Tres cabezas de turco pagan el atentado ultra contra Pedro Sánchez

Interior sigue investigando pero de momento no ha identificado a los elementos nazis que calentaron las visita de los Reyes, el presidente y Mazón a Paiporta

07 de Noviembre de 2024
Actualizado a las 14:27h
Guardar
Un encapuchado golpea el coche de Pedro Sánchez.
Un encapuchado golpea el coche de Pedro Sánchez.

Ascienden a tres los detenidos por los incidentes ocurridos durante la visita de los reyes de España, Pedro Sánchez y Carlos Mazón a Paiporta, un suceso que pasará a la historia de este país por el nivel de bochorno y vergüenza al que hemos llegado como sociedad. El primer detenido, un vecino paiportino de 41 años, fue arrestado por golpear con un palo de barrendero la luna del coche oficial del presidente del Gobierno en el momento en que era evacuado por sus escoltas. Poco después, la Guardia Civil detenía a otras dos personas, B.F.M., residente en Albal, y G.M.G, de Godella. Ambos detenidos están pendientes de pasar a disposición judicial, aunque lo más probable es que también se les tome declaración y el juez los mande para sus casas.

Por refrescar, todo ocurrió cuando los reyes de España y el resto de autoridades fueron recibidos con insultos y el lanzamiento de objetos y puñados de barro. Un escolta de doña Letizia resultó herido en la cabeza y Sánchez tuvo que salir corriendo y meterse en el coche oficial porque si no, los manifestantes hubiesen acabado con él allí mismo. No fue ninguna broma, tal como se desprende de las imágenes tomadas por los vecinos en el lugar de los hechos. El incidente fue de una enorme gravedad, tanto es así que se podría calificar como atentado, aunque hay elementos suficientes como para sospechar que aquello fue algo más, una acción organizada por la extrema derecha. Y no solo porque en las horas previas a la visita oficial circularon mensajes de odio por las redes sociales que incitaban a agredir, a “dar un escarmiento” e incluso “a acabar con la vida” de algunos de los políticos allí presentes, mayormente la de Pedro Sánchez, que suele atraer la mayor cantidad de odio ultraderechista. De modo que lo que pretendía ser una manifestación de protesta espontánea y legítima de los vecinos de la localidad valenciana por la nefasta gestión de la terrible dana del pasado martes 29 de octubre, terminó siendo una encerrona controlada y manipulada por elementos ultraderechistas.

Es más que evidente que a Paiporta se desplazaron, con toda la intención del mundo, peligrosos elementos trumpistas. Gente con tatuajes nazis y alguna que otra bandera preconstitucional. Gente que no era del pueblo, tal como reconoció la propia alcaldesa de la ciudad, María Isabel Albalat. La primera edil estuvo en El Objetivo de La Sexta con Ana Pastor, donde aseguró: “He estado presente. La impresión que me ha dado estando allí, que luego se ha confirmado, es que la mayoría eran de fuera. Paiporta es grande, pero es un pueblo. Muchos que gritaban no sabía quiénes eran, y ellos tampoco me conocían a mí. Estaba preparado. Me da pena que se usen estas cosas para cualquier interés político”. Es decir, a tenor de lo dicho por Albalat está claro que alguien quiso caldear el ambiente, ya de por sí caliente por el malestar vecinal, hasta provocar una explosión de violencia incontrolada. Y a fe que lo consiguieron.

Pero hay más cosas extrañas en todo este asunto. Como por ejemplo cómo pudo ser que el dispositivo policial de seguridad de los reyes y Presidencia, el más numeroso y potente del país por número de escoltas y agentes de paisano, fallara hasta el punto de permitir que los ultras llegaran tan cerca de las autoridades (algunos abrazándose al monarca, otros para echarle el aliento al mismísimo presidente del Gobierno). Sin duda sobrevuelan muchas incógnitas y suficientes indicios como para sospechar que estamos ante algo organizado y no solo obra de cuatro o cinco personas tan indignadas como para armarse de palos y querer acabar con el líder de una nación. En cualquier país occidental serio, moderno y avanzado se tomaría el suceso como lo que fue: un intento de linchamiento o atentado contra un primer ministro, quizá un magnicidio frustrado. Evidencias las hay como para iniciar una investigación en profundidad hasta llegar al fondo del asunto, al corazón de la organización, detrás de la cual sin duda hubo una trama neofascista formada por agitadores profesionales. Sin embargo, estamos en España, ese país capaz de meterle la perpetua a un rapero por unos ripios malos contra el rey mientras permite que los grupos neonazis campen a sus anchas por todo el país. Así que la investigación ha empezado a diluirse antes de empezar. Por lo que se va viendo, parece evidente que ni la Policía ni la Justicia están queriendo llegar al fondo de este infame episodio. Va a faltar voluntad para esclarecer la verdad y todo va a quedar reducido a cuatro pringados o cabezas de turco que terminarán pagando el pato organizado por otros en la sombra.

Lo que está ocurriendo en este país no es nada nuevo, ya lo vivimos durante la Segunda República: matonismo falangista protegido y amparado por la derecha y los poderes fácticos. Los muchachos del bate de béisbol que calientan el ambiente, revientan huelgas, se infiltran en protestas pacíficas y desestabilizan con una destreza que asusta. Nadie quiere pararles los pies, nadie tiene los arrestos para ponerlos ante la Justicia y en la trena, que es donde deben estar los cachorros de la kale borroka fascista.

Sorprende la tibieza con la que se está tratando el gravísimo asunto de Paiporta. Y más todavía si tenemos en cuenta que el ministro de Interior esta vez pertenece a un gabinete socialista. Si este, que es supuestamente el progre, no indaga en las tramas ultras organizadas hasta sus últimas consecuencias, apaga y vámonos: los demócratas estamos vendidos. En el epicentro del altercado no habría más de doscientas personas (no estaba allí toda Paiporta ni mucho menos) y solo un grupo de cuarenta o cincuenta se comportaron como salvajes dispuestos al linchamiento. Hasta el momento, el ministerio se ha limitado a pasar una nota en la que asegura que los investigadores del Servicio de Información de la Guardia Civil siguen identificando a más personas relacionadas con los incidentes, entre ellos vecinos de Paiporta. Pero ni Marlaska ni la directora de la Guardia Civil, Mercedes González, han querido confirmar si había ultras de extrema derecha entre los implicados en este altercado. ¿De qué tienen miedo, de unos niñatos? ¿Qué fue de aquel Marlaska valiente que desmantelaba comandos de ETA y que estuvo en la diana del comando Vizcaya? Ultras que actúan a plena luz del día, impunemente y a la vista de todos, como en los años treinta del pasado siglo, como dueños y señores de la calle y anticipando el hundimiento del Estado democrático de derecho. “Es muy fácil diferenciar a aquellos que expresan su ira legítima de grupos ultra perfectamente organizados que quisieron hacer el mayor daño posible a las autoridades presentes”, aseguró el presidente del Gobierno en su comparecencia del martes. Por lo visto, no tan fácil, Pedro.

Lo + leído