Trump castiga a Brasil por el juicio a Bolsonaro y Lula le planta cara con represalias comerciales

EE. UU. impone un arancel del 50% a las exportaciones brasileñas como represalia por la causa judicial contra el expresidente ultraderechista. Lula responde con firmeza y activa una ley de defensa económica

10 de Julio de 2025
Actualizado a las 11:20h
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Trump castiga a Brasil por el juicio a Bolsonaro y Lula le planta cara con represalias comerciales

Brasil y Estados Unidos han entrado en una nueva fase de confrontación diplomática que va mucho más allá del comercio. La decisión de Donald Trump de imponer un arancel del 50% a todas las exportaciones brasileñas ha desatado una tormenta política en América Latina. Según el presidente estadounidense, esta sanción es una respuesta directa al juicio que enfrenta Jair Bolsonaro, expresidente y aliado político de Trump, acusado de organizar un intento de golpe de Estado tras perder las elecciones de 2022.

La medida, sin precedentes por su dureza, convierte a Brasil en el país más castigado en la reciente ofensiva comercial del Gobierno republicano. Trump justifica el castigo alegando que se están vulnerando los derechos de libertad de expresión de empresas estadounidenses en territorio brasileño y calificó el juicio contra Bolsonaro como una “vergüenza internacional” y una “caza de brujas”.

Pero la reacción del Gobierno de Lula no se ha hecho esperar. En un mensaje directo en la red social X (antes Twitter), el presidente brasileño afirmó: “Brasil es un país soberano con instituciones independientes que no aceptará ser tutelado por nadie”. Y añadió: “Responderemos a cualquier agresión comercial con reciprocidad y firmeza”. Acompañado de sus ministros en una reunión de emergencia, Lula activó la Ley de Reciprocidad Económica, aprobada en abril de este mismo año, que permite aplicar sanciones proporcionales a países que perjudiquen la competitividad del país suramericano.

Un castigo con nombre propio

El trasfondo de esta escalada tiene un claro protagonista: Jair Bolsonaro. El expresidente brasileño, inhabilitado hasta 2030 y procesado por varios delitos, entre ellos el de conspiración para derrocar el gobierno, ha sido defendido abiertamente por Trump. En la carta enviada por el mandatario estadounidense a Lula, publicada en la red Truth Social, no solo se exige el fin inmediato del juicio, sino que se describe a Bolsonaro como “un líder respetado en todo el mundo”.

Lo sorprendente es el tono inusualmente personal de la misiva. A diferencia de otras comunicaciones diplomáticas enviadas a países como Corea del Sur o Japón, donde los aranceles oscilaban entre el 20% y el 40%, la carta a Brasil adopta un tono casi agresivo. Trump acusa al Supremo brasileño de emitir “órdenes de censura secretas e ilegales” y amenaza con seguir subiendo los aranceles si Brasil se alinea con los BRICS, grupo del que forma parte junto a China, Rusia, India y Sudáfrica.

Impacto económico inmediato

Las repercusiones de este nuevo frente comercial no se han hecho esperar. El real brasileño cayó un 2% frente al dólar tras el anuncio y la Bolsa de São Paulo registró una bajada del 1,3%. Además, se teme que productos cotidianos como el café o el zumo de naranja, que en gran parte provienen de Brasil, se encarezcan en Estados Unidos.

Por su parte, el ministro de Hacienda brasileño, Fernando Haddad, calificó de “injusta” la subida de aranceles y aseguró que Brasil ya estaba sufriendo una discriminación arancelaria desde abril. “Estados Unidos tiene superávit comercial con Brasil. Nos ha impuesto un 10% antes, y ahora este 50% es un despropósito”, declaró en entrevista reciente.

Diplomacia en llamas y mensajes cruzados

La cancillería brasileña reaccionó con firmeza convocando al encargado de negocios de la Embajada de EE. UU. en Brasilia para exigir explicaciones. Incluso devolvieron la carta firmada por Trump calificándola de “ofensiva” y plagada de afirmaciones falsas. Horas antes del anuncio del arancel, el bloque de los BRICS, reunido en Río de Janeiro, ya había criticado el aumento de medidas proteccionistas como las emprendidas por Washington, aunque sin nombrar expresamente al presidente estadounidense.

Desde Brasilia, Lula fue claro en su respuesta: “El mundo cambió. No necesitamos emperadores. Somos países soberanos”. Un mensaje que busca fortalecer la posición de Brasil como actor independiente en el escenario global, especialmente en un momento en el que el país lidera negociaciones clave con la Unión Europea dentro del marco del Mercosur.

Una crisis con tintes electorales

Detrás de esta guerra arancelaria se esconde también una estrategia electoral. Con las elecciones estadounidenses en el horizonte, Trump parece decidido a reforzar su perfil nacionalista y su defensa de los valores conservadores, apoyando a líderes afines como Bolsonaro. El expresidente brasileño ha contado con el respaldo explícito de sectores del Partido Republicano, e incluso uno de sus hijos, Eduardo Bolsonaro, ha dejado su escaño para instalarse en Estados Unidos y hacer lobby a favor de su padre.

Esta intervención directa del gobierno estadounidense en un proceso judicial extranjero marca un punto de inflexión en las relaciones bilaterales. Para muchos analistas, la maniobra de Trump busca desacreditar a los tribunales brasileños y, al mismo tiempo, crear un enemigo exterior que justifique su retórica electoral.

¿Y ahora qué?

La pregunta es si esta escalada puede frenarse o si estamos ante el inicio de una guerra comercial más profunda entre Brasil y Estados Unidos. Lula ha dejado claro que su país no va a ceder. El uso de la Ley de Reciprocidad Económica puede llevar a represalias que afecten también a exportaciones clave de Estados Unidos, como productos tecnológicos, maquinaria o incluso trigo y maíz.

Mientras tanto, los consumidores de ambos países podrían pagar el precio en los supermercados, en una guerra en la que ni el acero ni la naranja son inocentes. Y en la que la política, una vez más, ha cruzado todas las fronteras.

La tensión entre Brasil y Estados Unidos es mucho más que una disputa comercial. Es una batalla por el poder, por la soberanía y por el relato político de dos líderes con visiones opuestas del mundo. Lula no está dispuesto a ceder ante lo que considera un chantaje político, y Trump, en campaña, ha vuelto a convertir la política exterior en un campo de batalla electoral. Lo que ocurra en los próximos días marcará el rumbo de una relación bilateral que, hoy por hoy, pende de un hilo.

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