A pesar del auge del aire acondicionado en los hogares españoles desde los años 80, uno de cada tres no puede mantener condiciones térmicas adecuadas durante los meses de calor, según alertan organizaciones sociales y ambientales. El problema va más allá de la tecnología: el deficiente aislamiento de las viviendas y la pobreza energética sitúan a millones de familias en una situación crítica cada verano.
Las cifras son tan claras como preocupantes. Más de 300 personas murieron en España solo en el mes de junio por causas asociadas al calor, según datos oficiales. Y mientras las temperaturas siguen marcando récords año tras año, millones de hogares no tienen ni los medios ni las condiciones para protegerse. No se trata solo de si tienen aire acondicionado, sino de si pueden permitirse encenderlo, o si sus casas están preparadas para soportar el clima extremo.
El aire acondicionado, que era un lujo minoritario en los años 80 (apenas presente en el 5% de las viviendas), ha pasado a formar parte del equipamiento habitual en cerca del 40% de los hogares. Sin embargo, la pobreza energética sigue siendo una barrera insalvable para muchas familias, que no pueden afrontar ni la instalación ni los elevados costes del uso continuado de estos aparatos. El resultado: un tercio de los hogares no logra mantener una temperatura saludable durante el verano.
La trampa del mal aislamiento
Más allá de los electrodomésticos, hay un factor aún más determinante y sistemáticamente ignorado en las políticas públicas: el aislamiento térmico de las viviendas. España, según los expertos, suspende de forma rotunda en esta materia.
Un informe publicado por Greenpeace este martes, basado en mediciones reales en tres grandes ciudades ,Madrid, Málaga y València, ha documentado temperaturas de hasta 48 grados en superficies del interior de viviendas mal aisladas. Techos que arden, paredes que irradian calor acumulado durante el día y ventanas que se convierten en auténticas estufas solares dibujan un paisaje doméstico muy alejado de cualquier estándar de confort.
“Lo que estamos viendo no es una anomalía: es una realidad cotidiana para miles de familias, especialmente en barrios vulnerables”, señala el informe. Los expertos apuntan a un parque inmobiliario envejecido, con materiales poco eficientes, y políticas de rehabilitación lentas y mal financiadas. “No hay adaptación al cambio climático sin transformación del modelo de vivienda”, advierten.
Pobreza energética
No poder encender el aire acondicionado, o no tenerlo siquiera, no es una elección: es el resultado de un modelo que ha perpetuado la desigualdad energética. Mientras algunos pueden hacer frente al calor con tecnología y aislamiento, otros simplemente sobreviven como pueden, recurriendo a ventiladores, cortinas improvisadas o hábitos extremos como dormir en terrazas o pasillos.
Las organizaciones sociales lo tienen claro: la pobreza energética no se limita al invierno. El calor extremo también mata, también enferma y también margina. Y lo hace especialmente en un contexto de encarecimiento del precio de la energía, de inflación persistente y de escasa protección institucional a los hogares con menos recursos.
El reto pendiente de las políticas públicas
Las ayudas a la eficiencia energética y la rehabilitación de edificios siguen siendo, para la mayoría de las familias vulnerables, inaccesibles o insuficientes. A pesar de los fondos europeos y los planes anunciados, la burocracia, la falta de información y el diseño técnico de las ayudas las hacen prácticamente inútiles para quienes más las necesitan.
Desde Greenpeace hasta plataformas vecinales reclaman una reforma urgente del parque de vivienda español, con criterios de justicia climática y equidad social. Sin ello, advierten, la lucha contra el cambio climático seguirá dejando atrás a quienes más expuestos están a sus consecuencias.
Mientras tanto, el verano avanza con su carga de calor insoportable, y para millones de personas en España, el simple derecho a vivir en una casa fresca sigue siendo un privilegio inalcanzable.