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La OTAN, a día de hoy, no puede aceptar a Ucrania

Los elevados índices de corrupción y el autoritarismo creciente del presidente Volodimir Zelensky, además de otros factores geopolíticos, impiden que Ucrania pueda ser miembro de la Alianza Atlántica a corto plazo

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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Tras la caída de la URSS y el fin de la Guerra Fría, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha intentado hacer pedagogía de que ellos no son un enemigo de Rusia y sus aliados, sino que se trata de una organización diseñada para defender la democracia.

En las últimas reuniones de la OTAN ha estado sobre la mesa la aceptación de la candidatura de Ucrania como miembro de pleno derecho de la Alianza. Sin embargo, ese movimiento, tras la invasión ilegal por parte de Rusia, tiene demasiadas aristas relacionadas, precisamente, con los niveles democráticos del país presidido por Volodimir Zelensky. Además, se podría dar el caso, al igual que ocurre con Hungría y Turquía, de que la OTAN vuelve a demostrar que defiende las democracias por fuera, pero que no lo hace desde dentro.

Las últimas semanas, el presidente ucraniano ha tenido que destituir a su ministro y a siete viceministros de Defensa por la presunta corrupción en el manejo y gestión presupuestaria de los fondos militares.

Sin embargo, a pesar de las evidencias de la existencia de una corrupción sistémica en Ucrania, en una cumbre reciente de la OTAN celebrada en Vilnius, los países miembros seguían insistiendo en que la entrada de Ucrania en la Alianza era sólo cuestión de tiempo. Incluso llegaron a eliminar requisitos como el riguroso programa que garantiza que los países aspirantes deben cumplir con los estándares militares, económicos y democráticos de la OTAN. Es decir, que se abría la mano en un momento muy delicado y lleno de incertidumbres a nivel geopolítico.

Esta semana, en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, Zelensky intervino en un escenario en el que hay expertos que analizan la guerra de Ucrania como la lucha entre democracia y autoritarismo. En base a los análisis de aquéllos, la defensa que Ucrania ha hecho contra Rusia la convierte en un soldado probado en batalla. Zelensky sabe utilizar muy bien este argumento que, sin embargo, sus hechos desmienten. Además, lo usa para presionar y acelerar su ingreso en la Alianza.

Esos argumentos chocan con un aspecto que es clave: la OTAN está diseñada actualmente para defender países ya democráticos, pero no está preparada para promover la democracia dentro de esos países. En consecuencia, la entrada de Ucrania en la Alianza no reforzaría el fortalecimiento de la democracia ucraniana.

La OTAN fracasa en democracia

La democracia tiene éxito cuando sus principios son adoptados y manifestados en leyes, normas políticas e instituciones; y cuando es defendido por defensores de la lucha contra la corrupción, organizaciones de libertades y derechos civiles, y grupos de libertad de prensa. Es obvio que, a diferencia del territorio físico, la democracia no se puede defender con pactos de defensa, con bombas o balas, con misiles o campos minados.

La OTAN no está logrando evitar un retroceso democrático una vez que los países se unen a la alianza. Hungría y Turquía son buenos ejemplos. Viktor Orbán y Recep Tayyip Erdoğan han presidido la persecución de los medios independientes, el silenciamiento de la disidencia y la erosión del Estado de derecho. Ambos han mantenido vínculos más estrechos con Rusia en medio de la guerra en Ucrania, y Erdoğan se reunió recientemente con Vladimir Putin en Sochi.

A pesar de su retroceso democrático, Hungría y Turquía siguen siendo miembros de la OTAN con buena reputación e, incluso, han obtenido concesiones para retrasar las adhesiones de Suecia y Finlandia a la OTAN. Estados Unidos podría atraer a estos aliados cada vez más antiliberales con acuerdos de armas, pero la OTAN es incapaz de abordar la causa fundamental de su obstinación. Hungría dice que su oposición a la entrada de Suecia en la Alianza es una respuesta a la suspensión por parte de la Unión Europea de miles de millones de dólares de sus fondos por el declive democrático de Hungría.

Sin embargo, resulta obvio que la deriva autoritaria de Turquía y Hungría da un aviso muy importante a la OTAN: Ucrania, ahora mismo, no puede ser miembro por más que Zelensky quiera vender reformas que están muy lejos de ser efectivas.

