Ecofeminismo: la revolución que cuida la vida

En el Día de la Acción por el Clima, el ecofeminismo lanza una advertencia: sin cuidados ni territorios no hay futuro. Sus voces reclaman un cambio cultural para volver a mirar aquello de lo que realmente dependemos

15 de Mayo de 2025
Actualizado a las 15:53h
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Ecofeminismo: la revolución que cuida la vida
Para el 91% la deforestación es la tercera preocupación ambiental, detrás de la contaminación del agua y su escasez y la destrucción de ecosistemas naturales. | Foto: Ecologistas en Acción

En un mundo que avanza sin freno, hay quienes han decidido frenar, observar, y escuchar. Lo hacen desde los márgenes: en los pueblos, en los cuerpos, en los espacios donde la vida se sostiene pero rara vez se reconoce. Son mujeres, muchas veces invisibles, que proponen una transformación profunda. No piden más crecimiento, sino más cuidado, más escucha y más vínculo con la Tierra.

Ese movimiento tiene nombre: ecofeminismo. Una corriente de pensamiento y acción que une ecología y feminismo, y que lanza una crítica radical al sistema actual. “Vivimos sin mirar hacia lo que nos mantiene”, resume la filósofa Marta Tafalla. Y lo que nos mantiene —la tierra fértil, el aire limpio, las redes de cuidados— está en peligro.

Territorios en disputa, cuerpos en resistencia

Desde Extremadura, Carmen Sánchez habla con voz firme. Forma parte de un colectivo agroecofeminista y observa con preocupación cómo los proyectos industriales —minas, aerogeneradores, macroparques solares— avanzan sobre los campos y rompen los vínculos con la tierra. “Nos aferramos a lo rural porque es lo que nos sostiene”, explica.

Denuncian que, en nombre de una economía “verde”, se sigue arrasando la biodiversidad y desplazando a quienes han cuidado esos territorios durante generaciones. “Los campos verdes de invierno y amarillos de verano están siendo sustituidos por tierras negras todo el año”, lamenta.

Pero no se trata solo de paisajes: el ecofeminismo habla de cuerpos-territorio, un concepto con fuerza especialmente en América Latina. Allí, el extractivismo que destruye selvas y ríos está directamente conectado con la violencia sobre mujeres y comunidades racializadas. “El cuerpo de las mujeres no es territorio de conquista”, recuerdan las feministas comunitarias.

Educar la mirada para imaginar otro mundo

Las propuestas ecofeministas no son recetas prefabricadas, sino formas diversas de vivir mejor dentro de los límites del planeta. Así lo demuestra el mapa Trenzando Cuidados, que recoge iniciativas repartidas por todo el país: cooperativas de consumo, proyectos agroecológicos, redes de vivienda y movilidad sostenible.

En todas ellas se repite una idea: sin tierra no hay vida, y sin cuidados no hay comunidad. Frente al miedo al decrecimiento, plantean una vida más lenta, menos material, pero más habitable. “Quizá tengamos que renunciar a cosas, pero también ganaremos otras”, sugiere Tafalla.

El mayor reto, coinciden las voces del ecofeminismo, es cultural. Hace falta educar para cambiar la forma de ver el mundo. No basta con nuevas tecnologías o leyes. Hay que volver a mirar lo esencial: el aire, el agua, el alimento, el cuidado, la compañía. Como dice Sánchez, "tenemos los ojos llenos de cataratas que no nos dejan ver".

El ecofeminismo no quiere volver al pasado. Quiere imaginar un futuro distinto, donde el bienestar no dependa del consumo, sino de la conexión con la vida que nos rodea. Porque, como repiten desde los territorios, otro camino no solo es necesario, sino posible.

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