Feijóo ha echado el resto en su reunión de hoy, de apenas una hora, con Pedro Sánchez. El líder popular le ha ido al premier socialista con una especie de documento de mínimos en el que la idea central es que el Gobierno de coalición claudique y le entregue el poder en una legislatura corta de dos años. Pasado ese tiempo, los españoles volverán a ir a elecciones generales. Sánchez, evidentemente, no tragará con semejante ocurrencia del dirigente conservador gallego.
El “Acuerdo por la igualdad y bienestar de todos los españoles” que propone Feijóo es un desiderátum de once puntos en doce folios que se resumen en seis pactos PP/PSOE: pacto por la regeneración democrática, por el Estado de bienestar, por los derechos económicos, por la familia, por el agua y por la estabilidad territorial. De modo que Feijóo, antes del 23J, se presentaba como una maquinaria arrolladora que iba a derogar el sanchismo hasta aplastarlo mientras que, hoy por hoy, ha quedado reducido a un hombre conformista, resignado y mendicante que implora que Sánchez le deje estar en la Moncloa durante 24 meses, al menos para catar el poder antes de que Isabel Díaz Ayuso y Vox terminen dándole el golpe de gracia. No es serio.
Estamos, sin duda, ante una idea un tanto surrealista del dirigente popular. En este país habíamos visto de todo, pero que el jefe de la oposición implore que le presten el Gobierno un ratito, siquiera por dos años, es algo inédito. Y más inaudito resulta que Feijóo le diga a Sánchez que necesita ese breve tiempo para acometer todas las reformas urgentes que, según él, necesita el país. ¿Pero qué reformas, las que promueve la derecha dispuesta a echar por tierra todos los avances sociales, políticos y económicos que se han producido en España en la última legislatura progresista? El mandatario del PP debe haberse vuelto loco si cree que Sánchez aceptará su disparatado engendro. El presidente en funciones jamás aceptará ese delirio porque hacerlo sería tanto como entregarse, arrojar la toalla, firmar la derrota política de la izquierda, traicionar a los españoles que han confiado en un Ejecutivo progresista (los que le votaron hace cuatro años y los que le votaron hace dos meses) y arrojar al cubo de la basura leyes como la reforma laboral, la del impuesto a las grandes fortunas, la de memoria histórica, la de eutanasia, la del “solo sí es sí” y tantas otras legislaciones que han contribuido al avance democrático efectivo hacia un país más moderno y hacia una mayor igualdad.
Lo que le está ofreciendo Feijóo a Sánchez es, en definitiva, la rendición sin condiciones de lo poco que queda ya de izquierda y que le entregue la Moncloa para que él pueda acabar con todo lo que se ha conseguido. Resulta cuando menos sorprendente que el hombre que dio la batalla por ganada antes de acudir a las urnas, que insultó al adversario político tildándolo de cómplice de los separatistas y bilduetarras de Txapote y que pensó que su camino a la Moncloa iba a ser poco menos que un paseo militar, vaya rogándole ahora al presidente que le deje saborear el sillón del Consejo de Ministros al menos durante dos años. O dicho de otra manera: lo que Feijóo le reclama al dirigente socialista es que, con la excusa de una extraña gran coalición bipartidista donde solo gana él, le preste la jefatura gubernamental transitoriamente para poder terminar de demoler el Estado de bienestar. Lo cual es tanto como solicitar que la izquierda termine de inmolarse ideológica y políticamente. Puede que él sea un trilero gallego experimentado, pero los demás no son tontos.
A esta hora, cabe preguntarse en qué realidad distópica y lisérgica está viviendo Alberto Núñez Feijóo. Pedir lo que está pidiendo es tanto como tomarse a broma España. Eso sí, hasta donde sabemos, la reunión de hoy tampoco ha servido para que el PP desbloquee de una vez por todas la renovación del Poder Judicial. Si lo que pretende Feijóo es acometer reformas urgentes, que empiece por rescatar un pilar esencial del Estado de derecho como es la Justicia, que agoniza tras años de abandono por su culpa.
Tras el cara a cara con Feijóo, Pedro Sánchez se dirigió a Ferraz para dar cuenta a la militancia socialista de su estéril diálogo de sordos con el candidato conservador. Todo apunta a que el PSOE va a dar calabazas al documento de marras, que dicho sea de paso parece exclusivamente diseñado para ganar tiempo y rellenar la vacía agenda política de Feijóo, para conseguir la foto de un hombre que se comporta como presidente in pectore pese a que tiene la investidura perdida y para que parezca que el aspirante popular a la Moncloa hace algo útil en lugar de declinar en el intento de formación de Gobierno, como ya hizo en su día Rajoy ante Felipe VI. También para poder acusar a los socialistas de preferir a batasunos e indepes antes que a los patriotas españoles, un clásico de la demagogia derechista.
Aquí lo único cierto es que el jefe genovés va interpretando su papel en el teatrillo que le ha tocado representar mientras Sánchez, paso a paso y discretamente, va avanzando en los contactos y tejiendo alianzas de cara a su posible investidura. Feijóo va a comportarse como presidente del Gobierno durante un mes, saboreando el caramelo por un momento y montando performances aquí y allá (ya prepara reuniones con presidentes autonómicos que no pintan nada en la formación del Gobierno central). Incluso se reunirá con el Juntsde Carles Puigdemont, el gran partido que quiere romper España, para mendigarle los cuatro escaños que le faltan. Después se acabará la mascarada y la dramaturgia y entraremos de nuevo en la realidad. Ese será el momento de Sánchez.