Trump transforma un conflicto arancelario en negocio para EE.UU

El acuerdo comercial alcanzado en Escocia desnuda la estrategia del presidente norteamericano: aranceles, presión y negocios a costa de la debilidad europea

28 de Julio de 2025
Actualizado a las 10:27h
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Trump transforma un conflicto arancelario en negocio para EE.UU.

La fotografía de Turnberry encierra mucho más que un pacto comercial. En ella se confirma cómo Donald Trump vuelve a imponer su lógica de imposición y amenaza. La Unión Europea, acorralada por el chantaje arancelario, ha terminado firmando un acuerdo que compromete a los Veintisiete a compras masivas de energía y armamento norteamericano a cambio de evitar un castigo económico aún mayor.

Un acuerdo bajo presión

Lo que en Bruselas se presenta como un pacto de estabilidad es, en realidad, el resultado de una negociación marcada por el ultimátum de la Casa Blanca. Trump, fiel a su estilo, había dado de plazo hasta el 1 de agosto: o se aceptaban sus condiciones o un muro de aranceles del 30% caería sobre la industria europea.

Finalmente, la Comisión ha aceptado un gravamen del 15% para automóviles, semiconductores, farmacéuticas y otros productos clave, junto a un paquete de compromisos que deja a Europa en una posición incómoda: 750.000 millones de dólares en compras de energía estadounidense, 600.000 millones en inversiones transatlánticas y un volumen indeterminado de armamento made in USA.

El presidente norteamericano no ocultó la satisfacción de haber doblado el brazo a sus socios, convirtiendo un conflicto arancelario en una oportunidad para reforzar la dependencia energética y militar de Europa respecto a Estados Unidos. La Comisión, por su parte, se aferró a la idea de que este acuerdo “aporta certidumbre”, pero la letra pequeña dibuja un paisaje mucho menos complaciente.

Europa claudica y Trump gana

Este pacto pone en evidencia la vulnerabilidad de la Unión Europea en un contexto internacional convulso. Las compras masivas de gas licuado y combustible nuclear a Estados Unidos se presentan como una forma de diversificar fuentes tras la guerra de Ucrania. Pero, en la práctica, suponen sustituir una dependencia por otra, sin una estrategia propia de autonomía energética.

Trump ha logrado lo que buscaba: imponer condiciones, abrir mercados para sus empresas y obligar a Europa a pagar la factura de su política exterior, todo ello bajo el disfraz de la cooperación. En paralelo, el presidente norteamericano ha tejido un nuevo nicho de negocio para la industria armamentística estadounidense, mientras en Europa se silencia el debate sobre el coste político y económico de este sometimiento.

El triunfo del chantaje ha sido revestido de acuerdo histórico. Ursula von der Leyen defendió que se ha evitado una escalada comercial que habría golpeado a 450 millones de consumidores, pero el resultado final es un acuerdo desequilibrado, firmado bajo la amenaza y en el que el mayor beneficiado es, sin matices, Donald Trump.

La pregunta es si este acuerdo es una tregua o un precedente. Porque, en Turnberry, Trump ha vuelto a demostrar que su política internacional se basa en un principio tan viejo como eficaz: el que tiene el poder impone las reglas.

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