Hace 40 años, un acto que parecía lejano y casi impensable en plena dictadura franquista, se hizo realidad: España firmó su Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas (CEE), hoy conocida como la Unión Europea (UE). El 12 de junio de 1985, a las 20:53, un paso fundamental en la historia del país cerraba décadas de aislamiento y consolidaba la transición a la democracia.
Un cambio radical hacia Europa
El 12 de junio de 1985 no fue solo un día en el calendario. Fue un parteaguas en la historia moderna de España, el fin de un largo proceso que comenzó mucho antes con la intentona franquista de acercarse a la CEE. Sin embargo, la comunidad europea siempre estableció como línea roja un requisito claro: que España fuera una democracia para ser admitida como miembro. Este principio se mantenía firme a pesar de los intentos de Franco por negociar acuerdos económicos. España, aislada del continente y con una economía fuertemente controlada, no podía acceder a un mercado europeo lleno de oportunidades sin una transición política.
La historia del acercamiento comenzó en 1962 cuando el régimen de Franco solicitó al presidente del Consejo de Ministros de la CEE, el francés Couve de Murville, explorar vínculos comerciales. A pesar de ser rechazada la solicitud por razones políticas, el régimen franquista se consoló con la apertura a establecer relaciones económicas. Sin embargo, como apuntan los historiadores, solo con la muerte de Franco y la llegada de la democracia, la posibilidad de un ingreso en la CEE se convertiría en una realidad palpable.
La transición de la dictadura a la democracia y el nuevo rumbo de España
La llegada de la democracia en 1977 representó el primer paso firme hacia la integración. España ya no era la misma: la transición había sido un éxito rotundo, y el país se encontraba dispuesto a abrir sus puertas al mundo. Fue en 1977, tras las primeras elecciones libres en 40 años, cuando el gobierno de Adolfo Suárez, apoyado por todos los sectores políticos, planteó formalmente la adhesión a la CEE. La voluntad política era clara: España debía ser parte de Europa, tanto por razones económicas como sociales.
Marcelino Oreja, el ministro de Exteriores del momento, llevó esa solicitud al Consejo de Ministros de la CEE en 1977, y esta vez la respuesta fue positiva. A partir de ahí, España comenzó un proceso que parecía complejo, pero que resultó en la firma oficial del Tratado de Adhesión en junio de 1985.
El papel clave de los primeros gobiernos democráticos y la figura de Felipe González no se puede subestimar. Con la victoria del PSOE en 1982, España aceleró su acercamiento a Europa. La adaptación de la política económica española a los estándares comunitarios, la negociación de la Política Agraria Común (PAC) y la modernización de sectores clave, como la industria y la agricultura, marcaron el tono de la integración.
El proceso de negociación: un camino lleno de obstáculos
La entrada de España en la CEE no fue sencilla ni rápida. Durante la década de 1980, el proceso de negociaciones se vio ralentizado por diversos obstáculos: la crisis económica mundial, los atentados de ETA y el golpe de Estado fallido del 23 de febrero de 1981. A ello se sumaban las reticencias de algunos países europeos, como Francia, que temían las repercusiones de la entrada de España y Portugal a la Comunidad. Sin embargo, la situación política en Europa comenzó a cambiar con la llegada al poder de figuras como François Mitterrand y Helmut Kohl, que, junto con el resurgimiento de España como un país democrático y estable, hicieron posible la plena integración.
En 1982, la contundente victoria del PSOE y la llegada de Felipe González al poder brindaron un renovado impulso al proceso. España y Portugal fueron admitidos al mismo tiempo, lo que representaba una declaración simbólica sobre el fin del autoritarismo en el sur de Europa. Este momento histórico culminó el 1 de enero de 1986, cuando ambos países se convirtieron en miembros de la CEE.
La firma del Tratado de Adhesión: un acto de solidaridad y esperanza
El 12 de junio de 1985 se celebró la firma del Tratado de Adhesión en Lisboa y Madrid, un acto que simbolizó la culminación de un proceso lleno de sacrificios y esfuerzos. Sin embargo, el día estuvo marcado por la violencia de ETA, que intentó boicotear el evento con tres atentados mortales. La tragedia de esos atentados no empañó el sentido de la firma; al contrario, reflejó el deseo de España por integrarse en la Comunidad Europea, que se presentó como el futuro para un país recién salido de la dictadura.
El presidente Felipe González destacó en su discurso que este tratado representaba la superación del aislamiento secular de España y el comienzo de una nueva etapa en la que el país se unía a la Europa occidental, participando activamente en su destino común. Este proceso de integración no solo fue político, sino también económico y social. A través de reformas clave, España adoptó el mercado único europeo, modernizó sus infraestructuras y fue clave en la adopción del euro en 1999.
Una Europa más unida
Cuatro décadas después de la firma del Tratado de Adhesión, España ha sido testigo de un proceso de transformación impresionante. La integración en la UE ha facilitado un crecimiento económico sostenido, modernización de sectores industriales y una mayor cooperación internacional. Sin embargo, la relación de España con Europa no ha estado exenta de desafíos. El auge de partidos populistas y euroescépticos en todo el continente, incluidos algunos sectores en España, pone en duda el futuro de la integración europea. Aunque la mayoría de los españoles sigue siendo profundamente europeísta, el debate sobre el futuro de la UE está más vivo que nunca.
España sigue siendo un actor relevante en las decisiones de la UE, pero los retos son evidentes: la necesidad de fortalecer la cooperación política, mejorar la influencia en la toma de decisiones y garantizar que las reformas y políticas continúen beneficiando a los ciudadanos. El europeísmo en España, aunque fuerte, necesita renovarse en un contexto internacional y europeo en constante cambio.