Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, volvió a acaparar titulares este miércoles con declaraciones que combinan ataques personales, teorías conspirativas y una preocupante trivialización de crímenes internacionales. En una entrevista en ‘Antena 3’, la dirigente madrileña defendió sin matices que su pareja, Alberto González Amador, está haciendo “un bien para todos” al llevar al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, ante la Justicia.
“No está defendiendo solo a mí, sino a cualquier ciudadano anónimo que pueda verse en la misma situación por decir ‘no’ al Gobierno o por ser la pareja de un rival político”, aseguró Ayuso, en un intento de convertir un proceso judicial personal en un alegato heroico contra el Ejecutivo central. Con estas palabras, la presidenta madrileña no solo se coloca por encima de la ley, sino que instrumentaliza la justicia para reforzar su narrativa victimista.
“España gobernada por mafiosos”
Ayuso, en un tono dramático que parece más de guion televisivo que de política seria, afirmó que lo que más le preocupa es que España está dirigida por políticos que “se comportan como mafiosos”. Añadió que nunca había visto en la Unión Europea que la persona encargada de velar por la legalidad judicial “esté metida hasta el cuello en irregularidades”. La dirigente madrileña, lejos de asumir la gravedad de sus palabras, planteó que el fiscal general debería dedicarse a “otras cosas” y no a “meter las manos” en asuntos de ciudadanos particulares, en referencia velada a su propia situación.
Cuando la política se convierte en espectáculo
No satisfecha con esta exageración, Ayuso lanzó su ataque más directo contra el presidente del Gobierno: “Es Pedro Sánchez el que se va a sentar en el banquillo, porque ellos, juntitos, han borrado móviles, pruebas y estaban en el mismo contubernio para destrozarme a mí”. Según la presidenta madrileña, esto constituiría un atentado contra la democracia y la alternancia política, aunque sin aportar pruebas verificables.
Un espectáculo de autocracia
La presidenta madrileña no se limitó a atacar a Sánchez; cargó también contra los medios de comunicación públicos, a los que acusó de comportarse como instrumentos del poder: “La radiotelevisión pública jamás había dado tanta vergüenza. Todo se utiliza para destrozar la imagen de un particular porque sale conmigo”. Ayuso, que presume de transparencia y respeto a la legalidad, justificó así su propia estrategia de criminalización de funcionarios y organismos del Estado.
En un giro sorprendente, Ayuso aprovechó la entrevista para criticar la seguridad de la Vuelta Ciclista en Madrid, comparándola con la protección que se da a Begoña Gómez, esposa del presidente Sánchez, y calificando a las autoridades de “narcos” por no garantizar un dispositivo equivalente. Según la presidenta, la gestión de la seguridad es otro ejemplo más de cómo el Gobierno central usa los recursos del Estado para “aniquilar adversarios políticos”.
Minimizando el genocidio en Gaza
Lo más preocupante llegó cuando la conversación derivó hacia Oriente Próximo. Ante la situación en Gaza, Ayuso adoptó una postura de extrema indiferencia, justificando que “para que haya un genocidio tiene que haber un tribunal y unas leyes internacionales” y que “no hay ningún interés real por las decenas de miles de personas inocentes que son asesinadas”. Con ello, la presidenta madrileña no solo relativiza un conflicto sangriento, sino que lo transforma en un argumento político para criticar a la izquierda española y afirmar que Israel es “la única democracia de la región”.

Sus comentarios combinan negacionismo con xenofobia velada: al mismo tiempo que ignora las víctimas palestinas, alerta de un supuesto “problema de islamización en Europa” y sugiere que lo que sufre Gaza podría trasladarse al continente. Esta visión simplista y peligrosa convierte un conflicto internacional en una narrativa de miedo interno que busca reforzar su imagen política.
La estrategia del victimismo permanente
El hilo conductor de las declaraciones de Ayuso es claro: presentar cualquier hecho adverso como parte de un complot en su contra. Desde el fiscal general hasta el presidente del Gobierno, pasando por los medios de comunicación y los deportistas afectados por protestas en la Vuelta, todos se convierten en piezas de un engranaje conspirativo dirigido por Sánchez. La presidenta madrileña niega así la posibilidad de crítica legítima o control institucional y se coloca a sí misma y a su entorno como víctimas del Estado, mientras justifica acciones cuestionables de su pareja y de su equipo.
Un discurso cargado de peligros
El lenguaje empleado por Ayuso no es inocuo. Hablar de “mafiosos”, “contubernios” y “narcos” no solo es una exageración política, sino que deslegitima instituciones fundamentales de la democracia. Además, al trivializar la violencia en Gaza y reducirla a un cálculo político, la presidenta demuestra un preocupante desprecio por los derechos humanos y la realidad internacional. Su estrategia combina victimismo, conspiranoia y desinformación para movilizar a su electorado y desviar la atención de su gestión autonómica.
En definitiva, Isabel Díaz Ayuso ha convertido la política en espectáculo, utilizando ataques personales, teorías conspirativas y justificaciones de crímenes internacionales como herramientas de campaña. Mientras acusa a Sánchez de usar el Estado para sus fines, ella misma instrumentaliza la justicia y la comunicación para reforzar su narrativa. La sociedad española observa, perpleja, cómo una presidenta autonómica minimiza genocidios, insulta instituciones y convierte la democracia en un tablero de juego personal.