Por otro lado, la Alianza no se siente amenazada porque alguno de sus miembros tenga ramalazos autoritarios o con democracias deficientes. El líder de la OTAN, Estados Unidos, históricamente ha trabajado codo con codo con estados dictatoriales como Arabia Saudí, Israel, Marruecos o Egipto.

Esta situación provoca la reflexión porque, si la OTAN no ha nacido para defender las democracias de sus países, ¿para qué sirve?  Si los países miembros se comprometieron a defender sólo otras democracias, ¿será menos probable que cumplan su compromiso cuando se admita a países menos democráticos? ¿Comenzarán a pensar que los criterios de membresía son blandos o se aplican hipócritamente los países, como Georgia, que aspiran a ser miembros, aunque resisten la agresión rusa y luchan por realizar reformas democráticas?

La corrupción desprestigia a Zelensky

Tal y como publicamos en Diario16 antes de la invasión ilegal de Rusia, el régimen de Volodimir Zelensky perseguía a un periodista que había tenido que huir de Ucrania para no ser encarcelado por su oposición al gobierno ucraniano.

Desde que se inició la guerra, en su afán por entrar en la UE y en la OTAN y conseguir aliados de facto, Ucrania ha logrado algunos avances en su limpieza, y Zelensky quiere vender que ha sido más reformista que algunos de sus predecesores. Las noticias sobre las purgas de su personal interrumpen periódicamente las actualizaciones del campo de batalla.

Zelensky causó conmoción en Ucrania cuando cesó a su fiscal general y al jefe de su servicio de seguridad por «grave incumplimiento de sus deberes». Posteriormente, se abrieron más de 650 causas por traición. En enero, seis viceministros y cinco administradores regionales fueron cesados por corrupción y, recientemente, Zelensky revisó todas las oficinas regionales de reclutamiento militar de Ucrania tras el descubrimiento de malversación de fondos.

El presidente ucraniano adopta una postura de línea dura contra la corrupción, calificándola de flagelo nacional. En cambio, tal cruzada sólo es necesaria en un sistema político enfermo, un sistema que, hasta cierto punto, también implica a Zelensky.

Cuando las instituciones financieras occidentales buscaron directores independientes para las empresas dirigidas por oligarcas de Ucrania, Zelensky despidió a su gabinete por llevar la iniciativa demasiado lejos. Destituyó a su primer ministro después de que se enfrentara con el magnate de los medios y oligarca Ihor Kolomoisky por nombramientos en una compañía eléctrica estatal.

La cadena de televisión de Kolomoisky había ayudado a convertir a Zelensky en un comediante famoso y luego le dio cobertura preferencial a su campaña presidencial. Kolomoisky está sancionado por Estados Unidos y fue acusado a principios de este mes de fraude y blanqueo de capitales. Las iniciativas anticorrupción de Zelenksy, ya sean sinceras o meramente performativas, se ven empañadas por su cercanía a Kolomoisky y su deferencia hacia otros oligarcas.

Zelensky, ¿el nuevo Orban?

En julio, un informe de la inteligencia suiza observó «rasgos autoritarios» en Zelensky mientras intentó sacar al alcalde de Kiev, el excampeón del mundo de boxeo en los pesos pesados Vitali Klitschko, de la contienda para las elecciones presidenciales de Ucrania en 2024, comicios que, en la situación actual de Ucrania, es normal que no se celebren.

Consolidar la democracia lleva tiempo. Antes de ser admitida en 2020, Macedonia del Norte participó en el Plan de Acción de Membresía durante más de 20 años. Montenegro pasó ocho años en el programa antes de ser admitido en 2017. Bosnia y Herzegovina y Georgia continúan lidiando con democracias frágiles, tratando de realizar reformas democráticas en pos de sus aspiraciones de entrar en la OTAN.

Es natural que Ucrania busque ser miembro de la OTAN, ya que mejoraría la defensa de sus fronteras. Pero, ¿a qué precio? Los principales analistas militares del mundo han señalado los elevados riesgos de una escalada devastadora con Rusia, o la amenaza a la credibilidad estadounidense cuando Estados Unidos hace promesas de seguridad con escaso apoyo público. Permitir a Ucrania su entrada en la OTAN en el corto plazo elimina un poderoso incentivo para que fortalezca su democracia en el largo plazo: precisamente, la promesa de ser miembro de pleno derecho de la Alianza.

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