Donald Trump ha vuelto a agitar la escena internacional con una amenaza clara: impondrá un arancel adicional del 10 % a todos los países que, en sus palabras, “se alineen con las políticas antiestadounidenses de los BRICS”. La advertencia, lanzada este domingo en su cuenta de Truth Social, se produce apenas unas horas después de que los líderes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica —el núcleo original del bloque BRICS— firmaran en Río de Janeiro una declaración conjunta en la que critican duramente las sanciones y aranceles impuestos unilateralmente por potencias occidentales, en particular por Estados Unidos.
En este contexto, Trump ha calificado dicha postura como una amenaza directa a los intereses estadounidenses. Su reacción: penalizar económicamente a los países que respalden esta “agenda contraria”, según sus propias palabras. Esta medida no solo agrava las tensiones con los BRICS, sino que lanza una señal de advertencia al resto del mundo sobre las consecuencias de desviarse de la estrategia comercial y geopolítica de Washington.
Un castigo económico a la disidencia internacional
“Cualquier país que se alinee con las políticas antiestadounidenses de los BRICS deberá pagar un arancel adicional del 10 %. No habrá excepciones a esta política”, sentenció el presidente estadounidense. Esta amenaza tiene implicaciones concretas: muchos países del sur global han intensificado recientemente sus relaciones con los BRICS en busca de alianzas comerciales más equilibradas y menos dependientes del dólar.
En la cumbre celebrada en Brasil, los BRICS criticaron lo que consideran un abuso del sistema arancelario como herramienta de coacción política, señalando que tales prácticas contradicen las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y generan distorsiones en el comercio global. Asimismo, denunciaron las “medidas coercitivas unilaterales” impuestas por algunos países —en clara referencia a EE. UU.— que vulneran el derecho internacional y obstaculizan el desarrollo económico de los países emergentes.
La nueva ofensiva: cartas arancelarias y presión diplomática
Trump no se ha limitado a las amenazas genéricas. En el mismo mensaje, anunció que a partir del lunes 7 de julio comenzará a enviar “cartas arancelarias” a diferentes gobiernos. En ellas, se detallarán las condiciones que deben cumplir para evitar los nuevos gravámenes, así como los términos para renegociar acuerdos comerciales.
“Me complace anunciarles que las cartas arancelarias de Estados Unidos, y/o tratos, con varios países del mundo, serán entregadas a partir de las 12:00 horas (hora local), del lunes 7 de julio”, escribió Trump, adelantando que el margen de maniobra de cada país dependerá de su disposición a cooperar con los intereses estadounidenses antes del 9 de julio.
En paralelo, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, confirmó que los aranceles comenzarán a aplicarse oficialmente el 1 de agosto. Aunque matizó que esta fecha no es una “nueva línea roja”, sí será el momento en que se reactivarán los aranceles previos si no se logran acuerdos.
BRICS responde: “No buscamos confrontación”
Desde Pekín, la portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Mao Ning, ha rechazado las acusaciones de confrontación. “El mecanismo de los BRICS es una plataforma de cooperación para mercados emergentes y países en desarrollo. Apostamos por la apertura y la colaboración, no por el enfrentamiento”, aseguró. También dejó claro que se oponen al uso de aranceles como “herramienta de coacción”.
De momento, la respuesta del resto de miembros del bloque ha sido más moderada, aunque el mensaje implícito de unidad frente a la presión de Washington es evidente. Rusia, por su parte, ha reforzado su discurso en favor de un sistema comercial multipolar, y Brasil ha reiterado la necesidad de mecanismos multilaterales justos para resolver disputas económicas.
Un clima de incertidumbre para el comercio global
La amenaza de Trump llega en un momento delicado. Las economías avanzadas todavía luchan por consolidar la recuperación tras años de inflación alta y tensiones geopolíticas. En este contexto, una nueva ola de guerras arancelarias podría afectar gravemente al comercio internacional, incrementar los costes de importación y reducir el margen de maniobra de países intermedios.
Además, estas medidas podrían acelerar los esfuerzos de los BRICS para consolidar un sistema comercial alternativo, menos dependiente del dólar, como ya han propuesto en varias ocasiones sin llegar aún a un acuerdo definitivo. Si eso ocurre, Estados Unidos podría perder parte de su influencia global, no solo económica sino también política.
Algunos analistas interpretan esta ofensiva comercial como parte de la estrategia de campaña de Trump de cara a las elecciones presidenciales de noviembre. El expresidente —y ahora de nuevo mandatario— ha hecho de la política proteccionista y del “America First” su seña de identidad. Repetir esa fórmula le resulta rentable a nivel interno, donde una parte significativa de sus votantes ve con buenos ojos que EE. UU. actúe con mano dura frente a competidores globales.
Sin embargo, las consecuencias internacionales podrían ser desastrosas si no se alcanza un equilibrio. En lugar de promover una competencia justa, la imposición unilateral de aranceles puede aislar a EE. UU. y fragmentar aún más el sistema comercial global.
El mundo ante un dilema
Lo que está en juego no es solo un puñado de acuerdos bilaterales, sino el rumbo del comercio internacional en la próxima década. La política de aranceles de Trump no es solo una estrategia coyuntural: puede suponer un punto de inflexión hacia un sistema más polarizado, menos predecible y más conflictivo.
La comunidad internacional, especialmente los países intermedios, deberá elegir entre alinearse con uno u otro bloque… o buscar un difícil equilibrio en un tablero cada vez más incierto.