En el Vaticano hay una guerra fratricida entre el sector progresista encarnado por el papa Francisco y el ala ultra, una especie de trumpismo eclesiástico encarnado por el cardenal norteamericano Raymond Burke. Este alto cargo de la curia vaticana se ha mostrado como un fuerte crítico de algunas decisiones del papa Francisco, sobre todo por sus actitudes de apertura en temas como la sexualidad y la familia. Firme defensor del tradicionalismo católico, Burke suele celebrar la misa en la forma tridentina del rito romano. También ha criticado públicamente la exhortación apostólica Amoris Laetitia, en particular la nota 351 que planteaba la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar pudiesen comulgar.
Rebelión en el Vaticano
Burke y otros tres cardenales presentaron una serie de preguntas al papa Francisco con el fin de clarificar dicha postura, denominadas dubia, que tras dos meses sin respuesta fueron publicadas. En este sentido, llegó a acusar a la Iglesia de ser un “barco sin timón”, y llamó a los católicos a desobedecer al Sumo Pontífice. También ha expresado opiniones en contra de la inmigración musulmana hacia Europa, acusándola de contribuir a las intenciones del islam de dominar el mundo cristiano.
La tensión entre el papa Francisco y la facción ultraderechista de la Iglesia tiene su principal campo de batalla en Estados Unidos, donde un poderoso grupo ultraconservador del catolicismo pugna por el poder liderado por las ideas de Burke, según la BBC. De hecho, el pontífice ha tomado una drástica decisión: desalojar de su residencia en el Vaticano al cardenal retirado estadounidense, abiertamente crítico con su gestión. Lo hizo apenas tres semanas después de destituir a otro feroz opositor a sus planteamientos y reformas: Joseph Strickland, que era obispo de Tyler (Texas).
Ambas acciones suponen otra vuelta de tuerca en la pugna ideológica entre el papa, que promueve una visión más abierta e inclusiva de la Iglesia católica, y los sectores ultraconservadores de la institución, que apuestan por una aplicación estricta de sus doctrinas e ideas tradicionales.
Iglesia católica y homosexualidad
La guerra abierta es especialmente cruenta a causa de la decisión de Francisco de promover una Iglesia participada y acogedora también con las parejas homosexuales. Esta intención tuvo la respuesta inmediata de cinco cardenales ultras y críticos, entre ellos Burke, dos días antes del Sínodo de Obispos. Walter Brandmueller de Alemania, exhistoriador del Vaticano; Juan Sandoval de México, arzobispo emérito de Guadalajara; Robert Sarah de Guinea, exprefecto para la liturgia; y Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, presentaron al pontífice dudas con la petición de que fueran respondidas antes de iniciar el sínodo.
La Iglesia ultra entronca íntimamente con los movimientos más reaccionarios de la derecha cristiana norteamericana que se remontan a la década de 1940 y que se han mostrado especialmente influyentes desde la década de 1970. Su influencia se basa, en parte, en el activismo de base, así como en el enfoque en cuestiones sociales y en la capacidad de motivar al electorado en torno a estos temas. La derecha cristiana es notable hoy en día por promover posiciones socialmente conservadoras en temas como la oración escolar, el diseño inteligente, la investigación con células madre embrionarias, la homosexualidad, la anticoncepción, el aborto y la pornografía. Aunque el término “derecha cristiana” se asocia más comúnmente con la política en los Estados Unidos, grupos conservadores cristianos similares se pueden encontrar en las culturas políticas de otras naciones de mayoría cristiana.
La derecha cristiana cree que la separación de la Iglesia y el Estado no es explícita en la Constitución estadounidense, creyendo en cambio que tal separación es una creación de lo que dice son jueces activistas en el sistema judicial. En los Estados Unidos, el ala ultra a menudo se apoya en el argumento de que el país fue “fundado por cristianos como una nación cristiana”. En general, la derecha cristiana apoya la presencia de instituciones religiosas dentro del Gobierno y la esfera pública, y aboga por menos restricciones a la financiación gubernamental para las instituciones benéficas religiosas y las escuelas.