El presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, anunció el pasado viernes un adelanto electoral. De esta forma, los comicios gallegos serán el 18 de febrero. La decisión merece un análisis en clave nacional. Porque, sin duda, no estamos ante unas elecciones autonómicas más, sino ante una cita que, para el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, se antoja trascendente. En estas gallegas del 18 de febrero Feijóo se juega tanto como un plebiscito a su gestión. Serán los propios ciudadanos de aquella comunidad autónoma quienes decidan si avalan la estrategia del PP de pactar con la extrema derecha de Vox, si están de acuerdo con el bloqueo a todo, si entienden que el lenguaje duro, extremo y casi antisistema de las últimas semanas es la senda que debe seguir el Partido Popular.
El viernes se conocieron los datos de la última encuesta del CIS. Y si bien es cierto que el PP sigue en primera posición dos puntos por delante del PSOE, Vox pincha de forma alarmante (del 12,39 por ciento de los sufragios obtenidos el 23J al 8,5 de celebrarse hoy elecciones generales). Todo el lenguaje guerracivilista, el estilo faltón, las violentas manifestaciones frente a las sedes socialistas, han tenido el efecto contrario al que esperaban los ultras. Un sonrojante bluf en las encuestas. Los españoles siguen sin comprarle el discurso neofranquista al dirigente voxista y ese fracaso lo está pagando Feijóo, ya que va de la mano de Vox en no pocos ayuntamientos y gobiernos regionales. En ese sentido, también puede perjudicar a la imagen del PP decisiones como la censura previa de obras de arte que los llamados bifachitos conservadores están adoptando últimamente.
Ser socio de la extrema derecha se paga, y ese es el miedo que tiene Feijóo de cara a las inminentes elecciones gallegas. Ir codo con codo con un político que habla de colgar por los pies al presidente del Gobierno no es la mejor carta de presentación para un partido como el PP que tras perder el poder nacional en 2018 en una moción de censura motivada por sus casos de corrupción pretende recuperar la vitola de fuerza política de Estado. Y tampoco mejora la imagen del Partido Popular ser socio de un partido cuyo líder sintoniza con Milei, el hombre que pretende desguazar el Estado de bienestar en Argentina armado con una enloquecida motosierra.
A todo esto se une que el partido de Santiago Abascal tiene exactamente cero escaños en el Parlamento gallego, de modo que los populares no pueden esperar contar con esa muleta para que Rueda revalide el poder. De hecho, Vox ha anunciado que se presentará a esta cita con las urnas, aunque aún no tiene candidato a la Xunta. De esta manera, es obvio que Feijóo se la juega solo ante el peligro. Una sorpresa en los comicios autonómicos, una derrota, lo dejaría en mal lugar ante los suyos en Madrid. Sería una enmienda a la totalidad a la estrategia de Génova 13. Y se empezaría a escuchar de nuevo el ruido de sables ayusista.
Feijóo dejó la política gallega para dar el salto a la nacional con un solo objetivo: ganar elecciones. Perderlas sería un paso atrás, una decepción para el votante conservador, y más si el ganador de las gallegas fuese finalmente el PSOE. Está claro que el 18 de febrero es una fecha crucial para el futuro del líder del PP, que se va a volcar al máximo en esta campaña como si se tratara de unas generales. El PP tenía que convocar elecciones en Galicia. En plena ola de descontento popular contra la Ley de amnistía y con unos comicios europeos a las puertas, el momento era el idóneo. Pero los riesgos son grandes.
Esta será la primera jornada electoral en España tras las generales del pasado 23 de julio que supuso la renovación del Gobierno de coalición dirigido por Pedro Sánchez. Además, el anuncio llega en la misma semana en la que quedarán aprobados los presupuestos autonómicos para el año próximo. En este sentido, Rueda ha recordado en su intervención que Galicia ha sido la única comunidad que durante 14 años ha aprobado siempre sus presupuestos en tiempo y forma.
Por lo tanto, la campaña electoral arrancará el 2 de febrero, pero antes se tendrá que disolver el Parlamento de Galicia, que sucederá de forma automática después de publicarse la convocatoria en el Diario Oficial de Galicia. Estos plazos suponen una convocatoria adelantada, ya que, según el calendario, julio era la fecha tope para llamar a las urnas.