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MUJERES, no mujercitas. Ni 'Barbis'

28 de Enero de 2017
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Ha tomado ya posesión de su cargo el nuevo Presidente de los Estados Unidos de América. Lleva sólo un par de días en el poder y podría parecer un acto antidemocrático poner en duda su futura actuación en ese papel tan relevante, no en vano ese país sigue siendo la primera potencia mundial, es decir, que lo que allí ocurra nos puede afectar, de algún modo, a todos. Pero aunque la prudencia pueda aconsejar esperar unos días para saltarle a la yugular por sus actos como Presidente, parece que sus manifestaciones y actuaciones hasta ahora en su calidad de hombre son ya claras desde hace tiempo.

Por eso me ha emocionado ver la reacción de tantas mujeres desde el día siguiente a su llegada a la Casa Blanca. Mujeres en la calle. En Estados Unidos, en Londres, en París y en muchas capitales europeas manifestándose contra un elemento que ha menospreciado a la mujer desde sus primeras apariciones públicas y, por supuesto, en muchas manifestaciones que se han hecho públicas y no han sido negadas por el personaje. Bien por ellas.

Desde luego, cuesta pensar que un elemento de esta categoría pueda llegar a ser un buen presidente. Cuesta pensar que un elemento tan grosero pueda reconducir su trayectoria y ejercer su cargo con la dignidad que debería ser exigida a todo gobernante. Desde luego que en su vida privada puede hacer lo que quiera, pero la grosería que demuestra no tiene nada que ver con la necesaria separación entre lo privado y lo público.

No se trata de volver sobre la situación de la mujer ni hace falta volver a insistir sobre la importancia de defender la igualdad real siempre, sin dejar de saber que aún es la meta, a pesar de todo lo conseguido. No. Es mucho más sencillo. Se trata, ante todo, de levantar la bandera de la dignidad, ese concepto tan devaluado, en ocasiones, tan menospreciado, a veces. Las mujeres no podemos ser tratadas ni como mujercitas ni como materia orgánica más o menos bien diseñada. Y este tipo de energúmenos tienen que saber que no se puede tratar a las mujeres con semejante desprecio.

Bien por ellas. Por las que se han puesto el gorro rosa para decirle a él y a muchos que, seguro, le han reído o le siguen riendo las gracias, que estos comportamientos van a tenerlas, van a tenernos, enfrente siempre. Que no va a haber un día de tregua. Ni va a valer que una mujer, la suya, lo disculpe con unas excusas que hacen enrojecer a cualquiera. Si a ella le parece que su marido hace una gracia y se la aguanta, ella verá. Pero eso no nos sirve. No es una explicación es una claudicación. Y no se ha llegado hasta aquí para claudicar ahora.

Aquí no valen las medias tintas. En esto hay que mojarse. Todas. No hay que descartar que pueda haber un retroceso en los derechos adquiridos. No hay que dejarse llevar por la ingenuidad de pensar que a nadie se le ocurriría dar un paso atrás en la historia. No hay que suponer que todo el resto de los mandatarios tienen como norte la defensa de la igualdad. Todo puede ocurrir. No hay que bajar la guardia ni un segundo y no hay que trivializar. En esto debemos seguir siendo combativas e inflexibles.

Bien por ellas. Bien por todas nosotras. Siempre en pie. Con o sin gorritos rosas, hay que levantar la cabeza siempre. Porque tenemos cabeza.

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