Siria tras la caída de Bashar al-Assad: esperanza e incertidumbre

La caída del régimen abre nuevas expectativas, pero también temores sobre el futuro

09 de Diciembre de 2024
Actualizado el 10 de diciembre
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El día después de la caída del régimen dictatorial de Bashar al Assa de Siria, vídeo Aljazeera
El día después de la caída del régimen dictatorial de Bashar al Assa de Siria, vídeo Aljazeera

La caída del régimen de Bashar al-Assad tras más de medio siglo de dominio de su familia marca un antes y un después en la historia contemporánea de Oriente Medio. La fulminante ofensiva de los rebeldes liderados por Abu Mohammed al-Jolani logró en pocos días lo que una década de conflicto no había podido: derrocar al dictador sirio, quien huyó a Moscú dejando atrás un país devastado y profundamente dividido. Sin embargo, el fin de su gobierno no significa el fin de los problemas para Siria. Al contrario, la incertidumbre sobre el futuro inmediato del país es abrumadora.

Celebraciones y esperanzas contenidas en un país fracturado

En las calles de ciudades como Damasco, Alepo y Homs, miles de sirios celebraron la salida de Assad, ondeando banderas de la oposición y expresando su alegría por el fin de un régimen que respondió con brutalidad a las demandas democráticas de 2011. “No puedo creer que este día haya llegado,” declaró Radwan Dirgham, quien perdió a varios familiares durante el conflicto. Sin embargo, junto a la alegría, también se percibe temor. Muchos recuerdan los fracasos de otras transiciones en la región, como en Libia o Yemen, donde la caída de sus respectivos dictadores dio paso a nuevas guerras civiles.

El día después de la caída del régimen dictatorial de Bashar al Assa de Siria, vídeo Aljazeera
El día después de la caída del régimen dictatorial de Bashar al Assa de Siria, vídeo Aljazeera

Siria es ahora un mosaico de intereses y alianzas que podrían obstaculizar cualquier intento de unidad. En el norte, los kurdos mantienen una región autónoma respaldada por Estados Unidos, mientras que al este, diversas milicias controlan amplias zonas del país. La ofensiva que derrocó a Assad fue liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo islamista que ahora enfrenta el reto de administrar un país con profundas divisiones étnicas y sectarias.

“El reto más urgente es evitar un vacío de poder,” señaló Lina Khatib, experta en Oriente Medio. “Si no se logra consolidar un gobierno inclusivo, el conflicto podría recrudecerse.” El propio al-Jolani, líder de HTS, prometió en un discurso en la Gran Mezquita de los Omeyas que trabajará por un “estado justo y respetuoso con todas las comunidades”, pero los escepticismos abundan, especialmente entre las minorías religiosas como los cristianos, drusos y alauitas.

La situación humanitaria: una crisis persistente

El fin de la dictadura no ha eliminado la crisis humanitaria. Con más de 13 millones de desplazados internos y refugiados, el retorno de estas personas a sus hogares es un desafío monumental. En el tristemente célebre penal de Sednaya, liberado por los rebeldes, cientos de familias buscan desesperadamente información sobre sus seres queridos desaparecidos durante el régimen. Videos divulgados por organizaciones de derechos humanos muestran celdas destrozadas y listas de prisioneros que podrían arrojar algo de luz sobre el destino de miles de personas.

La caída de Assad también ha desatado una lucha por la influencia entre potencias extranjeras. Irán, principal aliado del régimen depuesto, intenta distanciarse del dictador mientras busca mantener su influencia en Siria. Teherán ha abierto canales de comunicación con los nuevos líderes rebeldes, aunque su posición es mucho más débil que antes.

Turquía, que respaldó la ofensiva rebelde, parece estar utilizando el caos para consolidar su presencia en el norte de Siria, bombardeando posiciones kurdas respaldadas por Estados Unidos. Mientras tanto, Washington enfrenta el dilema de apoyar a los nuevos gobernantes islamistas o mantenerse al margen. Israel también ha intervenido, avanzando hacia posiciones estratégicas abandonadas por el ejército sirio, lo que podría desencadenar nuevas tensiones regionales.

Un legado de ruina y terror

La dinastía Assad deja tras de sí un legado de terror. Desde el uso de armas químicas hasta la destrucción sistemática de ciudades enteras, el régimen se consolidó como uno de los más brutales de la región. La economía siria está devastada, con un sistema sanitario y educativo colapsados y una población empobrecida. “El futuro de Siria será incierto durante años,” advirtió Emile Hokayem, analista del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. “Reconstruir la infraestructura y el tejido social del país será una tarea titánica.”

El reto también recae en la comunidad internacional, que hasta ahora ha mostrado poca voluntad para liderar un proceso de transición. Naciones Unidas ha llamado a la creación de un gobierno inclusivo, pero los intereses divergentes de potencias como Rusia, Estados Unidos y Turquía complican cualquier esfuerzo coordinado. En su discurso del domingo, el secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, subrayó la necesidad de un “proceso liderado por sirios” que garantice los derechos humanos y el respeto al derecho internacional.

Un futuro plagado de preguntas

La salida de Assad representa una oportunidad para un nuevo comienzo, pero también plantea preguntas inquietantes. ¿Logrará Siria superar sus divisiones internas? ¿Podrá evitar una nueva guerra civil? ¿Cómo manejará la comunidad internacional el delicado equilibrio de poder en la región?

Por ahora, Siria enfrenta un momento de esperanza y temor. Los ecos de la dictadura persisten, pero también lo hace el anhelo de un futuro diferente. La última palabra está en manos de los sirios y su capacidad para transformar la libertad recién conquistada en una paz duradera.

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