Trump también destroza el mercado laboral estadounidense

Trump ha provocado que la economía estadounidense entre en un ciclo de estanflación: crecimiento débil, desempleo al alza y precios aún presionados por las tensiones comerciales

07 de Septiembre de 2025
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Trump trabajadores estafa (1)
Donald Trump en un acto de campaña en Wisconsin

El motor laboral estadounidense, durante años la envidia del mundo desarrollado, empieza a dar señales de griparse. En agosto, la economía apenas generó 22.000 empleos, el cuarto informe débil consecutivo. Peor aún, las revisiones mostraron que en junio el país perdió 13.000 puestos de trabajo, el primer retroceso neto desde diciembre de 2020. La tasa de desempleo subió al 4,3%, su nivel más alto en cuatro años.

Lo que parece un mal mes es, en realidad, un síntoma más profundo: el modelo económico de Donald Trump está chocando contra sus propias contradicciones. Sus políticas de tipos de interés elevados, combinadas con aranceles expansivos y un endurecimiento migratorio sin precedentes, han creado una tormenta perfecta para las empresas, que ahora dudan en contratar e incluso empiezan a recortar.

Industria en caída libre

El golpe más visible está en la industria, sector que el presidente prometió resucitar con aranceles protectores y generosas subvenciones. Este año, las fábricas han destruido 78.000 empleos, contradiciendo la retórica trumpista de un renacimiento industrial. En la práctica, los aranceles han encarecido insumos y desatado represalias comerciales, mientras que la fortaleza del dólar encarece las exportaciones. El resultado es una industria menos competitiva y con menor capacidad de absorber mano de obra.

Política monetaria, el chivo expiatorio

Ante los malos datos, Trump ha intensificado sus ataques contra el presidente de la Reserva Federal, a quien apoda “Jerome ‘Too late’ Powell”. La narrativa presidencial es clara: la Fed se equivoca al no recortar tipos de forma agresiva. Pero la realidad es más compleja. Hasta hace unas semanas, Powell temía que la rebaja de tipos alimentara la inflación derivada de los aranceles. Ahora, con un mercado laboral que se deteriora, el riesgo se ha invertido: la prioridad es sostener el empleo.

Los mercados descuentan que en septiembre habrá un recorte significativo de tipos. No obstante, la pregunta crucial es si un alivio monetario será suficiente para contrarrestar el doble lastre de la guerra comercial y el cierre de las compuertas migratorias, que han reducido tanto la demanda como la oferta de trabajadores.

Factor inmigración

En teoría, menos inmigrantes debería significar más oportunidades para los trabajadores nativos. En la práctica, la política de Trump ha generado rigideces en sectores que dependían de mano de obra extranjera (agricultura, construcción, hostelería) y ha elevado los costes laborales sin traducirse en mayor contratación.

El resultado es un mercado laboral más estrecho y desequilibrado, incapaz de absorber choques externos.

La política de los números

Más allá de la economía, el empleo es terreno de alto voltaje político. El presidente despidió recientemente a la jefa de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS), después de que publicara datos poco favorables. La decisión, junto con los recortes presupuestarios en la agencia, ha sembrado dudas sobre la independencia estadística del país. Trump insiste en que los “verdaderos números” se verán dentro de un año, cuando promete un auge sin precedentes. Pero la fe en estadísticas maquilladas rara vez calma a los mercados o a los votantes.

Los demócratas, por su parte, han olido sangre. El líder de la minoría en el Senado, Chuck Schumer, acusó a Trump de “estrangular la economía” con sus políticas comerciales. A medida que la campaña electoral de los comicios de mitad de mandato se intensifica, cada informe laboral se convierte en un arma retórica: para unos, prueba del fracaso del trumpismo; para otros, una excusa para exigir que la Fed dé marcha atrás en su cautela.

En el mejor de los casos, un recorte agresivo de tipos permitiría estabilizar el empleo y contener la desaceleración antes de que se convierta en recesión. Pero ese escenario depende de que los aranceles no provoquen nuevas oleadas inflacionarias y de que las empresas recuperen la confianza en medio de la incertidumbre electoral.

En el peor, la economía estadounidense podría entrar en un ciclo de estanflación suave: crecimiento débil, desempleo al alza y precios aún presionados por las tensiones comerciales. Sería un cóctel políticamente tóxico para Trump, que ha basado su legitimidad en la promesa de prosperidad para la clase trabajadora.

Por ahora, la gran ironía es que el presidente que se jacta de “traer empleos de vuelta a América” se enfrenta a un mercado laboral que, por primera vez en años, parece retroceder. Y ni los aranceles ni las diatribas contra la Reserva Federal ofrecen una salida clara.

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