Trump ha apartado al general retirado Keith Kellogg, el elegido en un primer momento para liderar las negociaciones con Ucrania, y lo ha sustituido por Steve Witkoff, el enviado para Oriente Medio. ¿Qué está pasando en la Administración de la secta MAGA, ese conglomerado de mafiosos, tal como ya define la prensa norteamericana liberal al gabinete trumpista? Sencillamente que las cuchilladas entre bambalinas son tan cruentas que empieza a haber bajas importantes y que muchos empiezan a bajarse del barco al constatar la deriva de degradación en la que está entrando Estados Unidos a causa de los delirios de grandeza de su líder.
The Economist, la biblia liberal anglosajona, retrata a Trump como un mafioso y un matón, alguien más parecido a Vito Corleone que al presidente de Estados Unidos. Y en ese palacio hay más de un canalla dispuesto a vender a su madre por un puñado de dólares. Keith Kellogg fue consejero en materia de seguridad nacional entre 2016 y 2020, como enviado especial y asistente del presidente para Ucrania y Rusia. “Keith ha tenido una distinguida carrera militar y empresarial, que incluye el desempeño de funciones de seguridad nacional sumamente sensibles en mi primera administración. ¡Estuvo conmigo desde el principio! Juntos, lograremos la paz a través de la fuerza y haremos que Estados Unidos y el mundo vuelvan a estar seguros”, tuiteó Trump en su cuenta de Truth Social cuando empezó a formar su gobierno de millonarios, ejecutivos y CEOS dispuestos a dar el pelotazo con la política. Sin embargo, ese buen rollito entre colegas de casino parece haberse terminado.
Kellogg ya no es hombre de confianza de Trump, y quizá ahí esté la razón de que lo haya relegado en el último momento de los acuerdos con Putin y Zelenski para recurrir al enviado para Oriente Medio Witkoff. Cuesta trabajo creer que ese cambio de última hora, sin explicar por la Casa Blanca, no tenga nada que ver con las filias y fobias que le entran a Trump en su trato con sus más inmediatos asesores y colaboradores. Algo parecido es lo que está ocurriendo con Elon Musk. En las últimas horas, el presidente le ha organizado al dueño de Tesla una operación de imagen en toda regla en los jardines de la Casa Blanca. El magnate que envía turistas al espacio no atraviesa por su mejor momento. Desde que llegó a Washington para supuestamente ejercer de consejero fiel de Trump, las acciones de Tesla han caído en picado. Y no solo por los aranceles, auténtica obsesión del presidente yanqui que está llevando a no pocas empresas a pérdidas preocupantes. También por sus malas relaciones con otros secretarios de Estado del gabinete trumpista. Musk va camino de caer en desgracia. El patriotismo y la política le han salido muy caros.
De momento, el jefe lo respalda, pero muchos republicanos conspiran contra el dueño de la red social X, antes Twitter. Y el directivo de Tesla empieza a no fiarse del supuesto líder del mundo libre. Hasta hace poco, eran uña y carne, y esa es la imagen que Trump ha tratado de proyectar con esa performace en la que Musk, acompañado de su hijo pequeño al que lleva a todas partes como un elemento propagandístico más, pasea tranquilamente por la Casa Blanca. El propio Trump le hizo un buen lavado de imagen cuando dijo eso de que Musk es un patriota y no se merece lo que le está pasando, o sea, la sombra de la crisis que planea sobre sus empresas. De ahí que, para echarle un cable, el presidente anunciara públicamente que le compra un coche, aunque él no pueda conducir (no se sabe por qué razón). Mientras tanto, Musk lo miraba algo escéptico, ya que ese vodevil seguramente no evitará los malos resultados de Tesla.
Kellogg y Musk son solo dos ejemplos de que Trump quema a todo aquel que se le acerca. Kellogg, ha tratado de marcar su propia estrategia para terminar con la guerra de Ucrania. Un plan que no ha debido de gustar al presidente, que lo ha relegado de inmediato. Seguir manteniendo la ayuda económica y militar a Kiev a toda costa y sin condiciones, tal como proponía Kellogg, no era la línea a seguir que más le agradaba a Trump. Y quizá haya pesado en la ruptura de la amistad el plan de Trump para esquilmar a los ucranianos expropiándoles las preciadas tierras raras.
Originario de Ohio, pero criado en California, Keith Kellogg, de 80 años, es “un general de tres estrellas del Ejército, altamente condecorado y retirado, y cuenta con una amplia experiencia en el Ejército y los negocios internacionales”, según el portal America First Policy Institute, una fundación conservadora.Steve Witkoff no tiene más mérito que ser amigo personal de Trump desde hace más de 40 años. Les une el amor por el golf, los negocios y poco más. Lo enviaba a Ucrania a lidiar con Putin solo porque lo consideraba un hombre fiel que no se iba del pico, no por sus cualidades como diplomático o negociador. Así funciona Trump, que considera la política como una extensión del mercado financiero pese a que nada tiene que ver dirigir una empresa privada con estar a los mandos de la primera potencia mundial en las horas más trascendentales para la historia.
Según The New York Times, el malestar con Elon Musk tiene razones diferentes. No se lleva con Marco Rubio, el todopoderoso secretario de Estado de los Estados Unidos. En una reciente reunión del gabinete, Musk y Rubio tuvieron sus más y sus menos. “No has despedido a nadie”, le espetó Musk para reprocharle que estaba siendo tibio con los recortes. Rubio llevaba semanas furioso con Musk, desde que el equipo del dueño de Tesla cerró de facto toda una agencia que supuestamente estaba bajo el control de Rubio: la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. Pero, en la reunión extraordinaria de gabinete ante el presidente Trump y unas 20 personas más (de cuyos detalles no se había informado antes), Rubio se desahogó con Musk, poniéndolo a caldo, como suele decirse coloquialmente. No hay buen rollo en la Casa Blanca, que parece una balsa de pirañas devorándose a sí mismas. Y eso que solo llevan dos meses en el poder.