Un intercambio de WhatsApps entre Koldo García y Delcy Rodríguez en octubre de 2021 vuelve a ser utilizado como arma política, pese a que los hechos carecen, por ahora, de relevancia penal. La derecha desempolva el fantasma del ‘Delcygate’ en un intento por alimentar el ruido sobre una etapa ya superada.
El eco de una polémica ya amortizada
La filtración de unos mensajes de Koldo García, exasesor del exministro José Luis Ábalos, con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, ha servido como revulsivo para ciertos sectores políticos y mediáticos que viven instalados en el revisionismo permanente. La conversación, fechada en octubre de 2021 —más de un año y medio después del conocido ‘Delcygate’—, muestra un tono cordial entre ambos y la aparente preparación de un encuentro. Pero ni hay indicios delictivos, ni trascendencia institucional conocida.
El material ha sido incorporado al sumario del caso hidrocarburos que se investiga en la Audiencia Nacional. Aunque el contexto de la investigación es económico y empresarial, la conversación con Rodríguez ha bastado para que parte de la oposición —liderada por Vox y amplificada por el Partido Popular— vuelva a hacer del miedo a Venezuela su comodín retórico.
En los mensajes, García se limita a expresar su voluntad de saludar a Rodríguez y agradece su disponibilidad. Nada indica gestión pública, encargo oficial o contenido operativo alguno. Aun así, ciertos altavoces han preferido leer entre líneas lo que no aparece escrito.
Política-ficción al servicio del desgaste
Que un antiguo cargo intermedio busque mantener vínculos personales tras dejar la Administración no es delito. Lo relevante aquí no está en el contenido de los mensajes, sino en el uso interesado que se pretende hacer de ellos.
La cronología es clara: Ábalos había dejado el Gobierno tres meses antes, y Koldo no ocupaba ningún cargo público en ese momento. Sin embargo, los mensajes —repletos de formalismos— han sido convenientemente agitados por quienes llevan años intentando construir un relato de supuestas complicidades bolivarianas dentro del Ejecutivo español.
Resulta sintomático que los sectores más vociferantes sobre este asunto sean los mismos que guardan silencio cómplice ante casos de corrupción flagrante en gobiernos autonómicos del PP, o que miran hacia otro lado ante las polémicas relaciones de sus líderes con entornos empresariales opacos.
El relato es tan viejo como ineficaz: una vez más, se recurre a Venezuela, no por lo que ocurre allí, sino por lo que representa en el imaginario conservador español. Una cortina de humo que intenta tapar la falta de proyecto político, sustituyendo el debate por el fango.
Una estrategia conocida: ruido, sospecha y desgaste
En ausencia de hechos nuevos, la ofensiva vuelve a apoyarse en insinuaciones, titulares inflamados y un amarillismo judicializado. Esta fórmula no busca justicia ni rendición de cuentas, sino generar desgaste político, erosionar al Gobierno y reactivar viejos fantasmas ante la falta de propuestas alternativas.
A la espera de que la justicia determine si hay o no algún elemento relevante en el caso hidrocarburos, todo lo demás es munición política reciclada. La conversación entre Koldo y Delcy no cambia el panorama, pero sí alimenta el carrusel de titulares que algunos medios y partidos necesitan para mantenerse a flote.
La estrategia no es nueva. Ya se usó con Ábalos, con Pablo Iglesias, con Yolanda Díaz, y ahora se vuelve a poner en marcha con la vista puesta en el ciclo electoral que se avecina. En ese tablero, la verdad importa menos que el impacto mediático.
Porque si algo ha quedado claro en estos años es que, para la derecha española, cualquier excusa sirve para reabrir la causa general contra el Gobierno de coalición. Incluso un saludo por WhatsApp.