Primeros contactos PP/Junts para un futuro acuerdo de gobierno

González Pons vuelve a reconocer que hablarán con Carles Puigdemont "dentro de los límites de la Constitución"

13 de Agosto de 2024
Actualizado el 14 de agosto
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Alejandro Fernandez, líder del PP de Cataluña, sería el encargo de iniciar los primeros contactos PP/Junts
Alejandro Fernandez, líder del PP de Cataluña, sería el encargo de iniciar conversaciones para un acuerdo de gobierno PP/Junts.

Tras la convocatoria del congreso de Junts en octubre (en el que peligra la cabeza de Carles Puigdemont) empiezan a moverse ciertas cosas en la derecha catalana, que ve cómo necesita de la derecha española para salir del atolladero en el que se encuentra. Después de que el PSC de Salvador Illa haya pactado una sólida alianza de gobierno con Esquerra para los próximos años, el partido posconvergente mira a su alrededor y se pregunta qué socio le queda: solo el Partido Popular.

Una posible pinza entre el nacionalismo conservador catalán y el Partido Popular, para derrocar el sanchismo, no es descabellada. Incluso algún que otro destacado analista de la caverna da por hecho ya que los tiros van por ahí y que en los próximos meses “vamos a ver cosas que no creeríais”, utilizando la frase final de marras de Blade Runner. Hoy mismo, Génova 13 ha reconocido que acepta hablar con Junts “dentro de la Constitución” y para “objetivos constitucionales”, un titular que corre como la pólvora por las redacciones. De entrada, el vicesecretario general del PP, Esteban González Pons, no niega que es posible la interlocución con Carles Puigdemont, ya que es el lider de un partido como “todos los del Congreso”. La única barrera para negociar la ponen con EH Bildu. “Nosotros creemos que hay que hablar con todo el mundo”, reitera Pons.

¿Qué han sido de las manifestaciones contra los pactos PSOE/Junts? ¿Qué fue de aquello de que a los golpistas catalanes ni agua? ¿Qué ha ocurrido con todo aquel discurso feroz contra la amnistía? Nada, todo se lo llevó el viento. Ahora, cuando ya ha pasado el tiempo de la demagogia, del delirio patriótico, en definitiva, del engaño a la ciudadanía (artimañas de la derecha española y catalana) se impone el pragmatismo, la negociación, el acuerdo, porque en el fondo a unos y a otros les une más que lo que los separa, unos y otros se rigen por los mismos principios y parámetros, más allá de ese impostado amor a la patria: el odio a Sánchez y la razón del dinero.

Junts necesita del PP para recuperar la Generalitat y lo mismo le sucede a Feijóo en Madrid. Sin esos preciados siete votos puigdemontistas a los populares les será casi imposible recuperar la Moncloa. El sistema parlamentario español está pensado para dar importancia a las minorías, de modo que en un tiempo sin mayorías absolutas la derecha española ha de recurrir al nacionalismo vasco y catalán. Ya lo hizo Aznar en su momento sin ningún pudor. Y el gallego que hoy por hoy dirige los destinos del partido lo hará también, llegado el caso. Que no le quepa la duda a nadie.

Por tanto, empiezan a caer las caretas, empieza a quedar al descubierto la infamia de una forma de hacer política, la del PP, que predica una cosa y hace otra en función de la coyuntura. El patriotismo español está muy bien, sobre todo porque es necesario para frenar a Vox, pero más importante aún es ganar el poder. Y ahí no le queda otra al PP que tragarse su impostado orgullo nacional y pasar por el aro indepe. De modo que es más que probable que ya hayan comenzado los primeros contactos entre ambas fuerzas políticas. No sería la primera vez que el PP habla con Puigdemont. Ya lo reconoció el propio Pons cuando Feijóo se presentó a su investidura fake. En aquel momento el hombre de Waterloo dio calabazas a los populares (todavía estaba en la cresta de la ola y con plena inmunidad diplomática en Europa), pero en la actualidad, con el exhonorable prácticamente derrotado (su esperpéntica espantada del pasado jueves en Barcelona le ha hecho perder muchos puntos ante la opinión pública), hay voces en Junts que reclaman un retorno a la política del pactismo con el Estado español, tal como ocurrió en tiempos de Jordi Pujol. Junts ha iniciado un camino de retorno hacia la convergencia y, si bien no va a olvidar sus principios independentistas, sí los va a aparcar por un tiempo para explorar vías de diálogo con la derecha española porque es la única forma de salir del atolladero en el que se encuentra, es decir, porque no le queda otra.

Se acabaron por tanto los tiempos de las proclamas patrioteras incendiarias. Se acabó el tiempo de la confrontación y el “a por ellos, oé”. Se impone una suerte de acuerdo con la nariz tapada que dé oxígeno al pujolismo agonizante y que ofrezca a Feijóo una luz al final del túnel en su intento de llegar a la Moncloa. Lógicamente, toda esta estrategia chirriante y contra natura (PP y Junts se han pasado años odiándose para terminar metidos en la misma cama) tiene dos beneficiados: a nivel general, en toda España, Vox, que captará a aquellos votantes populares horrorizados con lo que van a ver; y en Cataluña Aliança Catalana, el partido independentista de extrema derecha con tintes xenófobos que también hará caja con los rebotados secesionistas del frustrado procés que verán a Junts como un partido traidor o botifler.

Ese escenario es el que se va a ir configurando a partir del próximo otoño. Sánchez está firmememente afianzado en el poder tras la pacificación de Cataluña y, aunque no pueda aprobar los presupuestos del próximo año, prorrogará los ya existentes, aumentando sus probabilidades de agotar una legislatura que no será corta, como creían en el PP, sino más bien larga. En Génova empiezan a entender que, liquidada la última esperanza de adelantar elecciones, les queda una dura travesía en el desierto.

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