La fuente de las mujeres

26 de Septiembre de 2016
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Hace unos días vi la película cuyo título es el de este artículo. Se trata de una historia hermosa porque es un canto a la esperanza. Además, reivindica la necesidad de unión entre las mujeres para alcanzar la verdadera libertad e igualdad respecto de los hombres. La historia se sitúa en una aldea africana cuyos habitantes son de religión musulmana, pero eso no la hace menos interesante, al contrario, supone una aproximación a la situación de muchas mujeres que no ha evolucionado del mismo modo ni al mismo ritmo que la nuestra.Nosotras, las españolas, europeas y occidentales, en general, tenemos una noción de nuestra relación con el hombre muy diferente y, aunque sabemos que la igualdad real total no ha llegado, sí hemos conquistado una posición bastante próxima al ideal que movió durante décadas a muchas a sortear dificultades, desaires e insultos de sus compañeros, los hombres. Y eso, en ocasiones, nos vuelve prepotentes e intransigentes y nos hace olvidar que, hasta hace relativamente poco, no fuimos tan diferentes. Hay que recordar nuestro Código Civil de antes de la reforma de 1974 en el que la mujer dependía del marido o del padre para cualquier actuación o transacción de la vida ordinaria. La mujer tratada como un menor de edad.Nuestras abuelas, si pudieran vernos hoy se asombrarían. Nuestras abuelas siempre de luto, siempre con moño y el pañuelo o la mantilla tapándolo, escondiendo sus canas. Nuestras abuelas, desde jóvenes, en casa siempre, cuidando de sus hijos y de sus padres y de sus suegros y de los “tiones”, cuidando de los animales y del huerto. Nuestras abuelas que iban a la fuente a buscar el agua y al río a lavar la ropa. Nuestras abuelas que se recogían frente al fuego, de anochecida, agotadas de estar de acá para allá por llevar tanto peso a sus espaldas y aún seguían tejiendo, hilando, cosiendo, remendando. Nunca el descanso.Si pudieran vernos, nuestras abuelas se asombrarían de lo que hemos conseguido. De acá para allá trabajando en todo lo que ellas ni hubieran pensado que podía trabajar una mujer, hasta en el ejército y en la Guardia Civil, que se dice pronto. Trabajando fuera en mil oficios. ¡La libertad, la igualdad, por fin! Nuestras abuelas querrían volver. Querrían sentir el soplo nuevo de los derechos conquistados.Nuestras abuelas, si pudieran volver, lo verían todo. También que, de anochecida, en casa hay que prepararlo todo para el día siguiente. Para que todo funcione. Sin descanso todavía.Y verían nuestras abuelas que sigue habiendo muerte y destrucción a manos de los hombres. Que la violencia no ha concluido.Si vivieran nuestras abuelas, entenderían a esas otras culturas que no han avanzado. Y, seguro, les gritarían que no se contenten con seguir haciendo lo que hicieron siempre. Que luchen. Que nadie nos ha regalado nunca nada. Y nadie les regalará nada por mucho que se las apoye o se las intente ayudar. Han de ser ellas. Con decisión.Pero, también, acaso, nos diría a nosotras, las occidentales prepotentes y sabias que nos creemos que somos las dueñas de nuestro destino, que no hemos llegado al Paraíso. Que falta mucho trecho, que vivimos en el engaño. Que no hay que contentarse todavía. Que sigamos luchando por la igualdad real.
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