Feijóo cree que el caso de los ERE de Andalucía, que ha terminado con la condena de Chaves y Griñán en el Supremo, fue el peor escándalo de corrupción de la historia de España. Se olvida el dirigente gallego del PP, creemos que conscientemente, de un pequeño asuntejo sin importancia que después de muchos años todavía colea en los tribunales, una minucia de nada, una anécdota pasajera que la prensa nacional bautizó como caso Gürtel. El presidente popular, crecido sin duda por las encuestas que ya lo dan como ganador en las próximas elecciones generales, hace mucha demagogia barata con la corrupción de los demás, mayormente la del PSOE, olvidando que la basura del PP, la basura del partido que dirige, rebasó con mucho todo lo imaginable. Feijóo cree que la mugre de los otros es la más intolerable, en la línea de los últimos estudios científicos, que demuestran que cada persona percibe el hedor ajeno como algo insoportable mientras que el mal olor propio le pasa desapercibido, incluso le gusta porque le huele a rosas. O dicho de otra forma: el líder popular ve la paja en el ojo ajeno pero es incapaz de ver la viga en el propio.
¿Qué fue más dañino y bochornoso para este país, el caso de los ERE o la trama Gürtel? Cuando se habla de corrupción resulta difícil establecer ligas de primera y de segunda división, como ocurre con las competiciones deportivas. Desde un punto de vista ético o moral toda corrupción, desde la que afecta al alcalde del pueblo más pequeño hasta la que salpica al ministro más ilustre y de mayor relumbrón, es nefasta y perniciosa porque causa un daño irreparable a la democracia. En la maldad humana no hay gradaciones o escalas. La maldad es la maldad con independencia del dinero robado o la complejidad de la trama construida para cometer el crimen, la estafa o el fraude. Pero aceptemos el mus que nos propone el señor Feijóo conscientes de que nos estamos jugando las habichuelas con un gran trilero de la política.
Hasta donde se sabe (y así lo volvió a acreditar ayer el Tribunal Supremo), ni Chaves ni Griñán se han enriquecido con las ayudas o fondos adjudicados por los expedientes de regulación de empleo para prejubilaciones y despidos. Ahora bien, es cierto que el volumen de lo escamoteado al Estado ronda los 680 millones de euros. Aquel departamento de la Junta de Andalucía se acabó convirtiendo en un “fondo de reptiles” con grandes cantidades de dinero fuera de control, mal gestionadas y adjudicadas en condiciones irregulares. Ninguna persona de bien puede justificar ese desmán pero de alguna manera el caso ERE instauró la corrupción del pobre, una corrupción chusca, la corrupción del hambre y del jornalero necesitado que metía la mano en el caldo de la olla para sacar todo el tocino posible.
Por contra, la trama Gürtel fue otra cosa muy diferente, la corrupción del rico, la corrupción de guante blanco, la corrupción de unos tíos finos muy bien vestidos que se organizaban por empresas y familias a la manera calabresa para dar pelotazos multimillonarios aquí y allá con proyectos faraónicos y grandes eventos. Hablamos de miles de contratos adjudicados a dedo, de amigos de políticos sacando tajada, de decenas de imputados, de cuentas opacas en Suiza y paraísos fiscales, de sociedades instrumentales o fantasma, de una doble contabilidad, de un tesorero que movía todo el cotarro y que repartía sobresueldos, de mafiosos con maletín que entraban y salían de los despachos de Génova 13, la tristemente célebre sede popular que, no lo olvidemos, se reformó con dinero negro. Hablamos de un partido condenado por este inmenso caso de corrupción como responsable a título lucrativo, de financiación ilegal durante dos décadas (ellos lo siguen negando pese a la sentencia del Supremo que ratifica el fallo de la Audiencia Nacional), de campañas electorales pagadas con pasta sucia, de una formación política, en fin, que a menudo concurría dopada a las elecciones, es decir, haciendo trampas para degradación de nuestra democracia. Gürtel extendía sus tentáculos por tres comunidades autónomas (Madrid, Valencia y Murcia) y llegó a salpicar a decenas de cargos públicos, unos ya en prisión, otros imputados a la espera de juicio. Quince años después de destaparse el pastel siguen abriéndose nuevos juicios, nuevas instrucciones judiciales, nuevos sumarios y flecos materializados en investigaciones policiales. Aquí hay caso para años, dicen fuentes judiciales dignas de toda solvencia.
Feijóo debería callar y abstenerse de dar lecciones de ética y moral cuando sale a la sala de prensa armado con esa retórica hueca del gallego que parece decirlo todo cuando no está diciendo nada. Ahora pretende convencer a los españoles de que el caso Gürtel fue un error puntual, algo pasajero y excepcional en la historia del PP, unos cuantos “casos aislados”, como en su día dijo Rajoy, mientras que lo del PSOE es un mal endémico, enfermizo, una cosa de rudos bandoleros sin afeitar que no pueden parar de robar generación tras generación porque llevan el mal y el vicio en la sangre. Feijóo viene a sugerir, algo demagógicamente, que todos los del PSOE son unos roldanes de la vida que en cuanto uno gira la espalda ya están metiendo la mano en el cazo o en el fondo de los huerfanitos, mientras que los desfalcos de los señoritos virginales del PP son nimias equivocaciones que se cometen en la vida y que se limpian con un par de padrenuestros y cuatro avemarías. Nada de eso. Él sabe bien que hubo un plan trazado, un engranaje perfecto para saquear no ya una comunidad autónoma como Andalucía, sino España entera. En este país nunca antes se había visto algo así, una corrupción tan sistémica, tan bien diseñada, estructurada y encuadrada en las instituciones, tan perfecta en organización y ejecución, tan fructífera en beneficios, en cantidad de personajes y peones que cumplían fielmente su cometido. Una formidable y prodigiosa máquina de hacer dinero. La Justicia ha cifrado en unos cuantos cientos de millones el montante del fraude, los sobornos y las comisiones, pero toda España sabe que esas aproximaciones son solo la punta del iceberg, el chocolate del loro, ya que el auténtico pastizamen que Gürtel puso a buen recaudo en exóticos paraísos fiscales jamás aparecerá. Pero de eso nunca habla el señor Feijóo. Será la memoria selectiva, que suele jugar malas pasadas. Sobre todo a los prebostes del PP.