El ministro Escrivá ha propuesto la ampliación del cálculo de las pensiones a 30 años con derecho a elegir los 28 mejores o más favorables para el trabajador. Lógicamente, los sindicatos se le han puesto en frente al igual que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, al considerar que la medida supondría un intolerable recorte de derechos. UGT y Comisiones Obreras van a dar la batalla contra esta reforma que promete abrir un nuevo cisma en el Gobierno de coalición entre socialistas y morados. Escrivá, ya lo hemos dicho aquí otras veces, es un político más cercano a las tesis conservadoras y liberales que a las de un partido propiamente socialista. Pero es que en este caso el plan ni siquiera ha gustado a la patronal, de modo que al ministro de Seguridad Social ya se le puede colgar el cartel de outsider, de antipático para todos, de tecnócrata que, pese a su intención de agradar a unos y a otros, siempre acaba disgustando a los agentes sociales y al ala más izquierdosa del Gobierno. Encabronar al país entero no deja de tener su mérito.
Ya sabemos que hay ministerios que se convierten en un auténtico potro de tortura para quien ejerce la titularidad. El de Interior, por ejemplo, es una papeleta directa para ser odiado más pronto que tarde (a Marlaska hace tiempo que no lo quiere nadie y mira que cuando era juez caía bien a todo el mundo). El de Hacienda tampoco es un departamento fácil, ya que juega con el dinero de los contribuyentes y nos clava la dolorosa declaración de la renta cada año. Pero, esta área dirigida por Escrivá, el ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones no constituye, en principio, un charco tan profundo que termine por hundir a su titular (llevando bien las pensiones, fomentando programas de integración laboral y velando un poco por los derechos de los inmigrantes, el responsable del ramo no debería tener mayor problema). Sin embargo, a Escrivá le ha surgido una obsesión o manía con las pensiones, y no deja de hacer juegos malabares, trucos y gamberradas matemáticas con las bases reguladoras, las deducciones y la cotización. El ministro le ha tomado el gustillo a especular con la jubilación de todos los españoles y, cada día, se levanta con una nueva ocurrencia o propuesta a ver si le toca la moral a los sindicatos y a Yolanda Díaz. El hombre le ha cogido querencia a darle un susto, cada cierto tiempo, a los españoles, y en esta ocasión lo que les está proponiendo, una vez más, es que trabajen hasta que caminen con bastón.
No es la primera vez que Escrivá se descuelga con una idea que parece salida de la asesoría jurídica y laboral del Partido Popular. En un momento de la historia en el que se trata de avanzar en derechos, en mejorar las condiciones de vida de las clases asalariadas y de darle a los jubilados más años de descanso, calidad de vida y ocio, el susodicho personaje hace un inoportuno viaje al pasado para recuperar las viejas recetas liberales de siempre, que hacen recaer el peso del sostenimiento de las pensiones y del Estado de bienestar sobre los sufridos trabajadores. Y así, un día nos da el sobresalto con la mochila austríaca, al siguiente nos amenaza con alargar la vida laboral hasta los 70 y más allá, e incluso ha dejado caer sibilinamente, en más de una ocasión, que el modelo no se sostendrá si los cotizantes no empiezan a suscribir ya los temidos planes privados de pensiones hasta llegar a un sistema mixto.
Tal como era de prever, la ministra Díaz le ha parado los pies (alguna voz tenía que levantarse ante el silencio de los socialistas de salón) al asegurar: “Estamos haciendo cambios en el mercado de trabajo que avanzan en la recuperación de derechos. Esto no es recuperar derechos, es recortar derechos. En este sentido, nuestra posición es bien conocida y no la compartimos”. La vicepresidenta ha recordado que durante mucho tiempo el cálculo para el cómputo de la pensión se hacía en ocho años para posteriormente pasar a 15. Más tarde, con Zapatero, se amplió el cálculo de la base reguladora a 25 años, una ley que por cierto todavía no ha entrado en vigor. Ahora nos llega el señor Escrivá con unas nuevas rebajas para tiempos de Black Friday que solo suponen un nuevo retroceso en nuestro sistema público de pensiones.
Obviamente, UGT y CCOO han rechazado el plan Escrivá por ser “claramente insuficiente” y echan en falta medidas más ambiciosas en materia de protección de las prestaciones más bajas. O sea, que le afean al ministro su escaso bagaje socialista. “Quiero que deje de enredar y entremos a discutir en una mesa (...) esta aparición previa no ha aportado ninguna luz”, ha asegurado en una entrevista en Las Mañanas de RNE el secretario general de UGT, Pepe Álvarez. Una vez más, la mosca cojonera de los trabajadores se ha vuelto a equivocar. Que se dedique a buscar fórmulas justas para sostener el sistema, que se deje de lanzar globos sonda para ver cómo respira la patronal y de fastidiarle la vida a varias generaciones de españoles que, tras décadas partiéndose el espinazo, ahora ven cómo les dan gato por liebre.