El iPad no enseña solo: por qué el colegio Nervión vuelve al papel

Un colegio madrileño apostó por una digitalización total de sus aulas. Cinco años después, da marcha atrás tras constatar efectos negativos en el aprendizaje, la concentración y el bienestar emocional del alumnado

15 de Abril de 2025
Actualizado a las 11:02h
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El iPad no enseña solo: por qué el colegio Nervión vuelve al papel

Lo que comenzó como un proyecto innovador y prometedor, terminó convertido en un llamado de atención: las pantallas no son una solución mágica en la educación. El colegio Nervión, en Madrid, eliminó los libros y confió toda su enseñanza a las tabletas. Hoy, tras media década de experimentación, vuelve al papel. Y con esta decisión, reabre un debate esencial: ¿cuál es el lugar real de la tecnología en el aula?.

la idea de sustituir libros por tabletas parecía moderna, inevitable y eficaz. En 2019, el colegio Nervión decidió dar un paso audaz: prescindir completamente del papel y apostar al 100% por la tecnología. Cada alumno contaba con su propio iPad para estudiar tanto en clase como en casa. Pero cinco años después, el centro ha decidido retroceder.

Lo que se prometía como un avance pedagógico terminó revelando sus límites. El entusiasmo inicial pronto dio paso a preocupaciones crecientes: disminución del rendimiento, falta de atención, ansiedad digital, e incluso dependencia del dispositivo.

Según el profesorado, la sobreestimulación constante y la posibilidad de acceso a redes o juegos durante las clases hizo que muchos estudiantes se distrajeran con facilidad y no desarrollaran la capacidad de concentración sostenida. "Esperan la clase con iPad como si fuera un premio", contaba una de las docentes. Cuando no lo usan, se frustran. Cuando lo tienen delante, se dispersan.

Y en casa, la situación no mejora: muchas familias reconocen haber perdido el control del uso de las pantallas. "Mi hijo está tranquilo con el iPad", dicen algunos padres, aunque ese silencio, en muchos casos, encubre un aislamiento o una exposición excesiva a contenidos sin supervisión.

La paradoja tecnológica es evidente: evitamos entregar móviles a los niños por precaución, pero les damos acceso a un iPad desde los 9 o 10 años con conexión a internet. El resultado ha sido que, en lugar de empoderar, la tecnología desbordó a muchos alumnos.

La dirección del colegio decidió entonces dar un giro completo. Desde septiembre, el uso del iPad quedará prohibido en el aula, salvo en casos muy puntuales. Por ahora, han activado un protocolo donde los dispositivos se precintan al inicio del día escolar y solo se usan bajo vigilancia directa del profesor. Además, se implementará un régimen sancionador para reforzar esta decisión.

Paradójicamente, los alumnos también prefieren volver al papel. Muchos de ellos reconocen que se sienten menos distraídos, más cómodos, e incluso más seguros al trabajar con libros de texto. Este cambio no es un caso aislado. En países como Finlandia, referentes en innovación educativa, también se están replanteando el uso intensivo de tecnología en las aulas. El entusiasmo inicial por lo digital está dando paso a una fase de autocrítica y de reevaluación del verdadero impacto pedagógico de las pantallas.

La experiencia del colegio Nervión deja una enseñanza clara: la tecnología puede ser útil, pero no sustituye el contacto humano, el pensamiento profundo ni los hábitos de estudio sólidos. La educación, al fin y al cabo, no necesita atajos, sino tiempo, atención y acompañamiento.

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