Las certezas y la hoja de otoño

18 de Diciembre de 2019
Guardar
otoño
Nos movemos en rutinas, en localizaciones definibles. Salimos y regresamos como los trenes de scalextric en recorridos repetidos, y en ello, las emociones, las sensaciones, los colores, el paisaje, se aburguesan. La vida parece un cromo que, día tras día, no deja de repetirse. Olvidamos mirar. Miramos en todo momento lo repetido, creyentes que es el mejor lugar donde colocar nuestra mirada. No cuestionamos nada; nos llenamos de certezas y forjamos un búnker con todas ellas, acumulándolas. Establecemos ese búnker a lado de otros búnkeres, y nos asentamos en pequeños microcosmos que acaban en tribus con las mismas miradas, con los mismos recorridos, con las mismas certezas. Aburguesados.Pero un día, desorientados, salimos del búnker. Algo perdidos, nos alejamos de la tribu. Entonces, una brisa nos azora el rostro, nos devuelve una hoja de otoño después de tantos otoños sin estación alguna. Nos sorprende, nos desconcierta y la apartamos. La hoja de otoño no está en tanta certeza acumulada, pensamos. Son otra mentira, otra debilidad innecesaria.Miramos a un lado y a otro, perdidos, intentando encontrar el camino de regreso; volver a las certezas acumuladas que nos esconden de los miedos, volver al búnker, a la tribu. Y en la búsqueda, desconcertados y rabiosos, mientras no dejamos de ojear todos los lados posibles, durante unos segundos oteamos con el rabillo del ojo como la brisa balancea la hoja de otoño en giros impensables, como planea sin certezas ni acomodos. No hay miedos que limiten sus actos, no hay paredes que aburguesen certezas que no existen.La hoja de otoño atrapa nuestra mirada, no dejamos de prestarle atención, y poco a poco, sin darnos cuenta, nuestras certezas se van desvaneciendo. Ya no buscamos el camino de regreso. Las dudas se arraigan en nuestro interior, y, sin embargo, la brisa nos balancea en giros impensados, la emoción nos hace temblar, y las cabriolas imposibles asumen el instante. Algo late. Es la vida.
Lo + leído