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Las puertas giratorias del franquismo: Régimen y banca, una unidad de destino en lo financiero

El libro de Sánchez Soler, ‘Los ricos de Franco’, revela que el dictador prefería nacionalizar la banca antes que las grandes fusiones del sector

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análisis

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El franquismo también tenía sus puertas giratorias. Tal como asegura el escritor Mariano Sánchez Soler en su libro Los ricos de Franco, a principios de la década de los setenta los consejos de administración de las más importantes empresas del Instituto Nacional de Industria (INI) −que sumaban un capital desembolsado de 50.444 millones de pesetas−, contaban con presidentes, vicepresidentes y consejeros que pertenecían, simultáneamente, a las direcciones de los grandes bancos. Así, la Empresa Nacional Bazán, la Refinería de Petróleos de Escombreras (Repesa) y la Empresa Nacional de Electricidad estaban presididas por banqueros privados. La Empresa Nacional de Hidroeléctrica del Ribagorzana (Enher) tuvo en su presidencia hasta finales de 1968 nada menos que a José María Aguirre Gonzalo, entonces vicepresidente del Banesto y consejero de treinta y ocho empresas más. El vicepresidente y cuatro consejeros de la Empresa Nacional de Autocamiones (ENASA) pertenecían a su vez a los consejos de bancos privados. Iberia contaba con tres consejeros bancarios y Ensidesa con dos.

“¿A qué nos referimos cuando hablamos de “puertas giratorias? El término procede de revolving door (puerta giratoria, en inglés) y define el paso de muchos políticos al sector privado, al desembarcar en compañías relacionadas con su anterior gestión pública, y viceversa. El mundo financiero y el régimen de Franco formaban parte de una misma entidad que giraba sin sobresaltos. Así, al menos, lo proclaman los hechos”, asegura Sánchez Soler.

Antes, en 1965, los periódicos anunciaron que se preparaba una fusión entre dos de los bancos privados más importantes de España: el Central y el Hispano Americano. Era la primera vez que una fusión de estas características y dimensiones se planteaba bajo el régimen franquista. Después de tantos años de inmovilismo, la Ley de Bases de Ordenación del Crédito y la Banca, promulgada por Navarro Rubio en 1962, había puesto fin al periodo de statu quo bancario y marcaba la vía legal para que las empresas trataran de seguir su propio camino lejos del intervencionismo estatal.

Sánchez Soler asegura que en su despacho del 25 de noviembre de aquel año, el general Francisco Franco Salgado-Araujo, en su calidad de secretario, informó al jefe de Estado sobre aquel proyecto que había causado sorpresa en medios financieros. El general expresaba a su primo su contrariedad y temor ante la aparición de “un gran monopolio bancario” que absorbiera las empresas y dominara los consejos de administración. Según su primo secretario, Franco le respondió: “Siempre he sido opuesto a esta fusión que crea, según dice muy bien tu informe, los grandes monstruos que todo lo abarca, y el que no trabaja con ellos está perdido. Prefiero la nacionalización de la banca a esos monopolios. […] El asunto es importante y la nota que me has leído enfoca muy bien esta cuestión. Sigo y mantengo mi criterio contrario a la fusión, y lamento que a este asunto se le haya dado publicidad en la prensa cuando todavía no está ni mucho menos resuelto. No es cosa de tener una crisis diaria, pero yo no opino en este delicado asunto como el ministro Espinosa San Martín y discrepo de él totalmente”.

“¿La nacionalización de la banca? ¿El viejo sueño de Falange? El ministro Espinosa San Martín, que acababa de suceder en Hacienda a su amigo Mariano Navarro Rubio, cambió inmediatamente de opinión, zanjó el tema de inmediato y, para demostrar que no le gustaban los monopolios, puso en marcha una ley de incompatibilidades que se aplicaría tres años después”, explica el escritor de Los ricos de Franco. “Al Caudillo no le gustan los banqueros”, había dicho en una ocasión a José María Aguirre Gonzalo. Y algunos de ellos temblaron ante la posibilidad de que Franco les apretara las clavijas. Tenían demasiados intereses en la industria nacional como para tomarse a la ligera aquella advertencia de jefe del Estado.

“Ante semejante sentencia no era cuestión de romper el monopolio político-financiero del que disfrutaban en realidad, porque la banca y el Régimen disponían en la práctica de una unidad de destino en lo financiero. Así lo proclaman los datos cuando se constata que la banca financió y participó activamente en la organización de la gran industria española a partir del Plan de Estabilización de 1959”, incide el escritor.

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