Trump lanza una ofensiva migratoria contra las grandes ciudades demócratas

Redadas, despliegue militar y miedo: así arranca el nuevo plan de deportaciones masivas mientras se pisotean derechos básicos y se alimenta el odio desde arriba

16 de Junio de 2025
Actualizado a las 11:26h
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Manifestación contra Donal Trump este fin de semana
Manifestación contra Donal Trump este fin de semana

Donald Trump ya no oculta su hoja de ruta. Aunque aún no ha arrancado su segundo mandato, ha iniciado una ofensiva migratoria sin precedentes en Estados Unidos. Ha ordenado una campaña masiva de detenciones y deportaciones centrada en ciudades como Los Ángeles, Chicago y Nueva York. Todas ellas tienen algo en común: están gobernadas por demócratas y concentran amplias comunidades latinas.

Trump ha usado su red Truth Social para justificar esta operación alegando que allí residen “millones y millones de ilegales”. No aporta pruebas, pero sí repite teorías conspirativas ya desmontadas, como la de que estos inmigrantes votan ilegalmente en masa. Más que una estrategia de seguridad, parece una operación de castigo ideológico.

Redadas y marines en la calle

En Los Ángeles, agentes del ICE han comenzado redadas en distintos barrios. Aunque las protestas han sido mayoritariamente pacíficas, Trump ha aprovechado algunos incidentes aislados para desplegar 4.000 miembros de la Guardia Nacional y 700 marines. Las autoridades locales no lo pidieron ni lo aprobaron. De hecho, el estado de California ha denunciado ante la justicia federal que el expresidente ha sobrepasado sus competencias.

Trump vuelve con su receta favorita: el miedo

La alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, ha prorrogado el toque de queda para frenar los disturbios, pero también ha puesto palabras a lo que se vive: “La gente tiene miedo de salir de sus casas”. Y no es un temor infundado. Las redadas parecen aleatorias, con familias que evitan ir al médico, al colegio o simplemente pasear por su barrio. En Estados Unidos, mostrar los papeles por la calle no debería ser una norma.

Trump ya no habla de inmigración. Habla de “invasión”. Es su lenguaje favorito para crear enemigos internos. En su discurso, estas ciudades no solo son débiles ante el crimen, también sirven como nidos de fraude electoral, algo que la justicia ha desmentido repetidamente. Sin embargo, repetir la mentira funciona como gasolina para su base más radical.

Esta narrativa ya no tiene que ver con leyes migratorias. Se trata de una estrategia política basada en el miedo. Al convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios, desactiva cualquier debate real y simplifica el mensaje: nosotros o ellos.

¿Quién protege a los vecinos?

En barrios latinos de Los Ángeles, Chicago o Nueva York, los vecinos ya no se preguntan por la legalidad de estas operaciones. Se preguntan quién los protege. No solo los migrantes indocumentados viven con miedo. También quienes tienen residencia legal o ciudadanía temen una detención injusta. Hay niños que no entienden por qué su padre no ha vuelto del trabajo o por qué la policía patrulla con marines al lado.

La administración estatal de California ha recurrido a la justicia para frenar a Trump, pero la respuesta judicial tardará. Mientras tanto, la militarización avanza, y con ella, la sensación de que los derechos fundamentales ya no están garantizados para todos.

Esta operación no debería verse como un caso aislado ni como algo que solo afecta a Estados Unidos. Es una advertencia. La lógica que aplica Trump —la del miedo, el enemigo interno y la fuerza como respuesta— se extiende por otras democracias. También en Europa, donde algunos gobiernos ya coquetean con discursos de odio y políticas represivas.

Trump ha activado una forma de gobernar que normaliza lo autoritario. Las leyes se doblan, las instituciones se usan para castigar al adversario y el caos se convierte en espectáculo. Con inmigrantes hoy. Mañana con quien convenga.

No es seguridad, es propaganda

Trump no busca seguridad. Busca titulares, vídeos virales, discursos incendiarios y miedo. Porque el miedo moviliza. Porque el miedo cierra filas. Porque el miedo convierte a un líder autoritario en la única opción “capaz de poner orden”. Pero ese orden no trae paz. Trae persecución.

El verdadero objetivo no es proteger a nadie. Es marcar territorio, mostrar poder, castigar a las ciudades que le dieron la espalda y alimentar el resentimiento de su base. No hay política pública detrás, solo propaganda.

Esto también va con nosotros

Que en una democracia alguien tenga que mostrar sus papeles por ir a comprar pan no es solo un problema legal. Es una fractura moral. Un síntoma claro de que los derechos ya no son iguales para todos.

Y aunque ocurra a miles de kilómetros, nos concierne. Porque lo que hoy se aplica en California puede inspirar a líderes de Europa mañana. La lucha contra el autoritarismo empieza por nombrarlo. Lo que Trump está haciendo es eso: autoritarismo.

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