Feijóo quiere convencer a Emiliano García-Page para que logre que cuatro “socialistas buenos” contrarios a la amnistía a los encausados del procés voten por él en la investidura del próximo martes. O sea, que el líder del PP ya lo apuesta todo al tamayazo.
Es público y notorio que Page no es precisamente un fiel correligionario sanchista ni un rojo peligroso. Quizá en su juventud leyera alguna vez El Capital y tomara conciencia de la lucha de clases, pero todo eso debió olvidarlo hace ya mucho tiempo. Hoy, en cuanto tiene un momento, aprovecha para lanzar alguna puya contra la izquierda podemita (que le produce urticaria) y contra Sánchez, gran obsesión de la vieja guardia de Ferraz empeñada en salvaguardar las esencias del felipismo cachondoliberal.
No es que Page sea un carlistón feo, católico y sentimental, como aquel marqués de Bradomín de Valle Inclán, pero podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el presidente de Castilla La Mancha es un conservador de manual tanto en las formas como en el fondo. Su estilo de hacer política se acerca más al de aquellos viejos políticos del caciquismo paternalista y populachero de la Restauración que al intelectual de la nueva izquierda posmoderna, verde y feminista que se abre camino en el siglo XXI. Al igual que le ocurre a Alfonso Guerra, otro chapado a la antigua del PSOE, a Page, por momentos, le aflora el hombre de antes, el macho alfa, el señor del cortijo algo autoritario y patriarcal. Ya se le ha cazado en alguna que otra machirulada, como cuando afirmó que con su hijo sí se atreve a hablar de sexo porque es un “chico de esos de raza” pero que con su hija no. “Tú estudias el cuerpo humano en Medicina, pero las prácticas las hace tu hermano”, le suele decir, de hecho, a su chiquilla. O como cuando se dirigió a la alcaldesa de Talavera de la Reina, Tita García Élez, diciendo aquello de que “hasta que no la case no va a dejar de ser alcaldesa”.
Quizá haya sido ese estilo españolazo, taurino y de verbena con vino y pasodoble (tan parecido al de cualquier preboste territorial del PP) el que le ha permitido mantenerse en el poder durante tanto tiempo. A fin de cuentas, La Mancha sigue durmiendo una especie de sueño nostálgico del pasado y todavía hay mucho caballero don Quijote defensor de las tradiciones, o sea, Dios, patria y orden jerárquico social.
Sin duda, Feijóo ha olfateado esas cualidades de Page y ha visto en él a un igual, a la pieza clave, a la fisura o grieta por la que colarse y reventar la aparentemente sólida argamasa del PSOE sanchista. El líder de la oposición está convencido de que tocar a Page, calentarlo un poco más, terminar de azuzar su antipatía por Sánchez, puede ser determinante para que el presidente castellanomanchego se líe la manta a la cabeza, se sume a la conjura de las derechas y convenza a esos supuestos cuatro potenciales patricios del grupo parlamentario socialista dispuestos a acuchillar al César a la salida del Senado.
Sin embargo, por muy conservador que sea Page, no lo vemos nosotros alimentando la traición (tampoco creemos que Felipe y Guerra se sumen a esa descabellada aventura que supondría dinamitar el PSOE desde dentro y para siempre). Hasta donde sabemos, el amor de Page por el partido es más fuerte que su tirria por Sánchez, aunque, quién sabe… El que ponga la mano en el fuego por un político es un insensato o un loco. Hace solo unas horas, el propio líder manchego ha descartado cualquier movimiento en ese sentido, advirtiendo de que él no va a dar cuartelillo a ningún judas. Toledo no paga traidores. “Quien juegue a que la falta de votos del PP la compensen tránsfugas en el PSOE, puede que los encuentre, pero yo no los busco ni los amparo”. De esta manera, niega que esté metido en ningún tipo de complot, intriga o tamayazo.
De cualquier forma, la tensión va a seguir creciendo a medida que se acerque la hora de la fallida investidura de Feijóo. Cada día son más los dirigentes populares que claman por la conjura y llaman al transfuguismo socialista descaradamente en un ejercicio antidemocrático repugnante. Los últimos, Moreno Bonilla y Espe Aguirre. El barón andaluz asegura que “los diputados del PSOE deben rebelarse por sus principios en la investidura de Feijóo”. A su vez, la condesa consorte de Bornos descarta la posibilidad de que algún diputado del PSOE rompa la disciplina de partido, aunque no cree imposible que alguno de ellos “vea el disparate que es todo esto de la amnistía” y no vote por Sánchez. En la misma línea se ha pronunciado el alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, que pide a los parlamentarios del grupo socialista que hagan “lo que mejor convenga al interés general de la nación”. El edil ya habla crípticamente, como cuando aquellos golpistas del pasado se comunicaban en clave a través de los periódicos de la derecha, y cualquier día se escribe un artículo premonitorio sobre los “almendros en flor”, como los que aparecieron en El Alcázar los días previos al 23F.
El PP está alcanzando cotas de ignominia política e indecencia moral difícilmente superables. Cada día atraviesa un nuevo Rubicón o línea roja en su obsesión por recuperar el poder a toda costa y como sea. Ya todo vale. Ayer lanzaban bulos sobre falsos pucherazos; hoy llaman al transfuguismo y a la traición de los adversarios. ¿Qué será mañana? ¿Enviar a sus cayetanos a asaltar el Congreso como hizo Trump en su día con el Capitolio?