La tozudez de los resultados ha sido implacable una vez más en política. La gestión realizada estos últimos tres años por Juan Espadas desde que se puso al frente, previo paso por primarias, de un maltrecho PSOE andaluz tras la debacle de 2018 protagonizada por Susana Díaz, no ha sido suficiente para auparlo a un nuevo envite contra el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, en las próximas elecciones autonómicas de 2026, una cita decisiva para el futuro tanto de los socialistas andaluces como sobre todo para el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que en las generales de 2027 afrontará sin duda su definitivo ser o no ser. Y en esta disyuntiva, su número dos, la vicepresidenta María Jesús Montero, será fundamental para cerrar el círculo.
La vicepresidenta del Gobierno y número dos del PSOE tiene en su mano no solo el destino de los socialistas andaluces, sino también el del propio Pedro Sánchez, que sabe que si no recupera poder territorial en estos próximos años su suerte estará echada en las generales frente a la dupla de Feijóo con la ultraderecha de Abascal.
La federación socialista andaluza es la más numerosa y decisiva para la formación a nivel estatal, con más de 40.000 afiliados, y se enfrenta en las autonómicas de 2026 a una encrucijada vital, que será sin duda una caja de resonancia directa al resultado electoral de las generales previstas a priori para 2027. Espadas ha concatenado hasta cuatro derrotas consecutivas frente al PP de Moreno Bonilla en las últimas citas electorales. Tampoco los sondeos le han sido mínimamente benevolentes hasta hoy y esta señal de alarma llegó a Ferraz, que una vez más ha hecho ver que el destino de los socialistas andaluces solo sería gestionado por sus militantes cuando en realidad todo dependía de dos factores: que Sánchez moviera su dedo divino en una dirección concreta y la persona señalada aceptara sin rechistar su decisión omnipotente.
Queda claro que la número dos de Sánchez no ha sido receptiva hasta prácticamente ahora mismo sobre el encargo que el líder socialista le tenía encomendado, pese a que durante todo este tiempo todo parecía indicar que sería Espadas el que se mantendría como líder del histórico granero socialista. Pero los anuncios previos de Pilar Alegría en el PSOE de Aragón, de Diana Morant en la Comunidad Valenciana, de Ángel Víctor Torres en Canarias y del también ministro Óscar López para la federación madrileña hacían presagiar que esta estrategia tendría efecto de continuidad en otros territorios como Castilla y León y sobre todo Andalucía. El secretario general de los socialistas andaluces ha sido el líder territorial más fiel a Sánchez, e incluso en su despedida ha evidenciado altura de miras y, sin tapujos, ha reconocido que “ahora de lo que se trata es de ganar”, por lo que su opción de continuar al frente del PSOE andaluz y presentar su candidatura a las andaluzas había llegado a su fin sin más dilación. La decisión estaba tomada.
Montero tiene en sus manos el futuro no sólo del PSOE andaluz, muy debilitado y renqueante desde que perdió el trono de Andalucía en 2018 por primera vez en su historia, sino sobre todo del propio Sánchez para vencer a Feijóo en las próximas generales. Quien gana Andalucía, con una población de 8,5 millones de habitantes y más de 6,5 electores, tiene grandes posibilidades de abrir las puertas de la Moncloa. Y Sánchez lo sabe. Por eso ha puesto su dedo plenipotenciario una vez más a funcionar y dejar para mejor ocasión las dinámicas internas de elección democrática mediante sistema de primarias.