Los salarios se han devaluado un 10 por ciento en España; la inflación sube y los sueldos se estancan; los trabajadores han perdido poder adquisitivo y reclaman negociaciones colectivas y revisiones salariales en todos los sectores. Y ante estas cifras demoledoras, ¿cuál es la respuesta que da Garamendi, presidente de la patronal CEOE, a la situación? Decir que los sindicatos están en campaña electoral al lado de Sánchez.
La festividad del 1 de Mayo ha sido un serio toque de atención para los empresarios. Y no solo por lo que está ocurriendo en Francia en las últimas horas, donde la clase obrera ha salido a la calle a defender unos derechos laborales que Macron les quiere arrebatar (con graves enfrentamientos entre manifestantes y antidisturbios), sino porque algo flota en el ambiente, aquí, en España. Pese a que el Gobierno ha acometido medidas importantes como la subida del salario mínimo interprofesional, que han supuesto un paño caliente para las clases más desfavorecidas en medio de la crisis, el gran problema sigue siendo el mismo de siempre: España continúa en el furgón de cola entre los países con los salarios más bajos. El sueldo bruto español es de 1.751 euros al mes, un 20% inferior a los 2.194 euros de los estados de la UE y muy por debajo de los que se perciben en Alemania (3.003 euros), Francia (2.446) o Italia (2.074). Un dato lo explica todo: los españoles cobran de media casi 450 euros menos que la media europea.
Urge por tanto un gran pacto nacional de rentas. La patronal, una vez más, se niega a sentarse a negociarlo. Garamendi lamenta que los sindicatos estén en campaña electoral, pero lamentablemente tampoco la CEOE es una entidad neutral, tal como quiere hacer ver el patrón de patronos. Hace ya mucho tiempo que se puso a las órdenes del PP y que hace seguidismo de las consignas que va enviando Génova según sus intereses políticos coyunturales. Sonroja que Garamendi no tenga otra coartada para justificar esa negativa permanente a mejorar los salarios de los trabajadores. Y ya no vale la excusa de que estamos en tiempos de crisis. Todas las grandes empresas han ganado más dinero que nunca pese a los estragos de la pandemia y el encarecimiento de la energía por la guerra en Ucrania. Según balances del Banco de España, las compañías nacionales duplicaron sus beneficios de 2022 respecto al año anterior. Además, su cifra de negocio creció un 41,3%, el doble de incremento que habían experimentado el año de la salida de la pandemia, cuyo dato fue el 20,7%. También la banca se ha llenado los bolsillos de forma inmoral mientras los españoles sufrían, pasándolas canutas y ajustándose al máximo el cinturón para llegar a final de mes. Y pese a ese maná, a esos beneficios caídos del cielo, los salarios apenas crecieron un raquítico 2,9% en el pasado ejercicio.
Ayer, los sindicatos lanzaron un ultimátum a los empresarios en el Primero de Mayo: si no hay subida salarial, habrá movilizaciones. “Hay que subir los salarios”, reclamó el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, que advirtió de que “el tiempo se acaba”: “Si no, iremos sin ningún lugar a dudas a grandes manifestaciones”, avisó.
La subida de los salarios es precisamente una de las tres exigencias que se leyeron en el lema de este año en el Día del Trabajador, en el que se han convocado más de 70 manifestaciones por toda España: “Subir salarios, bajar precios, repartir beneficios”. Si la CEOE no negocia, UGT y Comisiones Obreras garantizan un conflicto que podría desembocar en huelgas en las empresas, según ha advertido el secretario general de CCOO, Unai Sordo, que ha precisado que “tomará la forma de huelga en los convenios colectivos que estén bloqueados”. “No vamos a estar alargando innecesariamente una negociación”, dijo. “Tiene que haber un trasvase de los beneficios empresariales a los ciudadanos” a través de la subida de los sueldos, ha reclamado en este sentido Sordo, que ha añadido que “si no puede ser”, los sindicatos emplazarán al Gobierno a que suba el Impuesto de Sociedades.
El último acuerdo entre patronal y sindicatos sobre salarios se firmó en 2018 y tenía vigencia hasta 2020. Desde entonces, no hay un acuerdo general que sirva como guía para los convenios colectivos. Los empresarios defienden que, aunque no haya pacto sí se están negociando subidas empresa por empresa y mantienen que allí donde los sueldos sean bajos es el Estado quien debe ayudar. Así lo defendía recientemente Gerardo Cuerva, presidente de CEPYME: “Si su salario no le llega al umbral necesario para tener una vida digna, se han de activar las políticas sociales para ayudar a esas personas”, sostuvo.
Con una inflación en abril del 4,1% –según el dato adelantado del INE–, los salarios pactados en convenio subieron de media un 3,06% hasta marzo, lejos del 4,5% que piden los sindicatos. Está claro que ante una situación de crisis todos los agentes sociales deben reaccionar aportando solidaridad y patriotismo de verdad. Sin embargo, la usura, la codicia y la ambición de algunos empresarios no tiene límite. ¿Cómo no llamar capitalismo despiadado a esa forma de entender el mundo y desalmados a algunos que, pese a que se están forrando en el momento más complicado del país de los últimos años, se niegan a repartir riqueza y beneficios con los trabajadores? Sin contrato social no hay paz social y no hay crecimiento. La tensión crece mientras a Feijóo no se le ocurre otra cosa que reunirse con los fiscales conservadores, que lo animan a derogar las leyes del Gobierno Sánchez. La derecha española, con la muleta de la CEOE, está instalada en el cuanto peor mejor. Que España se hunda, que ya la rescatarán ellos. Esa es la estrategia perfectamente planeada, esa es la dramática realidad de este país.