, Trump ha intensificado su discurso divisivo, ignorando las consecuencias de este en un país cada vez más polarizado.
Make America Great Again (traducible como «Haz a los Estados Unidos grande otra vez» o «Que Estados Unidos vuelva a ser grande»), abreviado como MAGA, es un eslogan utilizado en la política estadounidense popularizado por Donald Trump en su campaña presidencial de 2016.
No obstante, el evento no solo disgustó a los demócratas. Varios estrategas republicanos cercanos a Trump criticaron la dirección que ha tomado su campaña, describiendo la velada en Nueva York como un ejemplo de la peligrosa deriva de la retórica del expresidente. Para David Urban, destacado asesor republicano, la noche fue “un error político de magnitud colosal” y confesó en redes sociales su preocupación por la capacidad del partido para atraer a las minorías después de semejante despliegue de intolerancia.
Mientras tanto, la administración de Kamala Harris no tardó en responder con una crítica contundente, compartiendo un mensaje en el que se le recordaba a Trump que Puerto Rico es parte de Estados Unidos y que las comunidades latinas no deberían ser menospreciadas en un país construido sobre la diversidad. Los videos y mensajes de la vicepresidenta, respaldados por figuras como Ricky Martin y Bad Bunny, inundaron las redes y se convirtieron en una estrategia para movilizar a votantes ofendidos por la retórica de Trump.
Lo que comenzó como un aparente “regreso triunfal” de Donald Trump en su ciudad natal terminó reflejando el lado más oscuro de su movimiento. El evento deja un sabor amargo que podría resonar en las urnas. El efecto boomerang de su discurso de odio podría, paradójicamente, convertirse en una de las armas más efectivas para sus oponentes.